Venezuela en la encrucijada: la disputa interimperialista del espacio latinoamericano
- Rafael Tehutle
- 16 may 2017
- 8 Min. de lectura
Relaciones Internacionales, FCPyS, UNAM
“A nosotros nos parece que ninguna explicación de un fenómeno político es buena si lo reduce sólo a uno de sus elementos, y que es decididamente mala si toma por clave justamente a un factor que lo condiciona desde afuera”
Ruy Mauro Marini. Subdesarrollo y revolución.
Aseverar que la actual y preocupante encrucijada en la que se encuentra la Revolución Bolivariana es producto exclusivamente del intervencionismo estadounidense, sería un grave error, ya que, al mismo tiempo, implicaría desconocer los errores y las contradicciones del proyecto chavista que, como consecuencia, ponen en una situación endeble y de cuestionamiento a la perdurabilidad tanto del proyecto venezolano, como de lo que queda del progresismo latinoamericano.
De ahí que propongamos una doble relectura cuando se afirma que el capitalismo es causante de todos nuestros males, ya que si bien éste no existe sin la desigualdad, la discriminación, el racismo, la dependencia, el machismo, la muerte, la explotación, el dominio y el despojo, también es cierto que cuando la inacción, al mismo tiempo, se convierte en acción, estemos tolerando pasivamente el estado de cosas o, por el contrario, esperando a que los aparatos institucionales, los partidos, los caudillos o las vanguardias, nos dirijan hacia “mejores” formas de vida.
El contexto internacional
En términos económicos, la Revolución Bolivariana se benefició sustancialmente del “boom de las commodities”, generando con ello un ciclo de real distribución de la riqueza que le permitió financiar amplios programas de prebendas sociales como las misiones Barrio Adentro y Operación Milagro, en materia de salud; la Misión Ribas, Misión Sucre y Misión Robinson, dentro del ámbito educativo-alfabetizador; la Misión Hábitat, como programa relacionado a la vivienda; la Misión Mercal, en materia de alimentación; la Misión Vuelvan Caras y Plan Zamora como proyectos laborales; y la Misión Guaicaipuro y el Instituto de la Mujer.
Los programas permitieron la consolidación de una amplia base de apoyo social que mantuvo, por medio de ejercicios de democracia directa como referéndums y plebiscitos, tanto a Hugo Chávez como a la Revolución y, en donde además, la derecha se difuminó como actor relevante en la política venezolana.
No obstante, Venezuela nunca rompió con la División Internacional del Trabajo, es decir, que siempre mantuvo su base económica acorde con la teoría clásica del comercio internacional, cuyo sustento radica en el principio de las ventajas comparativas, en donde la especialización productiva está determinada por el territorio, los recursos y la población. Todo para generar mayores y mejores índices de productividad, conforme a las distintas condiciones espacio-temporales de los países.
Lo problemático en este hecho no es necesariamente que no haya roto el patrón de acumulación, sino que tal vez ni siquiera lo buscó, lo cual, contrariamente, reforzó el patrón de acumulación mundial que condiciona la relación de dependencia histórico-estructural; cerrando así, un círculo vicioso para la economía venezolana en tanto que las divisas que obtenía y que pudo haber canalizado para la diversificación del entramado productivo, se obtenían precisamente a partir de la exportación de recursos naturales, preponderantemente del petróleo.
De ahí que mientras el crecimiento económico de China se mantuviera –en tanto principal importador de commodities provenientes de América Latina—, habría un sostenimiento recíproco del ciclo progresista en la región, empero, cuando la situación empezó a revertirse y la desaceleración económica china comenzó a manifestarse, resulta obvio que su necesidad de commodities disminuyó sustancialmente. Situación que generó un desequilibrio entre oferta y demanda, además de la correlación directa entre la revalorización de dólar y la depreciación del valor de las commodities, en tanto divisa utilizada para su intercambio.
El ciclo perverso se perpetúa, desde que los Estados Unidos suben su tasa de interés, lo cual repercute en la apreciación de su moneda, hecho que no tendría una sería repercusión si los precios de las commodities se hubiesen mantenido porque el intercambio comercial se tasa en dólares, sin embargo, ahí es donde cobran relevancia los aliados estadounidenses que,como Arabia Saudí, condicionan los precios con base en la producción. Todo dentro del marco de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y de lo que Maristella Svampa denomina como el Consenso de los Commodities.
Con todo, durante los casi 20 años de chavismo en Venezuela, las relaciones con China se profundizaron, lo cual generó el relativo desplazamiento de los Estados Unidos sobre sectores estratégicos como el de hidrocarburos y minería, principalmente. Ahí destacan los acuerdos conjuntos, los empréstitos, las inversiones y los planes como el Strategic Energy Plan, firmado en 2001, y cuyo objetivo radicó en radiografiar las reservas de crudo venezolano para aumentar los índices de exportaciones hacia China; o el acuerdo conjunto entre el gobierno venezolano y la China National Petroleum Corporation (CNPC) y la China Petroleum & Chemical Corporation (Sinopec), los cuales pretenden explorar la Franja Petrolífera del Orinoco. De manera que, todo ello conlleva a otra discusión: el hecho de que hoy, ante el deterioro ambiental la reflexión no sólo se debe centrar en la propiedad de los medios de producción, sino en la manera en que funcionan esos medios y que, en marcadas ocasiones, no hay una diferencia sustancial entre la derecha y la izquierda.
Por todo lo anterior, y a pesar de ello, consideramos que, a diferencia de otros países insertos en el progresismo latinoamericano, Venezuela y el chavismo encabezan un proyecto regional que en su caso específico demuestra una tendencia antineoliberal y antisistémica, aunque no necesariamente anticapitalista.
Sin embargo, ese antineoliberalismo y la redefinición del antiimperialismo –sólo modificado en términos políticos, aunque no económicos— explican, en buena medida el porqué de la extrema polarización de la sociedad venezolana. Aunque, nos atrevemos a aseverar que el intervencionismo estadounidense no es necesariamente por las prebendas sociales que otorga el chavismo, sino por una estructura económica que, a pesar de ser capitalista, favorece más al imperialismo chino que al de los Estados Unidos, debido a las grandes reservas de petróleo crudo que, de acuerdo con la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE), “[…] Argentina por ahora cuenta con reservas para 11 años, mientras que Brasil tiene para 18, Ecuador para 34, México para 11, Colombia para ocho, y Venezuela para 201 años”[1].
A pesar de todo, resulta claro que Venezuela y sus flujos político-sociales en contracorriente a lo determinado desde Washington, son pruebas sintomáticas de una crisis estructural de la hegemonía estadounidense, pues en el caso latinoamericano, está directamente correlacionada a su relativo desplazamiento de los sectores otrora exclusivos de los Estados Unidos en su permanente alianza con las elites gobernantes de la región. De ahí que, hoy Nuestra América, sea un espacio de disputa interimperialista.
Así, en aras de consolidar su reestructuración hegemónica en la región, Estados Unidos echa mano de sus viejos mecanismos de intervención, como la Organización de Estados Americanos (OEA), en donde se presentan las mayores aberraciones discursivas por parte de los delegados, pues en el caso de México, por ejemplo, Luis Alfonso de Alba le exige al gobierno venezolano el respeto a los Derechos Humanos, negando al mismo tiempo la existencia de presos políticos, o el condicionamiento de alimentos y medicinas en nuestro país. De esa manera es que la democracia le conviene a los Estados Unidos cuando no afecta sus intereses, ya que lo que pretende hacer Nicolás Maduro, con base en los artículos constitucionales 347-350, sobre la Asamblea Nacional Constituyente, sí es antidemocrático y para ello se encuentra Luis Almagro (presidente de la OEA con quien el Almirante Kurt Tidd, Comandante del Comando Sur, acordó la aplicación de la Carta Democrática a Venezuela, antes de ésta saliera de la Organización) quien lo enfatiza en cada oportunidad, pero cuando suceden golpes parlamentarios, sin ninguna referencia o sustento constitucional como el de Brasil en contra de Dilma Rousseff, la OEA permanece callada.
De la misma manera, la siniestra United States Agency for International Development (USAID), está lista para una posible intervención “no militar y de ayuda humanitaria”, ante lo que la Mass Media oficial vende como una crisis humanitaria, sin visibilizar el boicot de las empresas venezolanas afines a la derecha como el partido Voluntad Popular (VP) –con estrechos nexos con las “guarimbas”, manifestaciones violentas en contra del oficialismo—,el partido Primero Justicia al que pertenece Henrique Capriles Radonski, así como el partido Alianza Bravo Pueblo (ABP).
Por tanto, cobran sentido tanto la reactivación, en 2008, de la IV Flota de los Estados Unidos, así como la puesta en marcha de la Operación Venezuela Freedom 2 como operación de espectro completo que, bajo la utilización de todos los elementos, propagandísticos, diplomáticos, políticos, económicos, sociales, culturales, militares, antropológicos y jurídicos, busca el avasallamiento, la asfixia y la simultaneidad para neutralizar a las fuerzas chavistas.
Al igual que la IV Flota, esta operación está bajo las órdenes del Comando Sur de los Estados Unidos y pretende utilizar a la oposición venezolana aglomerada en la Asamblea Nacional, la Iglesia, los sindicatos, las Organizaciones de la Sociedad Civil, las universidades, los medios de comunicación y las elites empresariales para complicar la gobernabilidad. El texto especifica que hasta agotar la fase 2, es cuando las Fuerzas Especiales reaccionarán en un arco geo-estratégico “[…] apoyado en las bases militares de "control y monitoreo" en las islas antillanas de Aruba (Reina Beatriz) y Curazao (Hato Rey); en Arauca, Larandia, Tres Esquinas, Puerto Leguízamo, Florencia y Leticia en Colombia; todo ello como Lugar de Operaciones de Avanzada (FOL con proyecciones sobre la región central de Venezuela donde se concentra el poderío político-militar).”[2] (Ver mapa 1).
La fase 2 tenía como periodo límite el mes de Agosto del año pasado, sin embargo, y a pesar de la exacerbada polarización social, La Revolución Bolivariana se mantiene, evidenciando el carácter de subordinación de las institucionales internacionales –sí, incluida la Organización de las Naciones Unidas—; a los gobiernos subordinados ante las políticas estadounidenses; a la crisis hegemónica de los Estados Unidos y sus ansias por retomar el control de los sectores estratégicos latinoamericanos; a una amplia base social que sigue manteniendo de pie al chavismo y, especialmente, a la abierta y descarada intervención de los Estados Unidos sin repercusión alguna y bajo el contubernio y beneplácito de la mayor parte de los países del orbe.

Con todo, el contexto es caótico y sus repercusiones son internacionales, pues es claro que de caer Venezuela, el fin del ciclo progresista latinoamericano ya no estaría en tela de juicio. De hecho, más allá de la reciente victoria de Lenin Moreno en Ecuador, lo que realmente sustenta los rezagos del progresismo en la región es la vigencia y resistencia de la Revolución Bolivariana.
Pese a todo, hoy hay que defender a Venezuela porque más allá de la discusión teórica en cuanto a reforma o revolución, es claro que el proyecto chavista ha dado de comer a la gente que vivía en miseria, ha dado educación a personas antes analfabetas, ha brindado salud a los desposeídos que morían de enfermedades curables, ha dado techo a personas en pobreza extrema. En fin, el bolivarianismo rescató a los olvidados, a los que no valen, a los que no cuentan más que para votar, a todas y todos aquellos a quienes, de volver la derecha, serán los mismos invisibles de ayer. Por ello, y convalidando la idea de que la neutralidad no existe y que el conocimiento situado es menester para romperla, la disyuntiva es clara: o nos posicionamos en defensa de un proyecto que por más errores y contradicciones, marcó grandes avances en favor de los desposeídos, o estamos de lado de quienes acaparan lo que no es suyo, de quienes violentan, señalan, persiguen, asesinan, desaparecen y viven a costa y gracias a las tremendas desigualdades.
Fuentes electrónicas:
· Maximiliano Sbarbi Osuna. (2014). “El mapa del petróleo en América Latina”. Obtenida el 3 de mayo de 2017 de, https://actualidad.rt.com/opinion/osuna/view/117495-mapa-petroleo-america-latina.
· Misión Verdad. (2016). “Operación Venezuela Freedom-2: el documento”. Obtenida el 3 de mayo de 2017 de, http://misionverdad.com/la-guerra-en-venezuela/operacion-venezuela-freedom-2-el-documento.
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