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Miradas valientes y la conciencia joven de un México herido

  • contratiempomx
  • 28 oct 2014
  • 2 Min. de lectura

Por Iván Islas

Galería fotográfica por Josué Suárez

Apuntes a propósito de la marcha del 22 de octubre de 2014 por los desaparecidos de Ayotzinapa, Guerrero

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Encabezada por los propios padres y compañeros de los desaparecidos, la marcha inició a la 6 p.m. y no terminó sino hasta casi las 11 de la noche, parecía no importar el tiempo. Daba la impresión de ser infinita, tal y como también se piensa acerca de la grave crisis social que vive México, país enigmático, y sobra decir espléndido en muchos aspectos, pero también con grandes rezagos y profundos problemas sociales. Los asistentes provenían principalmente de estratos medios y bajos, quienes a partir de un hecho concreto, trágico, la desaparición de 43 estudiantes de una normal de maestros en Ayotzinapa, Guerrero, salieron a las calles no sólo bajo la exigencia de la aparición de dichos adolescentes, sino seguramente también por la defensa de derechos básicos democráticos que ven amenazados.

Jóvenes que observan intuitivamente una contradicción entre el “México democrático y próspero” que políticos del statu quo que pregonan frente a los continuos hechos de corrupción, impunidad y crimen. Muchachos que nacieron bajo narrativas del haber dejado atrás la época tardía del régimen priísta –sinónimo de autoritarismo-- y que han vivido, por fortuna, la llamada alternancia y la apertura mediática. Pero esos mismos ciudadanos de nos más de veinticinco años hoy se enfrentan a una realidad oscura que ha llegado a límites inimaginables, a una escalada en la que ya no sólo se trata del multicitado narcotráfico sino de muchos otros crímenes difíciles y complejos de erradicar.

En las calles más céntricas y emblemáticas de la gran ciudad de México, como lo son Reforma y la gran Plaza de la Constitución, ese miércoles 22 de octubre, una marcha anunciada principalmente desde las redes sociales, espontánea y de enorme convocatoria, recorrió el trayecto del monumento al Ángel de la Independencia a la plaza principal o zócalo de la ciudad. Repleta de estudiantes de diversos centros de estudios y universidades, así como de mujeres y hombres de diversas edades y condiciones, exhortaron de manera pacífica, por veces solemne, el descontento por los recientes hechos en Guerrero, uno de los estados más olvidados de este país. Por veces iban en silencio, y otras veces gritando consignas. Vi a muchachos llevar velas, portar cartulinas y mantas con creativas y contundentes frases. Recuerdo varias veces observar la mirada de los estudiantes, con cierto dejo de tristeza, pero al mismo tiempo proyectando cierta valentía y conciencia acerca de lo que se está viviendo en el país.

Los jóvenes de la ciudad de México, y de algunas otras capitales del país, parecen ser los que mejor han comprendido la aguda situación a la que nos enfrentamos como nación. Ojalá esta marcha sea el inicio de organización de ciudadanos que han comenzado a sensibilizarse y han reconocido el vulnerable estado en la que se encuentra nuestra también joven democracia.

 
 
 

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