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La calle Veracruz; una mirada a los espacios de los seres invisibles (parte II)

  • Adrián Rodríguez Tonche
  • 28 oct 2016
  • 8 Min. de lectura

Abstract: Al poniente de la Ciudad de México en la delegación Cuajimalpa de Morelos, existe la calle Veracruz, que principia desde la Avenida Juárez hasta Avenida Contadero. Sería exhaustivo, pero no imposible, realizar un trabajo etnográfico en el área, por lo que delimité el trabajo de campo sólo a la cuadra que es perpendicular con las calles Ocampo y Castorena.

La vertiginosa carrera de los peatones sobre la calle Veracruz es efímera ante la posibilidad de detenerse. Siendo éstos desplazados del espacio de transito por el comercio informal y la basura urbana. Este hecho nos muestra a la sociedad distraída de los elementos y símbolos que se muestra en ella. El objetivo principal de este texto es mirar a través de la calle el uso del espacio de ésta. Así mismo estudiar las estructuras de convivencia e interacción entre el peatón y los comerciantes, con los espacios de tránsito.


VI. No soy monedita de oro pa´ caerle bien a todos


Por la mañana Jorge, el “Bolas”, llega con su pequeño diablito a la calle Veracruz, baja dos bolsas con herramientas, su caja de bolero y su pequeña silla. “Primero lo primero” dice el Bolas sacando sus cepillos y pinturas. Saca una botella y se dirige a la otra acera para llenarla de agua y pasa a comprar un periódico. El “Bolas se mantiene sentado esperando a los clientes, observa el calzado de los peatones y enuncia “una boleada joven” toma el periódico y lee. La zapatería se mantiene en el mismo orden de todos los días, Chong y Jhovas de pie frente a la caja de madera que guarda los Cd´s y Dvd´s. “Esto es de siempre joven, la gente siempre camina en la calle y más con estas macetas (señala las grandes macetas) no hay espacio para que la gente se sienta cómoda al caminar” dice el Bolas cuando le realizo la entrevista. Los comerciantes no se sienten presionados por el espacio limitado, ellos hacen que el espacio sea más útil para ellos. Un señor de aspecto serio recoge la basura de la calle obstruyendo al peatón con su diablito. El Ruco le habla al señor diciéndole que no se ponga en esa posición porque estorba y puede ocasionar un accidente. Los comerciantes conocen el espacio el ir y venir constante por donde transita el peatón, antes de abordar el autobús mantienen entre ellos charlas efímeras y abordan. El Bolas mantiene distancia, permanece sentado sobre su pequeña silla y lee el periódico. La aglomeración de la gente empieza a ser mayor al medio día. En la zapatería la charla es efímera entre los comerciantes hay una especie de barrera invisible entre ellos, cada quien en su labor. El Paletas compra cigarros con el Bolas y solo ahí es cuando empieza un intercambio de palabras. Observo que no se dan detalles al conversar, “así es esto joven, uno no es monedita de oro pa´ caerle bien a todos” dice el Bolas mientras pinta la parte superior de los cepillos.


VII. Más sabe el diablo por viejo que por diablo

Hay que conocer muy bien la calle para transitar en ella; el peligro es constante, la calle presenta riesgos simples que provocan graves accidentes. Al mismo tiempo la calle es el espacio donde la experiencia de los comerciantes es puesta a prueba. El Ruco sabe moverse en ella; el autobús avanza lentamente y él sube con agilidad sobresaliente, no titubea ni un momento. El autobús no se detiene y el Ruco baja a la calle mientras el autobús avanza, tres pasos ágiles en un limitado espacio y está sobre la calle nuevamente. La manera de moverse de los comerciantes es improvisada, siempre atentos a cualquier percance, de vez en vez realizan el trabajo de un oficial de tránsito vehicular, ya que son los comerciantes quienes regulan la movilidad de los autos que transitan en la calle Veracruz. El conflicto con el automovilista y con el peatón es común, el andar desesperado del peatón siempre lo mantiene distraído sobre la acera; el comerciante tiene que estar atento para no colocarse frente el andar del peatón o de algún automovilista. La experiencia de los comerciantes se encuentra entre los tres y cinco años sobre las calles. Un paso equivocado y un accidente inminente es el resultado.


VIII. El caciquismo: no tiene la culpa el indio sino el güey que lo hace compadre


No pasa el medio día aún, los comerciantes de línea me hacen una señal para que me acerque a ellos, “aquellos que vienen allá son los de vía pública” me comenta Aguigol, señalando a un grupo de hombres con chalecos rojos que se acercan sobre la acera, impreso en los chalecos el logo institucional de la delegación de Cuajimalpa. Todos ellos con grandes gafas oscuras, la reacción de los comerciantes de piso al verlos acercarse es levantar apresuradamente la mercancía que se encuentra sobre las macetas. Entre el grupo de hombres sobresale una mujer con gafas que pertenece a vía pública. La mujer se acerca a la acera y se detiene, al momento los comerciantes huyen sobre la calle por el temor de que su mercancía le sea quitada. El caminar de la mujer sobre la acera es lento, se detiene a un costado de una camioneta, charla con un comerciante de flores y este va a la cabina de la camioneta, la mujer se acerca, le da la mano y se despide. En este caso, podría mencionar que el caminar lento de la mujer y la charla, no solo es una simple charla ni un simple caminar, sino es algo más y aquí nuestra interpretación es trabajo etnográfico.[11] La observación de las acciones de la mujer implica no solo una observación superficial sino más crítica; esto es, una interpretación etnográfica. El ofrecerle la mano al comerciante y la charla a un costado de la camioneta toma otro significado; puesto quien está hablando es un servidor público y el otro es solo un comerciante. La observación en este caso implica encontrar el verdadero significado de la relación entre un servidor público y un comerciante. “El análisis consiste pues en desentrañar las estructuras de significación.”[12] Así mismo como la relación que se mantiene entre el comerciante y estos actores (representantes de vía pública) que intervienen en el espacio. En relación con los nuevos actores en la calle, podemos decir que el comportamiento de los comerciantes está determinado por la aparición de este grupo de personas. Por otra parte, la charla de esta mujer con el comerciante se vincula a las relaciones de poder. “Con nosotros no se meten los de vía pública, a los que chingan son a los de piso” me comenta el Ruco. La interpretación entre los nuevos actores y los comerciantes ofrece la noción de caciquismo[13]. Los servidores públicos que regulan el espacio de tránsito peatonal son llamados por los comerciantes como “renteadores”, esto debido a la ilegalidad de los comerciantes de piso sobre el espacio de tránsito peatonal, ya que se les obliga a ofrecer una cuota a los servidores públicos. No obstante, para los comerciantes es mejor pagar la cuota a que su mercancía les sea despojada. Así pues, la interpretación de los actores diversos en el espacio de tránsito se encuentra en un conjunto de redes de poder y sobrevivencia por el espacio, así mismo dentro de una cultura de “dichos” que tejen la relación y el comportamiento del día a día de la comunidad de comerciantes.


IX. EL atardecer invisible

Durante las últimas horas del día, los comerciantes se mantienen bajando y abordando autobuses sobre la calle. El Ruco se mantiene quieto recargado sobre la valla metálica, la bolsa de chocolates está casi vacía. Aguigol está dentro de un autobús, un nuevo comerciante de línea se acerca a platicar con el Ruco, es el “Broncolin” quien se despide del Ruco “este es el último y me voy” dice el Broncolin, al momento aborda un autobús y se marcha. En la calle Veracruz empieza a ocultarse el sol, Aguigol aparece con una bolsa de chocolates y empieza a amarrala por la parte superior, la herramienta de trabajo de los comerciantes son las bolsas de plástico y de vez en cuando el Ruco lleva consigo una pequeña hielera. Al momento de percibir el cuidado que le dan durante el día a las bosas o caja para guardar su mercancía recordé la importancia de la herramienta para cualquier tipo de trabajo desde el cepillo del bolero, hasta la bolsa plástica que manejan los comerciantes. En el apartado sobre materiales y herramientas Antonio Zirión dice:


En contraposición, desde el punto de vista de la antropología de las asociaciones, cualquier objeto que modifique el estado de las cosas, marcando una diferencia, es un actor.[14]


El producto de la venta durante el día es sustituido dentro de las bolsas plásticas por nuevo producto. Los comerciantes se dirigen a la dulcería y comparan su producto mientras las bolsas las guardan para reutilizarlas. Anochece y las lámparas de la calle se encienden, los automóviles iluminan la calle, el frío empieza a sentirse con más intensidad. El Ruco baja de un autobús y la bolsa de chocolates está vacía. “Ya me voy a mi casa” dice el Ruco mientras enciende un cigarro, Aguigol se acerca y se despide. La noche sobre la calle Veracruz empieza a iluminarse, el espacio de tránsito peatonal parece quedarse vacío. El Muégano sonríe y conversa con un chofer de autobús, apunta sobre su libreta y se despide. La calle ha quedado casi vacía, los vagabundos se tiran sobre la acera, las cortinas del mercado empiezan a cerrarse y los automóviles son cada vez menos sobre la calle. Los peatones ahora caminan despacio, la música frente a la zapatería se apaga, Jhovas y Chong se despiden, suben a un auto la mercancía y se marchan. Sobre la esquina está el Bolas esperando su autobús carga una mochila y entre las manos sostiene el diablito, aborda el autobús y se marcha. Las macetas se han quedado vacías, la zapatería baja las cortinas metálicas y la calle se apaga de todo movimiento. Ahora el espacio no es de nadie.

[11] “Lo que en realidad encara al etnógrafo (salvo cuando está entregado a la más automática de las rutinas que es la recolección de datos) es una multiplicidad de estructuras conceptuales complejas, muchas de las cuales están superpuestas o entrelazadas entre sí, estructuras que son al mismo tiempo extrañas, irregulares, no explícitas, y a las cuales el etnógrafo debe ingeniarse de alguna manera, para captarlas primero y explicarlas después”. Cliffort Geertz La interpretación de las culturas (Barcelona: Gedisa, 2005) 24.

[12] Zirión, La construcción del habitar, p.24.


[13] “El caciquismo, por consiguiente, es un subgrupo muy grande dentro de un universo aún más vasto de sistemas clientelistas. Dichos sistemas se conciben típicamente como jerarquías que encarnan autoridad, pobladas por actores de poder y estatus desiguales que están vinculados por nexos de reciprocidad (también desiguales, claro)” Alan Knight Cultura política y caciquismo (Mexico: Letras Libres, 2000) http://www.letraslibres.com/revista/convivio/cultura-politica-y-caciquismo


[14] Zirión, La construcción del habitar, p. 132-133.

Bibliografía


Antonio Zirión Pérez. La construccion del habitar Transformación del espacio y cultura albañil en la ciudad de México a principios del siglo XXI. México: Universidad Autónoma Metropolitana, 2013.

Geertz, Clifford. La interpretación de las culturas. Barcelona: Gedisa, 2005.

Alan Knight Cultura política y caciquismo (Mexico: Letras Libres, 2000) http://www.letraslibres.com/revista/convivio/cultura-politica-y-caciquismo

Adrián Rodríguez Tonche, Coatzacoalcos Veracruz 15 de julio de 1990. Estudiante de la licenciatura en Humanidades en la UAM Cuajimalpa. En 2014 recibió la primera mención honorífica en el concurso de poesía de la ciudad de Coatzacoalcos con la obra Astilleros. Durante los años 2010-2015 ha participado en diversas publicaciones de antologías poéticas, así como en lecturas de poesía en el sur del estado de Veracruz y la Ciudad de México. Ha colaborado para diversas revistas digitales como A Buen Puerto, Minificción, Hologramma, Revista La Otra, Revista Raíces, Entreverando, Revista Revarena, Revista Monolito. Actualmente es colaborador de la revista digital Contratiempo Revista.

Fotografías por Ximena Mendoza Calderón.

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