Violencia hacia las naciones originarias, una lectura desde la parresía.
- Fabián Bonilla López.
- 24 abr 2017
- 7 Min. de lectura
Doctor en Comunicación y Política,UAM
Académico de la FCPyS, UNAM
@Fabián Bonilla López
La intención de este artículo es pensar la actual violencia hacia las comunidades originarias, advirtiendo que no es un fenómeno actual sino de larga data, al tiempo que se intenta pensar el hacer frente a esta violencia por parte de integrantes de las naciones originarias, a través del concepto de parresía.

Fotografía por Diego Huerta
Hay rostros, miradas y voces que no se olvidan, a pesar del tiempo y de la propia muerte. Durante el encuentro III Jornadas Andino Mesoamericanas: tierra-territorio, autonomía, Estado y transformación social, Pedro Leyva cerró su participación con las siguientes palabras:
“Pero muchas veces tenemos miedo de morir porque: ‘soy joven, soy hermoso, soy bonito, cómo me voy a morir, cómo me voy a ir a la guerra, cómo me voy a ir a la batalla si acabo de nacer, si me acabo de casar, acabo de obtener mi empleo’. Pero no están viendo ustedes al enemigo, que viene cada vez preparándose más y más fuerte, y cada vez viene pisoteando más y más. Y si vemos al enemigo que viene pero no nos preparamos, más bien estamos pensando cómo hacer más gordo nuestro bolsillo. No se trata de eso ya señores, si verdaderamente estamos puestos en la lucha, pues ¡vámonos a la lucha!”
Mientras escuchaba estas palabras en aquel evento me removía inquieto en mi asiento. No tenía claro en ese momento lo que denunciaba Pedro Leyva, llegó el momento en que me sentí incómodo y juzgue la perorata como un discurso acalorado y una clara provocación. A los pocos días mi vida continuó su cotidianeidad sosa, mientras que a Pedro Leyva lo asesinaban a punta de balazos en su propia comunidad, en Santa María Ostula, Michoacán.
Violencia, un horizonte histórico
Hablar de la violencia a las comunidades “indígenas” requiere respirar hondo, pues la violencia es un fenómeno que ha marcado la historia de los pueblos y las comunidades originarias desde épocas lejanas, pero que tendrá un punto de inflexión durante el episodio conocido como la Conquista. No se cuenta con cifras oficiales, si es que se requieren, de la cantidad de muertes que produjo la colonización, pero vaya que fue una masacre y un genocidio. Recuperemos lo que escribió Tzvetan Todorov al respecto:
“Si alguna vez se ha aplicado con precisión a un caso la palabra genocidio es a éste. Me parece que es un récord, no sólo en términos relativos (una destrucción del orden de 90% y más) sino también absolutos, puesto que hablamos de una disminución de la población estimada en 70 millones de seres humanos. Ninguna de las grandes matanzas del siglo XX puede compararse con esta hecatombe. Se entiende hasta qué punto son vanos los esfuerzos de ciertos autores para desacreditar lo que se llama la «leyenda negra», que establece la responsabilidad de España en este genocidio y empaña así su reputación” (Todorov, 2010, p.100).
De esta manera, 1492 no sólo significa el principio de la experiencia global llamada Modernidad sino también la construcción de una maquinaria de guerra dirigida a ciertas poblaciones particulares que configurará un nuevo orden mundial. Y que la podemos reconocer con el epíteto de Colonialidad, la cual se puede entender como la parte invisible y constitutiva de la Modernidad. De esta manera podemos entender que el colonialismo, como etapa histórica, fue la fuente o matriz de la Colonialidad; guardando una relación hasta en la actualidad, expresándose en la complejidad social de nuestro propio presente.
La matriz colonial de poder es entonces una estructura compleja de niveles entrelazados:
Control de la economía
Control de la autoridad
Colonialidad del poder Control de la naturaleza y de los recursos naturales
Control del género y la sexualidad
Control de la subjetividad y del conocimiento
(Mignolo, 2010, p.13)
Con lo anterior son evidentes la relación entre colonialismo y Colonialidad, pero también la forma en que actúa este régimen de poder en todos los niveles de lo societario. Esta experiencia histórica en la actualidad se moderniza, generando dimensiones particulares en la presente etapa del despojo y de cuerpos vulnerables.
En la actualidad estamos percibiendo la emergencia de un nuevo ciclo de despojo en la vasta geografía de las comunidades originarias en Latinoamérica. Un recorrido del mapeo de la región nos ofrece un paisaje de las industrias minera y extractivas en amplios lugares, con procesos similares, pero también diversos, que no deja un resquicio para la explotación de la naturaleza y los recursos naturaleza. Frente a esta voracidad extractivita una respuesta a favor del medio ambiente, que se puede desplegar en el plano jurídico, pero también en la movilización social. Agentes sociales surgen en defensa del medio ambiente, los cuales se caracterizan por sus características étnicas.
Si comparáramos los lugares de mayor biodiversidad y el lugar donde se encuentran las naciones originarias, encontraríamos una plena coincidencia. Y son precisamente estas comunidades milenarias las que están defendiendo con su propia vida dicha diversidad biológica. Así lo señala el lingüista, filósofo y activista estadounidense Noam Chomsky:
“(…) especie de ironía en la que, de todas las fuerzas líderes en todo el mundo, la que realmente está previniendo un desastre son las comunidades indígenas y locales forestales. Es decir, cada persona que no vive debajo de una roca, sabe que el planeta está enfrentando una catástrofe ambiental en potencia, y no en un futuro lejano. En todo el mundo, son estos grupos quienes están mitigando el cambio climático, mediante planes de manejo de sus recursos naturales, conocimientos ancestrales, y no menos importante a través de la defensa de su territorio” (http://ecoosfera.com/2017/03/).

Fotografía por Diego Huerta
Esta defensa le ha costado la vida a quienes se les llama “activistas indígenas del medio ambiente”, que sigue siendo una denominación externa, pero que ha servido para darles visibilidad. Sin embargo, las noticias que nos llegan del papel de estos “activistas” hasta ahora ha sido la de sus muertes. Larga es la lista de asesinados, pero tenemos casos ejemplares (sin decir que sean los más importantes, mucho menos los únicos).
Los asesinatos de Berta Cáceres en Honduras y el de Isidro Baldenegro en nuestro país, son ejemplos de la ola de muerte que azota a las comunidades, dirigida a estos líderes que se han caracterizado por su férrea defensa del medio ambiente, que al final son parte de ellos mismos. Pues en la cosmogonía de las naciones originarias no hay distinción de lo cultural/social y de lo natural, por eso no podemos pensar sólo en el despojo de los territorios y de la extracción de la materia prima sino del aniquilamiento de los pueblos, a partir de casos individuales, pero que son representantes o mediadores de tales comunidades, sus voces.
Violencia y parresía
Aquí quiero volver al primer punto que esbocé en este artículo, la muerte de Pedro Leyva, como un ejemplo de parresía, pero antes de eso unas palabras explicativas. Tengo un nombre oficial con el que firmo este texto, pero desde hace unos años también me denomino Niyɨ Taan. Una nominación en mi lengua materna que es eltu’un savi; la lengua que hoy como hace 6 mil años hablamos los que nos reconocemos como ñuu savi, sin embargo, yo nací en la Ciudad de México. Sitúo estos datos para mayor entendimiento. Al haber nacido en contexto citadino me “salvé” del discurso de odio que se dirige todos los días a la población originaria. Pero eso no significa que todos los días se evoque este lenguaje ofensivo.
Y frente a la maquinaria discursiva, acompañada de una retórica violenta, las naciones han “hablado”. Precisamente a través de sus voceros a partir de su verdad. La parresía se puede entender como práctica franca de “decir la verdad” que formaba parte de la ética de la Grecia antigua y, que Foucault retomará para replantear el tema del sujeto y de sus técnicas del cuidado de sí. “En su forma etimológica, parresía proviene del griego ϖαρρησία (ϖαν, es decir ‘todo’ y ρησιϛ o ρημα, que significa ‘locución’ o ‘discurso’) que suele traducirse como ‘decirlo todo’ o ‘hablar completo’” (Velázquez, 2016, p. 73- 74). Y esos que hicieron y hacen los “defensores” del territorio, pero también de la cultura y de la memoria.
Sin embargo, el decir la verdad frente a la maquinaria de guerra neocolonial trae consecuencias. “En este sentido, la prueba máxima del que utiliza la parresía es sin duda el peligro al que lo expone su abierta sinceridad al comprometerse con decir la verdad, arriesgando su propia vida” (Velázquez, 2016, p.76). Y esto es lo que hizo Pedro Leyva. “El parresiastés es siempre menos poderoso que aquel con quien habla. La perresía viene de abajo, como si dijéramos, y está dirigida hacia ‘arriba’” (Foucault, 2012, p. 44). Pedro Leyva reconocía la relación asimétrica que guardaba con el poder, pero también la diferencia y, sobretodo, la distancia respecto del auditorio que ese día lo escuchó. Y aun así enunció su palabra.
“Lo que les digo, compañeros y compañeras de otros países, de otros pueblos, de otras naciones, que si están sufriendo agravios, no se dejen, basta de ese miedo, basta de ese temblor que trae uno en el corazón, ¿a poco nos les hierve la sangre de mirar tanto despojo?” (Leyva, 2014, p 79).

Fotografía por Diego Huerta
A modo de conclusiones… provisionales.
En Foucault existe una tensa relación entre el gobierno de sí y el ejercicio de la liberta frente al poder. Una paradójica relación entre la libertad de uno mismo y la violencia más descarnada. ¿Cómo entender que el ejercicio de nuestra libertad nos lleve a nuestra propia muerte o la muerte de nuestro pueblo? El ejemplo parresiástico de Pedro Leyva es una expresión de una ética que desborda nuestros propios referentes, pero nos deja ver claramente la cara brutal de la violencia y del despojo que diariamente se vive en la comunidades de naciones originarias en todas las geografías. Pero también refleja el “regalo envenenado” que traen consigo las políticas del reconocimiento, mientras sigamos la lógica del “indio permitido” seguiremos el sendero de sujetos/pueblos pasivos, administrados y controlables. Y la violencia es un mecanismo de la bio/necro-política que ha operado y opera en nuestros territorios.
Bibliografías:
Butler, Judith (2004). Lenguaje, identidad y poder, Madrid, Editorial Síntesis, Paidós.
Castro-Gómez, S. y R. Grosfoguel. (2007) El Giro decolonial, Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana-Instituto Pensar, Universidad Central-IESCO, Siglo del Hombre Editores.
Foucault, Michel (2012) Discurso y verdad en la antigua Grecia, Barcelona, Paidós.
Leyva, Pedro (2014) “La defensa de los bienes comunales de Santa María Ostula, Michoacán “en Movimiento indígena en América Latina: resistencia y transformación social, Escárzaga, F., Gutierez R., Carrillo J.J., Capece, E. y Börries, N. (Coords.), México, UAM-X, BUAP, CIESAS.
Mignolo, Walter (2010). Desobediencia epistémica: retórica de la modernidad, lógicas de la colonialidad, gramática de la descolonialidad, Buenos Aires: Del Signo.
Todorov, Tzvetan (2010) La conquista de América: el problema del otro, México, Siglo XXI.
Velázquez, César Arturo (2016) “Focault y el ‘juego parresiástico’” en Estudios y Argumentaciones Hermenéuticas, Volumen 2, Guerra, H. (Coord.) México, UAM-X.
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