Encuentro Egregio con Jean Paul Sartre
- Guillermo Ochoa-Montalvo*
- 6 mar 2017
- 2 Min. de lectura
Con pipa en mano, me dice Jean Paul Sarte, "Como todos los soñadores, confundí el desencanto con la verdad", a lo que le respondo, México también.
Entonces, ajustándose las gafas, replica Jean Paul: Desconfío de la incomunicabilidad; es la fuente de toda violencia. Y me quedo pensando en ello...

--Pero Jean Paul, los mexicanos soñamos con un país distinto, un país donde la justicia impere... Y sin esperar todo mi rollo, le echa un vistazo a las piernas de Simonne, y me dice: "Soñar en teoría, es vivir un poco, pero vivir soñando es no existir"
--Mira, Jean Paul nosotros los mexicanos quisieramos hacer libremente lo que quisiéramos... salir, viajar, hablar sin temor... Jean Paul le da un sorbo al café chiapaneco, y responde:"ustedes no han entendido que la felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace"
Jean Paul Sartre camina de un lado a otro; lee las noticias de ciertas leyes de seguridad que tratan de imponer en México y me suelta a bocajarro: "Los cobardes son los que se cobijan bajo las normas."
--Simone de Beauvoir y tú modificaron la historia y su propia historia, ¿México no podría hacerlo?, Jean Paul. El filósofo, besa a Simonne, le acaricia las nalgas con suavidad y al final le brinda una palmada, lo cual indica que desea más tabaco y café mientras lacónicamente, comenta: "Incluso el pasado puede modificarse; los historiadores no paran de demostrarlo".
--¿Y qué vamos a hacer los mexicanos con tanta maldad, Jean Paul? Sartre, hojea su novela la Nausea, como queriéndome dar un mensaje con ella, y sólo balbucea: "Lo más aburrido del mal es que a uno lo acostumbra".
--Mira, Guiyermo, no hay necesidad de fuego, el infierno son los otros. Trata de amar al prójimo. Ya me dirás el resultado. No te olvides que cuando los ricos se hacen la guerra, son los pobres los que mueren.
Escucho a Jean Paul Sartre, mientras la ráfaga de metralla se escucha en las calles de Monterrey..
Ahora, Jean Paul cierra el libro El Ser y la Nada, expulsa una voluta de humo con aroma a maple, cambia de anteojos, se acomoda el abrigo y concluye: --Mira, Guiyermo, no perdamos nada de nuestro tiempo; quizá los hubo más bellos, pero este es el nuestro.
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