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Entre crisis y política económica: el recorte a Conacyt

  • Octavio Solís
  • 14 mar 2017
  • 4 Min. de lectura

El presupuesto es el Estado desnudo de toda pretensión ideológica

Schumpeter


Ante la más mínima sacudida económica en México, lo primero que uno piensa es: ahí vienen los recortes al gasto público, sobre todo en la inversión a educación y salud. Pensamiento normalizado a fuerza de costumbre. El razonamiento que sustenta este estilo de gobernar, es que frente a una crisis económica hay que ahorrar. Lo anterior pareciera entonces, una decisión de económica pura, pero si observamos la distribución del presupuesto en perspectiva, sobre todo en los últimos 40 años, nos daremos cuenta que en realidad está basado no en criterio económico, sino en una política económica.


La diferencia entre ambas, es que la primera es una decisión conforme la escasez lo permite, es decir, todas las decisiones son económicas, sin embargo, lo segundo es la distribución de esos escasos recursos a partir de un criterio ideológico y político, también indisoluble al tema económico. Finalmente en la distribución del presupuesto quedan expuestas las verdaderas intensiones ideológicas desprovistas de demagogia discursiva.


Eso es lo que ha pasado con la designación del presupuesto a educación; basado principalmente en una política económica, que a pesar de su fracaso, la clase política aún sostiene. Los indicadores muestran el decrecimiento del financiamiento en todos los rubros a educación desde 1982, año en que las élites dan el viraje hacia un modelo de Estado neoliberal, hasta 1987, cuando empieza a recuperarse la inversión educativa. En resumen, optimizar los recursos es una decisión económica, pero priorizar y planear dicha optimización es ideología. Pues la jerarquización de los recursos estará determinada por los intereses que se defiendan.


Invertir en educación y sobre todo en innovación científica es apostar por una estrategia de largo aliento, por encima de un sexenio, de ahí que el recurso fácil para salir de una crisis económica sea el sacrificio de estrategias que rendirán fruto en por lo menos 20 años, y por lo tanto, recurrir a la apuesta de corto plazo con el blindaje económico de empréstitos que sólo ahondan el déficit de las finanzas públicas, pero que salvan paliativamente la inestabilidad económica. Es la falta de estadistas y la abundancia de políticos lo que ha derivado en un modelo económico basado en el despojo y en improvisaciones políticas de corto plazo.


Ese es el trasfondo del recorte brutal al presupuesto del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) a finales del año pasado, que respecto al antepasado es menor en un 22.5%. Es verdad que no son los años del sexenio de Vicente Fox, cuando el precio del petróleo rondaba en 100 dólares el barril, y que ahora se encuentra en menos de 40 dólares, lo que significa que se depreció en un 60% su valor en los últimos 10 años, y si a esto le agregamos que el 40% del erario proviene de Petróleos Mexicanos, pues en parte ahí está la explicación del recorte a Conacyt.


Pero sucede que no son suficientes estos indicadores para justificar un recorte tan drástico al sistema de posgrado en nuestro país. El presupuesto de egresos, para este año 2017, sufrió, en lo general, un recorte de 239 mil millones de pesos, mientras que el rubro a educación, en todos sus niveles, se redujo en 31 mil millones de pesos. Sólo hubo una institución pública de educación superior que obtuvo un incremento, ínfimo, pero incremento finalmente: la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) con un 0.6% respecto del año pasado.


A todas las universidades públicas, incluidas la Universidad Autónoma Metropolitana, el Instituto Politécnico Nacional, el Colegio de México, se les otorgó un presupuesto menor, con una baja del 3% en promedio. A la Secretaría de Educación Pública se le redujo su presupuesto en más del 15%. El grave problema con esta distribución diferida es que fragmenta el sistema educativo, no permite fortalecer la educación pública desde un modelo integral. El criterio como siempre, es político, ni pedagógico ni realmente económico, pues el financiamiento al ejército, a los partidos políticos, al Instituto Nacional Electoral, apenas fue tocado.


La única buena noticia respecto al recorte al Conacyt, es que no se redujo el número de becas en este 2017, el plan de austeridad del Consejo se dirigió principalmente en gastos administrativos, aunque sacrificó de inmediato a los becarios activos, al cambiar la unidad de medida para el aumento de las becas que se otorga a inicios de año. La base para el incremento de las becas de los posgrados era el Salario Mínimo, ahora se aplica la Unidad de Medida y Actualización (UMA).


Recordemos que para este año el Salario Mínimo aumentó 9.5%, pero para no disparar el monto de algunos cobros como las multas de tránsito, se creó la UMA, que aumentó en un 3%; misma tendencia de incremento anual según el Salario Mínimo hasta 2016. Así las cosas para este arranque de año, con una crisis económica devastadora y una distribución del presupuesto sin un plan integral en educación, ni mucho menos una estrategia de largo plazo en el que la investigación y la innovación científica se conviertan en el centro del desarrollo nacional.


 
 
 

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