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Rugidos barrocos de un abogado intempestivo

  • Ramón Landaverde
  • 13 jul 2016
  • 6 Min. de lectura

Abstract: El presente texto se debe casi en su totalidad al pensamiento de Bolivar Echeverría y su concepto de ethos barroco. Propuesta teórica, estética pero también práctica sobre la confrontación a la modernidad capitalista, para vincular dar a conocer, vincular y abrir la discusión sobre desarrollos teóricos filosóficos un tanto obliterados, -en concreto, por la filosofía del derecho, gestados en latinoamérica-.

El fenómeno de lo barroco del 1600 saeculum corruptissimum (el siglo corrupto por excelencia) brinda muchos elementos para entender las herencias de nuestras raíces prehispánicas y como es que se han asimilado, desde el olvido del campo a la preeminencia de la gran urbe, la subyugación del discurso mágico por el discurso “racional-razonable” de la lógica formal en la positividad (serie de cánones culturales reflejados y emitidos por la institucionalización del poder hegemónico en curso), o en la literatura con la gestación del realismo mágico.


Se pueden entretejer bellisimos trazos, así como profundos, bajo la técnica de la lógica dialéctica (aproximación no formal de la argumentación) enfocados para el “ser del mexicano”, sujeto mestizo que anda dando de tumbos entre la América profunda y la América católica renacentista ya moldeada por la modernidad más plana: la capitalista.




Aprovechar la vena tan artística del afán barroco nos puede ayudar a entender lo que a manera de puente semiótico-lingüístico construyeron las culturas prehispánicas para no desaparecer ante los embates del renacimiento que gestaba la atroz modernidad capitalista.


Un mestizo que camina a diario el laberinto existencial de estar atrapado entre dos proyectos civilizatorios: el de Montecuzuma (el de la pedagogía comunitaria del calmecac, el tepochcalli, pero sobre todo de la escuela superior Cuicacalli o Casa de Canto[i]) y el de Cortés (ya puro cascajo y siquiera reminiscencias de la “paideia cristiana” del amable Clemente de Alejandría que creía en una “synkrasis” para estructurar desde la iglesia hasta una comunidad cualquiera), le podría ayudar para salir de ese “laberinto”, el entenderse de una forma más completa, a sí mismo, a los otros y a su cultura a partir del ethos barroco (camino barroco, o puesta en existencia a partir de lo entendido por barroco) en nuestro continente.


El estar a la mitad entre ambos juegos de lenguaje con sus respectivas reglas de sus particulares códigos semióticos, puede involucrar un extravío existencial o un “infierno” ante “el” o “lo” otro; algo así como lo que pudo haber sentido la Malintzin en su labor como puente-intérprete de dos puntos alejados por la desproporción, condenados a lo que Bolivar Echeverría llamara la “codigofagia”[ii], acción en la que un proyecto semiótico se devora a otro; mismo que al terminar la fase digestiva del pobre animal semiótico vencido, no permanece tampoco como él mismo previo, sino que el empache lingüístico lo transforma en otro; nunca será el mismo.


Este extravío o terror ante el fenómeno de la colisión entre culturas se puede comprender y después, quizá solucionar –al menos en un nivel lingüístico- a través de lograr encontantrar un vínculo semiótico que acerque a las culturas alejadas por lo cultural espacio temporal, podría ser un producto de la “codigofagia” con conciencia histórico-semiótica


Asistir a tal espectáculo digestivo cubiertos con los elementos de lo barroco proporciona la posición ética-estética de su ethos sobre la modernidad capitalista. Esa modernidad que se estableció en nuestro México gracias al renacimiento europeo que devoró a lo indio natural de nuestro continente y que aún mastica en sus fauces


El ethos barroco permite aceptar esa modernidad, aceptarla como proyecto civilizatorio triunfante sobre los demás proyectos culturales, pero no aceptarla como la única modernidad, ni tampoco como un afán cultural in-trascendible, sino que se aleja de él[1], ya decía Severo Sarduy (en su texto Barroco):


“¿Qué significa hoy en día una práctica del barroco? ¿Cuál es su sentido profundo? ¿Se trata de un deseo de oscuridad de una exquisitez?

Me arriesgo a sostener lo contrario: ser barroco hoy significa amenazar, juzgar y parodiar la economía burguesa, basada en la administración tacaña de los bienes, en su centro y fundamento mismo: el espacio de los signos, el lenguaje, soporte simbólico de la sociedad, garantía de su funcionamiento, de su comunicación.”[iii]




Con esta concepción comulga el Infrarrealismo; la parodia, la risa tanto de lo jurídico, que está condicionado por el proyecto moderno capitalista que solo le sirve de lavamanos a las élites político-económicas, como de todo el sistema capitalista. Respecto a esto les dejo unos esbozos barrocos a manera de “latigazos”, apegados tanto a lo jurídico, como a lo político, o lo humano, para medio hacer mella al discurso hegemónico:


1º latigazo: El infrarrealismo jurídico coquetea con lo sublime y lo burlesco, tira un guiño de a lo conmovedor, otro igual de jocoso a lo ridículo. Se sube un poco la falda para que lo obsceno lo note y la sube un poco más para que lo libidinal de lo religioso se encienda.


2º latigazo: El derecho, como asquerosamente se entiende y practica hoy –en su generalidad-, tiene que ser llevado a comparecer ante el infalible juez Dionisio.



3º latigazo: Gozaré la caída del abogado convencional, me regocijaré con el baile dionisíaco que hará el abogado de estómago leonino sobre supútrido cadáver. Reiré junto con las sonoras carcajadas del sileno jurídico que inaugurarán el gran amanecer del Derecho como martillo.


4º latigazo: El infrarrealismo jurídico se manifiesta como una iusfilosofía sensualista, no en teoría, sino en la praxis misma. ¿La justicia con los ojos vendados? ¡No! Nuestra justicia no es de pálida alma fría (Platón), es de un espíritu deseoso de vivir que quema como llama incandescente (Epicuro). Observa, escucha, palpa, huele, paladea; es una justicia leonina, que avisa con ojos felinos: una filosofía del derecho feroz.


5º latigazo: No se puede comprender lo que es el Derecho sin hacer filosofía, y sin hacer historia no se puede hacer filosofía; la historia por su parte,es imposible sin hacer memoria (anemnesis – rememoración, concepto aristotélico). Entonces si se entiende al Derecho como la materialización de lo justo, lo justo es imposible de alcanzar sin filosofar históricamente partiendo de la rememoración. Ecce Homo es la obra donde el “crucificado” cambió el método de hacer filosofía, el de la perspectiva puesta en contexto. El Infrarrealismo jurídico encuentra en este método nietzscheano un arma afilada, que hace posible una lectura más fina, elegante y profunda.


6º latigazo: El infrarrealista es un terrorista cultural, es un guerrillero académico, es lo que Lorenzo Valla fue al cristianismo, es un filósofo del derecho de choque.


7º latigazo (para expiar esos deseos de depravación sexual): Hay que defender las perversiones que le hacen frente al esclavizamiento del instinto de Eros por el instinto represivo de realidad. Hay que sublimar al ego del placer frente al ego enajenado por el principio de actuación.


8º latigazo: André Breton en el segundo Manifiesto del Surrealismo escribió: El señor Bataille se precia de interesarse únicamente en lo más vil, lo más deprimente y lo más corrompido del mundo. Bajo el mismo “caos” batailleano, el Infrarrealismo jurídico busca ensuciar las ropas elegantes y las ideas generosas esgrimidas por la “bestia camuflada”, para determinar un conjunto jurídico que afronte y solucione las problemáticas REALES de la sociedad mexicana y no se enfoque en los discursos “bonitos” del burgués.


9º latigazo: Constantemente se horrorizan de homicidios sangrientos o de ejercicios libertinos donde se muestran conductos sexuales, pero muy pocos tiemblan de pavor cuando se toman el atrevimiento de sacar a un ser de la inexistencia a la existencia, incluso celebran con aires emotivos, el nacimiento de un ser que trae en sí la condición de muerte. Se dan el lujo de la aniquilación y pocos se sobresaltan.


10º y último latigazo (¡uy! exquisita culpa, ¡mas!-exclama el libertino): El papel del filósofo (por lo tanto del filósofo del derecho) como el del “Rey del Caos”. Aquel que significa la transgresión misma de un orden establecido. Como el que tomaban los esclavos en las fiestas babilónicas de las saceas, en las cronias griegas o en la saturnales romanas, todas encaminadas para renovar la salud y la juventud de la comunidad.



El filósofo es ese espíritu dionisiaco que dinamita el orden religioso y político, que muchas veces es tildado de sacrílego, de traidor o incluso de regicida. Es la figura que disiente en alguna decisión que se toma por unanimidad. Es la figura que el vulgo siente que permanece solo para odiar.


Pero tal terrible destino tiene como fin el impulsar el regreso al estado primigenio vital de Caos para hacerle frente a los embates del invierno, del profundo anochecer, del antiguo y decadente Orden, solo para devastarlo y revitalizar un nuevo amanecer primaveral. El filósofo sabe que su papel es trágico, que ante tales desenfrenos y excesos encarna al dios Saturno, a Dionisio, para finalmente ser sacrificado, y así dar pie al nuevo orden.


[i] Ignacio Romero Vargas Yturbide, “Los gobiernos socialistas de Anahuac”. Ed. Sociedad Cultural In Tlilli In Tlapalli, 2000.

[ii] Bolívar Echeverría, “La modernidad de lo barroco”. Ed. Era, 2013

[iii] [iii] Severo Sarduy, Sudamérica, Buenos Aires, 1974.

 
 
 

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