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Modelo educativo 2017: una apuesta insostenible.

  • Fernando Santander
  • 17 abr 2017
  • 5 Min. de lectura

Facultad de Filosofía y Letras, UNAM

Pedagogo

@ferarnold


El día miércoles 13 de marzo de 2017, en el Palacio Nacional de la Ciudad de México, Enrique Peña Nieto, Aurelio Nuño Mayer, actual secretario de educación pública del país y otros personajes, presentaron con bombo y platillos el Modelo Educativo para la educación obligatoria: Educar para la libertad y la creatividad, documento ansiosamente esperado ya que desde el año 2013 cuando se vivió la coyuntura de la mal llamada “reforma educativa” y después en el modelo 2016, se reclamó un planteamiento pedagógico y un proyecto educativo que a todas luces era inexistente.


La presentación de este texto traía consigo algunas expectativas. El país necesitaba conocer cuál era el proyecto educativo que se iba a construir, hacia dónde apuntaría éste, quiénes estarían incluidos en él y cuáles serían las grandes innovaciones prometidas por las instancias del gobierno federal que este nuevo modelo traería consigo para lograr cumplir aquella afirmación presidencial que aseguraba que la reforma educativa era la más importante para cumplir el anhelo de “mover a México”[1].


Para iniciar un ejercicio de reflexión sobre el “nuevo” modelo educativo, es necesario tener claro que lo que se presentó es un texto en el que se condensan algunas ideas sobre lo que debería ser la educación obligatoria en México, es decir, un deber ser. Hay que tener claro que este documento no aclara los cómos, y no tendría por qué hacerlo, no es su fin. El fin del modelo es delinear un horizonte hacia el cual se está apuntando, dar una clara dirección, un sentido que nos permita tomar decisiones.


Aunque el modelo no tiene el fin de responder los cómos, ya que ésta es tarea de las políticas educativas, lo que sí es necesario responder son los porqués. Lo que se espera antes de iniciar una modificación o un cambio de modelo educativo en el país, es un diagnóstico. En el documento no queda claro cuál es la justificación para modificar el modelo educativo ni a qué responden las propuestas hechas en él.




Es inverosímil que se plantee la presentación de un “nuevo modelo” sin antes haber presentado un diagnóstico de la educación obligatoria y del rápidamente abandonado modelo 2016, es como ir al médico y antes de saber si el paciente está enfermo y cuál es la enfermedad, el médico recetara un tratamiento. Podemos dar un ejemplo: en ningún momento se hace referencia a que, según un estudio hecho por la UNICEF, existen más de 4 millones de niños mexicanos en edad escolar que están fuera de la escuela[2] ¿Qué hace el nuevo modelo educativo ante esto? No es claro.


La carencia de un diagnóstico confiable y veraz que nos permita conocer las situación de nuestro país y específicamente de nuestro sistema educativo nacional, sólo evidencia que se está apuntando a un proyecto que no está fundado en las necesidades específicas y diversas de nuestro contexto. No se afirma la inexistencia de un proyecto, porque lo hay, pero no es un proyecto que tenga su fundamento en la realidad local, sino en las necesidades globales de un sistema civilizatorio que tiene un fuerte énfasis en la dimensión económica de acumulación de capital.


En este sentido hay algo que llama la atención del escritor; recurrentemente, en el texto, se hace referencia a documentos elaborados por, en y desde, algunos organismos internacionales y autores que están pensando la educación con una perspectiva internacional global. En las referencias a pie de página y en el apartado de referencias bibliográficas aparecen organismos como: la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, el Programa de Promoción de la Reforma Educativa en América Latina y el Caribe, UNICEF, UNESCO o autores como Fernando Reimers quien plantean perspectivas globales en educación.


Esto hace más fuerte la percepción de que el proyecto educativo que se pretende impulsar en nuestro país está enmarcado en un proyecto global más amplio. Lo criticable no es que se esté pensando en la relación que el país puede tener con el mundo, sino pensar que ese proyecto global es la única vía para atender y solventar las necesidades urgentes que tenemos en lo local.


En el modelo educativo 2017 no está presente el sujeto de carne y hueso que cotidianamente están conformando y reconfigurando las relaciones del entramado social de nuestro país. El modelo tiene como punto de partida un México imaginario[3] en el que las condiciones de desigualdad e injusticia parecen estar resueltas. Cuando en la construcción del modelo educativo se tiene como –único- horizonte de referencia el proyecto global, se diluyen las especificidades locales y diversas que le dan vida y cuerpo, a la vez que se niega a los sujetos que podrían asumir tal modelo como propio. ¿Sobre qué hombros y entre qué manos se concreta un proyecto pedagógico?


En el documento, con frecuencia se hace referencia a la importancia de que la educación prepare a los estudiantes para la vida, para ser “parte de las sociedades actuales”[4] pero se obvia cuál es esa vida y cómo son esas sociedades actuales en las que vivimos actualmente. Y es en este punto en donde se hace más visible la relación tensa y compleja que existe entre el orden de lo global y el orden de lo local.


Porque existen tendencias globales de concepción de la educación que apuntalan un proyecto pedagógico moderno determinado por las leyes del mercado y la acumulación de la riqueza en cada vez menos manos y, por otro lado, existen resistencias y alternativas locales que construyen proyectos pedagógicos que tratan de atender las condiciones de profunda desigualdad e injusticia social que el proyecto civilizatorio global ha generado. Es claro que se da por sentado que las “sociedades actuales” que tanto se mencionan en el modelo educativo 2017, son las del proyecto que se ha globalizado. Las “otras” sociedades actuales, las del México profundo[5] que vive en condiciones de precariedad, injusticia y diversas formas de desigualdad social son poco o nada visibles, pareciera que esto ya está superado.


Un diagnóstico nos permitiría ver con mayor claridad y precisión las formas en que la dinámica internacional influye o afecta nuestras condiciones. El “nuevo” modelo educativo responde enfáticamente a tendencias internacionales y esto diluye la posibilidad de mirar las circunstancias reales y cotidianas, que revelan las necesidades que el sistema educativo, así como el proyecto pedagógico que contiene, deberían atender.


Cualquier modelo de proyecto que no parte de una realidad concreta, de personas reales y que no es pensado para un contexto situacional específico está condenado al fracaso, o bien, a su necia implantación por la vía de la represión y por vía de los numerosos mecanismos de coerción que se han establecido (y se establecerán), que van desde el sistema de evaluación de carácter punitivo hasta el uso de la fuerza.


Es claro que los tiempos electorales están jugando su papel en la apresurada presentación de un modelo que de innovador no tiene nada, los planteamientos pedagógicos que se presentan de forma escueta fueron novedosos en la década de los ochenta y noventa con la escuela nueva y los cuatro pilares de la educación que planteó Delors[6]. Los calendarios electorales y los compromisos internacionales, así como la sordera de una clase política cada vez más soberbia y alejada de los actores con voz legítima y fundada sobre el tema, fuerzan un proyecto que no se sintoniza con los tiempos y elementos necesarios que se requieren para la puesta en marcha de una verdadera revolución pedagógica que posibilite la construcción de un mundo diferente y mejor al que tenemos hoy.

REFERENCIAS


[1] http://www.elfinanciero.com.mx/nacional/reforma-educativa-es-la-mas.html


[2] UNICEF (2016) Niños y niñas fuera de la escuela. México. El informe está disponible en:

https://www.unicef.org/mexico/spanish/UNICEF_NFE_MEX.pdf


[3] Bonfil Batalla, G. (1987). México Profundo. Una civilización negada. SEP/CIESAS: México


[4] SEP (2017) Modelo educativo para la educación obligatoria: educar para la libertad y la creatividad. México. p. 61


[5] Bonfil Batalla, G. (1987). México Profundo. Una civilización negada. SEP/CIESAS: México


[6] Delors, Jacques, La educación encierra un tesoro, Ciudad de México, UNESCO, 1994.


 
 
 

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