El fenómeno Trump y sus implicaciones para nuestro entendimiento de lo político.
- Fernando Luna Hernandez
- 6 feb 2017
- 4 Min. de lectura
La llegada a la presidencia de Estados Unidos de América del magnate Donald Trump ha implicado un enorme reto para la comprensión de todos los que, de una u otra forma, buscan entender la realidad política contemporánea. Su designación como candidato republicano y su victoria frente a la candidata demócrata Hillary Clinton ha roto con la imagen de estabilidad que ha imperado sobre el sistema político estadounidense por lo menos desde el fin de la segunda guerra mundial.

A inicios de la década de 1960, se desarrolló un memorable debate sobre la forma en la que se encontraba distribuido el poder en la sociedad estadounidense. El sociólogo C. Wright Mills argumentaba que el país estaba gobernado por una élite que concentraba el poder político, económico y militar. En la base del argumento de Mills se encontraba la idea de que el avance tecnológico había roto la posibilidad de una verdadera comunidad democrática estadounidense que estaba en proceso de convertirse en una sociedad de masas en la que no existe una pluralidad de públicos capaces de producir, recibir y replicar opiniones.
Por su parte, el politólogo Robert Dahl mostró en su libro Who Governs? cómo en la ciudad de New Haven, Connecticut, el poder estaba distribuido entre diversos grupos cuyas desigualdades no eran acumulativas, es decir, que la mayor concentración de una forma de poder en un determinado grupo, por ejemplo, el poder económico, no implicaba que esto mismo sucediera respecto a otra forma de poder, por ejemplo, el político.
Este debate es considerado clásico dentro de la ciencia política y en buena medida ha estructurado la forma en la que se estudian y se evalúan a todos los sistemas políticos. En especial, la visión de Dahl ha permitido la creación de un modelo con el que se comparan distintas sociedades y se mide su éxito o fracaso al acercarse a ese tipo ideal.
En buena medida, puede decirse que las posturas de Mills y Dahl se vieron rebasadas por los acontecimientos posteriores. El primero tuvo el mérito de ser una de las primeras voces que criticó al sistema político estadounidense. Desafortunadamente, murió sin ver la emergencia de los movimientos por los derechos civiles y pacifistas que desafiaron al establishment en la segunda mitad de la década.
La postura de Dahl apareció como victoriosa por su rigor metodológico frente a la argumentación de Mills, sin embargo también fue cuestionada por la aparición de movimientos sociales disruptivos frente al orden liberal imperante en la sociedad estadounidense durante la Guerra Fría. En esa época quedaron en entredicho las virtudes del sistema político norteamericano y su capacidad para procesar los conflictos y mantener la estabilidad, una postura axiológica que Dahl compartía con el enfoque del estructural-funcionalismo en sociología.
La llegada al poder de Donald Trump ha roto la imagen de estabilidad que tradicionalmente ha proyectado el sistema político estadounidense y que la ciencia política, desde Dahl, ha promovido como el modelo a seguir a nivel mundial. Sin embargo, como en los años sesenta, la sociedad civil estadounidense ha dado muestras de gran vitalidad. Las acciones llevadas a cabo por el reciente gobierno han sido confrontadas por actores políticos y sociales del más diverso tipo.
Las respuestas a nivel institucional han incluido declaraciones públicas y acciones por parte de miembros del poder judicial y legislativo. Y dentro de la sociedad civil se han alzado distintas voces, algunas defendiendo al viejo establishment político y otras que buscan resistir frente a los embates de Trump contra los avances logrados en materia de libertades civiles y democráticas.

Hasta ahora, parece ser que las medidas impuestas por el magnate han encontrado oposición por parte de medios de comunicación importantes y dentro del aparato estatal, con los famosos checks and balances del sistema norteamericano. Sin embargo, estos diques pueden ser rebasados en el futuro por el presidente Trump, sobre todo con la influencia que puede tener sobre el Poder Legislativo a través de los representantes republicanos cercanos a su causa y al desarrollar una nueva relación con los medios de comunicación que podrían darle un poder autocrático, como teme el comentarista neoconservador David Frum.
No deja de ser significativo que la presidencia de Trump haya roto la inercia que se había mantenido en el escenario político del vecino país del norte, donde se asumía una especie de equilibrio mantenido por el orden liberal, que ocultaba importantes desigualdades económicas y sociales, así como conflictos políticos y culturales de enorme relevancia. Hace algunos meses, el filósofo Slávoj Zizek declaró su preferencia por Trump con un argumento similar.
El gran despertar vaticinado por el filósofo esloveno se ha materializado en protestas y manifestaciones a lo largo de Estados Unidos. La crisis que el ascenso de Trump ha provocado dentro de lo que podemos definir como el consenso ortodoxo entorno a la democracia liberal, puede servir como una oportunidad para reinventar los discursos y las estrategias políticas de los movimientos sociales y los actores políticos, lo que es deseable que también suceda dentro de las categorías con las que las ciencias sociales buscan entender estos fenómenos.
Comments