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Un mundo que no siente

  • Montserrat García Rivera
  • 15 feb 2017
  • 5 Min. de lectura

“Veo como la falta de solidaridad está haciendo de este mundo un mundo donde nos importa más cuando alguien está enfermo de gripe que cuando alguien tiene el corazón roto”

No es un secreto el acontecimiento que tuvo lugar el 18 de enero del año en curso en el Colegio Americano del Noreste de Monterrey, en el que un niño portaba un arma y atentó, no solo contra la vida de sus compañeros, sino contra la de el mismo; dicho esto, y sin la intención de restarle importancia a la noticia, no es de lo que quiero hablar; pero situaciones como esta, y como todo lo que ha estado pasando en el mundo en los últimos meses, solo han hecho que las mismas preguntas retumben una y otra vez en mi cabeza… ¿En qué clase de mundo vivimos? ¿Qué mundo estamos creando? ¿Qué pasa por la mente de personas que asesinan niños y niños que asesinan personas? ¿Qué estamos haciendo mal? Las respuestas ante la sociedad podrían parecer muy simples, culpando a los medios de comunicación, al gobierno, a la monogamia, a los problemas políticos entre un lugar y otro y por supuesto a cada núcleo social por el que nos mostramos inconformes, sin embargo nos hemos olvidado de la objetividad y de la empatía.


Yo me imagino en los zapatos de un niño matando a otro y solo pienso en soledad y desesperación; me imagino en los zapatos de un soldado soltando una bomba a un hospital lleno de niños heridos y refugiados y solo pienso en frustración y miedo; Me imagino en los zapatos de un líder dando órdenes de atentar contra un ser humano, sus derechos y valores y solo pienso en egoísmo y abuso del poder. Y probablemente es lo que viene a la mente de muchos de ustedes cuando se paran un minuto a hacerse estas preguntas pero, ¿De dónde vienen esas emociones? ¿Cuál es el detonante para que un ser humano actúe de esta forma y se refugie en el mal manejo de sus emociones? No soy experta, pero si soy observadora y durante las últimas semanas del 2016 y primer mes de este año he notado como algunos padres de familia dejan solos a sus hijos la mayor parte del tiempo, me ha sido suficiente escuchar a un niño decir que no pudo hacer la tarea porque sus papás llegaron muy noche para darme cuenta que estamos viviendo una etapa en la que el trabajo se convirtió en la prioridad número uno, y seamos honestos, ya ni siquiera es una prioridad por la manutención de un hogar si no por la necesidad de ser parte de una clase social; he notado la desesperación de una niña porque le dejaron mucha tarea y sus papás no van a estar para ayudarla porque llegan muy tarde; y esto no se trata de si los padres deben o no ayudar a sus hijos con la tarea, se trata de que niños que no necesitan esa ayuda la están pidiendo a gritos silenciosos solo para no estar solos; he notado como la frustración y el miedo invaden a las personas de una manera tan impresionante que las conducen a tirar la toalla, a aventar y golpear las cosas (en el peor de los casos a las personas que les rodean), a consumir drogas y por supuesto, a matar; He notado como el egoísmo puede hacer que pasemos por encima de los demás sin asumir las consecuencias y sin pensar en el ser que estamos pisando, sin pensar en cómo esa situación le va a afectar; Me ha tocado vivir en un país, en un mundo, donde nos enseñan a ser competitivos, a ser mejores, a conseguir lo que queremos; pero jamás nos enseñan a competir de manera limpia, jamás nos enseñan que ser el mejor no significa que los demás sean menos, no nos enseñan que las luchas que conseguimos mediante el esfuerzo y dedicación son mejores que aquellas que libramos suciamente, y no nos lo enseñan ni lo dicen porque al mundo de hoy no le importa que la personas seamos buenas en algo, le importa que seamos eficientes para que el “sistema” siga funcionando como se quiere.

Fotografía de Mongarive


Y es triste, vivir y darte cuenta que gente muy cercana a uno mismo este cumpliendo con el “prototipo de eficiencia para el sistema” porque esas personas van por la vida pasando de largo algo que es muy importante y de lo que nos estamos olvidando, los sentimientos de los demás; Muchos de los países de primer mundo y que son reconocidos por tener los mejores sistemas de educación le dan un peso muy grande a la educación emocional y social en el desarrollo del ser humano; en estos lugares tienen como objetivos de las materias el aprender a ser empático, a tener autoestima, el ser sociable… el sentir amor, y creo que al mundo en general le hace falta un mucho de todo eso porque he visto la falta de empatía que tenemos las personas hacia los demás y por lo que el mundo es un lugar donde no nos importa que una ambulancia venga detrás de nuestro auto cuando llevamos prisa y preferimos estorbar en el camino de la vida y seguridad de otro ser humano que llegar tarde a un lugar nosotros; veo como la falta de sensibilidad está ocasionando que la sociedad permita, participe y oculte el matar a un animal de formas muy dolorosas; sea perro, gato, foca, jaguar, gorila o incluso un humano para mí sigue siendo asesinar a sangre fría; veo como la falta de solidaridad está haciendo de este mundo un mundo donde nos importa más cuando alguien está enfermo de gripe que cuando alguien tiene el corazón roto, y la lista de situaciones ocasionadas por la falta de valores y sentir es interminable, ¿por qué? Porque los sentimientos no nos importan, no se ven como el éxito de alguien, no se tocan como el dinero, no saben cómo un buen vino, no se escuchan como un concierto, no huelen como una gran fragancia, tan solo se sienten, y la actualidad es una época infestada de personas ricas, exitosas, “útiles”, preparadas y que cumplen con todos los factores que el “sistema” requiere pero que, penosamente, la gran mayoría están vacías del corazón.

Es momento de dejar de preguntarnos ¿Qué está pasando? Y mejor preguntarnos ¿Qué me está pasando?, de dejar de preguntar ¿Por qué están haciendo mal? Y preguntarse ¿Qué voy a hacer yo bien?, de cambiar el ¿Qué voy a lograr y cómo? Por el ¿Qué voy a sentir cuando lo logre?


No se pregunten porque hay personas capaces de matar, porque la respuesta sería muy compleja e incluso insatisfactoria; pregúntense porqué hay personas capaces de romper el corazón, las ilusiones, los sueños y metas de alguien más y les aseguro que, todos los que lo hemos hecho, conoceremos que ninguna respuesta justifica la acción.

No es un secreto el acontecimiento que tuvo lugar el 18 de enero del año en curso en el Colegio Americano del Noreste de Monterrey, en el que un niño portaba un arma y atentó, no solo contra la vida de sus compañeros, sino contra la de el mismo; dicho esto, y sin la intención de restarle importancia a la noticia, no es de lo que quiero hablar; pero situaciones como esta, y como todo lo que ha estado pasando en el mundo en los últimos meses, solo han hecho que las mismas preguntas retumben una y otra vez en mi cabeza… ¿En qué clase de mundo vivimos? ¿Qué mundo estamos creando? ¿Qué pasa por la mente de personas que asesinan niños y niños que asesinan personas? ¿Qué estamos haciendo mal? Las respuestas ante la sociedad podrían parecer muy simples, culpando a los medios de comunicación, al gobierno, a la monogamia, a los problemas políticos entre un lugar y otro y por supuesto a cada núcleo social por el que nos mostramos inconformes, sin embargo nos hemos olvidado de la objetividad y de la empatía.


Montserrat García Rivera Escritora y fotógrafa

Siguela en Instagram como: mongarive

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