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Encuentro egregio con Jorge Luis Borges y María Kodama

  • Guillermo Ochoa-Montalvo*
  • 4 sept 2016
  • 8 Min. de lectura

Abstract: « “Yo pronuncio ahora su nombre, María Kodama. Cuántas mañanas, cuántos mares, cuántos jardines del Oriente y del Occidente, cuánto Virgilio". Vea, no le dediqué mi vida; pero le ofrendé poemas y libros como “La Luna”, los compilados en “La Cifra” y los libros: “Historia de la noche” y “Los conjurados”, ¿le parece poco? » responde Borges en encuentro con Guillermo Ochoa-Montalvo, quien habla con el escritor argentino sobre su relación con María Kodama.




Encuentro a Jorge Luis Borges en su casa de la calle Tucumán, en Buenos Aires, donde nació en 1899. Lo encuentro rodeado de libros, manuscritos y su bastón en la mano, mirándome con desdén; pero me dice: Charlemos, como se dará cuenta, “Estoy solo y no hay nadie en el espejo”. ¿Sabe? “La paternidad y los espejos son abominables porque multiplican el número de los hombres”. Por ello, nunca tuve un hijo.


En uno de los muros cuelgan las fotografías de sus mujeres, quienes le amaron por su genio y le abandonaron por su mal genio, celos e inestabilidad, o quizá, por la sobreprotección de su madre o por otros hombres más carnales.

Identifico los retratos de sus esposas: Elsa Astete Millán y a María Kodama, a las otras 12 compañeras sentimentales, prefiero no mencionarlas. Al final, fue María Kodama, quien lo acompañaría inseparablemente desde 1976 hasta el día de su muerte en 1986. Pues como él dijo: “Uno está enamorado cuando se da cuenta que otra persona es única”.


Cuando María Kodama atraviesa por el salón, Borges, le pide: ── Traiga dos copas y tome asiento entre nosotros. Jorge Luis y María, nunca se tutearon, quizá por los 38 años de edad que los separaban.


── Usted fue muy valiente al casarse con una mujer 38 años más joven, le digo; y sin pensarlo me responde con una sonrisa fingida, ── “Me gustaría ser valiente. Mi dentista asegura que no lo soy”.


── Jorge Luis, usted les escribió a las mujeres de su vida; pero, me pregunto, en verdad, ¿las amó o fueron su motivación para escribir poemas y novelas? ─ Mire Guillermo, “Cada persona que pasa por nuestras vidas es única. Siempre deja un poco de sí; y se lleva un poco de nosotros”. Ellas, me brindaron cobijo; y yo, les correspondí con poemas.


María se sienta a mi lado, me tiende una copa de vino, y le pregunto cómo conoció a Borges. María alisa su falda larga, cruza la pierna y entornando los ojos me dice: ── Cuando yo tenía 5 años mi maestra nos leyó un poema dedicado a Beatriz Bibiloni Webster, que decía: “I offer you lean streets, desperate sunsets, the moon of ragged suburbs. / I offer you the bitterness of a man who has looked long and long at the lonely moon…” Al escucharlo, lo traduzco en mi pensamiento: “Te ofrezco calles magras, atardeceres desesperados, la luna de los suburbios irregulares. / Te ofrezco la amargura de un hombre que ha mirado largamente la luna solitaria ...”. Y comprendo que, desde entonces, no le mintió.


María continúa explicándome cómo se conocieron.


── Fíjese que en 1949, cuando yo tenía 12 años, mi padre me llevó a una conferencia donde lo vi por primera vez. Luego, en 1953, ya a los 16 años, participé en un seminario de poesía épica y comencé a frecuentar su casa esporádicamente. Pero, fue hasta 1973 cuando empecé a trabajar como su secretaría, que ya no me separé de él, sino hasta el final de sus días. Borges interrumpe a María para acotar: ── La señora Kodama fue mi lazarillo, mi lectora incansable, mi guía, mi voz y mis manos; la enamoré advirtiéndole: "... puedo ofrecerte mi soledad, el hambre de mi corazón. Estoy tratando de sobornarte con mi incertidumbre, con mi peligro, con mi derrota..." Y ella, así bajo advertencia, accedió, porque a mí, Jorge Luis Borges, siempre me cautivaron las mujeres intelectuales y atípicas.


── Eso es cierto, Guillermo ─interrumpe María─, el señor Borges “nunca tuvo idea de cómo llevar a una mujer a la cama”. Fueron sus letras quienes servían de hilo conductor entre la palabra y la cama.


Trato de hacer memoria y le digo: ── Pero ustedes y se frecuentaban antes de 1973, ¿cierto? ── Cierto, Guillermo. Borges y yo, estudiamos juntos en 1971, anglosajón e islandés antiguo. A partir de ahí, se tejió nuestra historia. Colaboré en la “Breve antología anglosajona”; “Atlas”; y con él traduje “La alucinación de Gylfi”, de Snorri Sturluson; luego prologué el libro de “La almohada”, de Sei Shonagon.


── Disculpe la curiosidad, María; pero, no sintió miedo de relacionarse con un hombre 38 años mayor que usted, le pregunto ruborizándome. Con una sonrisa condescendiente, responde: ── Mire, mi padre Yosaburo Kodama, me inculcó el sentido del honor, el deber y la responsabilidad; de él aprendí que todo está permitido, siempre y cuando uno tome plena conciencia de las consecuencias de sus actos. Yo quise ser marinera, y no renuncié por miedo sino porque esa actividad estaba reservada a los hombres; y ya ve; terminé enfrascada en la literatura. A mí nunca me agradaron los cumpleaños ni cultivar amistades, siempre fui distinta a los demás chicos y me aislaba. Mi vida giró en torno al estudio.


── Y usted, Jorge Luis, ¿Qué nos dice? ── “Yo pronuncio ahora su nombre, María Kodama. Cuántas mañanas, cuántos mares, cuántos jardines del Oriente y del Occidente, cuánto Virgilio". Vea, no le dediqué mi vida; pero le ofrendé poemas y libros como “La Luna”, los compilados en “La Cifra” y los libros: “Historia de la noche” y “Los conjurados”, ¿le parece poco?


── Pero usted encontró en María Kodama su propio paraíso, ¿me equivoco? En medio de su ceguera, Borges, trata de tomar un lápiz. María lo observa, porque si bien es cierto, lo auxiliaba en todo, tampoco lo sobreprotegía y siempre lo dejó valerse por sí mismo, hasta el límite de sus posibilidades. ── Usted, Guillermo debe saber algo; “yo siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca. Para mí, la Biblioteca es una esfera cuyo centro cabal es cualquier hexágono, cuya circunferencia es inaccesible”. Ordenar bibliotecas es ejercer de un modo silencioso el arte de la crítica”; ese fue mi verdadero paraíso.


── ¿Se siente orgulloso de lo que escribió?, le pregunto, mientras lo veo mirando al horizonte como quien viaja en su interior. ── De ninguna manera. “Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído. Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído...”


── ¿Considera usted que todo el mundo debería leer, escribir y hacer literatura? ── ¿Y por qué deberían? “El verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar, no soporta el modo imperativo”. Y sepa usted, “la literatura no es otra cosa que un sueño dirigido”.


── Sus críticos lo han juzgado severamente por sus posturas políticas, ¿Qué me dice de eso? ── “Quizá haya enemigos de mis opiniones, pero yo mismo, si espero un rato, puedo ser también enemigo de mis opiniones”. “Hay que tener cuidado al elegir a los enemigos porque uno termina pareciéndose a ellos”. No sé hasta qué punto un escritor puede ser revolucionario”. “Quienes dicen que el arte no debe propagar doctrinas suelen referirse a doctrinas contrarias a las suyas”. Sepa usted, Guillermo: Hay comunistas que sostienen que ser anticomunista es ser fascista. Esto es tan incomprensible como decir que no ser católico es ser mormón”. “Las tiranías fomentan la estupidez...” Mire, al final, “todas las teorías son legítimas y ninguna tiene importancia. Lo que importa es lo que se hace con ellas”.


── ¿Se inclina entonces usted, por la democracia, Maestro?, le pregunto dándole un sorbo a la copa de vino. ── No. “La democracia es una superstición muy difundida, un abuso de la estadística”. “Yo creo que habría que inventar un juego en el que nadie ganara”. “Creo que con el tiempo mereceremos no tener gobiernos”. “Nadie es patria, todos lo somos”.


── María le acompañó viajando por todo el mundo; cruzaron grandes distancias por Europa y América, y ella siempre estuvo con usted siempre y para siempre… ── Cuidado, me interrumpe Borges. Toma un largo trago de agua y me responde. ── “Siempre es una palabra que no está permitida a los hombres”. “El tiempo es la materia de la que he sido creado”. “El tiempo es el mejor antologista, o el único, tal vez”. Y en cuanto a los viajes largos, debo decirle que “antes las distancias eran mayores porque el espacio se mide por el tiempo”.


── ¿Le teme a la muerte?


── “La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene”. “Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso”. “No creo en la muerte como una amenaza. ¿De qué otra forma se puede amenazar que no sea de muerte? Lo interesante, lo original, sería que alguien lo amenace a uno con la inmortalidad”. A mi muerte, María, será la heredera Universal; y no sé si con ello le haré un favor o la rodearé de envidias.


── Bueno, le digo, con los dólares podrá crear fundaciones y divulgar su obra. ── “Dólares: Son esos imprudentes billetes americanos que tienen diverso valor y el mismo tamaño”. “Si de algo soy rico es de perplejidades y no de certezas”. “La duda es uno de los nombres de la inteligencia”. Espero que María lo comprenda porque yo le diría, “que cada hombre construya su propia catedral". ¿Para qué vivir de obras de arte ajenas y antiguas”? Ella tiene sus propios sueños, y para mí, “Soñar es la actividad estética más antigua”. “Sólo aquello que se ha ido es lo que nos pertenece”. Entonces, le perteneceré. “Dicen que soy un gran escritor. Agradezco esa curiosa opinión, pero no la comparto. El día de mañana, algunos lúcidos la refutarán fácilmente y me tildarán de impostor o chapucero o de ambas cosas a la vez”.


──Considero, sin embargo, que las Universidades guardarán su memoria reconociendo su obra. ── A ese respecto, quiero decirle: “La Universidad debiera insistirnos en lo antiguo y en lo ajeno. Si insiste en lo propio y lo contemporáneo, la Universidad es inútil, porque está ampliando una función que ya cumple la prensa”.


María le observa embelesada; pero nunca sabré si con esa mirada de amor o simplemente de admiración al genio de Borges.


── ¿Cumplió usted con su destino, señor Borges? ── “Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es”. “Si viéramos realmente el Universo, tal vez lo entenderíamos”.


Al despedirme, María me obsequia una hoja manuscrita sin firma y me recuerda lo que dijo Borges: “he autografiado tantos libros que de seguro un manuscrito mío sin firma, tendrá mayor valor”

Al verlos juntos, en lo que realmente encuentro valor es en la experiencia de haber amado, quizá sin esa pasión de juventud; pero sí en medio de esa pasión por Ser, vivir y aprender a trascender, porque esa sí es una cuestión de amor.

[ Borges murió el 14 de junio de 1986. Sus restos descansan en el cementerio de Plain-Palais. La lápida, cuyo diseño e inscripciones fueron decididas por Kodama, contiene recurrentes referencias al cuento "Ulrica", incluido en El libro de arena. Es que, aseguró alguna vez Kodama, la Ulrica del cuento es ella].



*Guillermo Ochoa-Mintalvo: Columnista, cronista y cuentista defeño radicado en Chiapas desde hace 25 años. Fundador de Columnistas de la Frontera Sur y del primer periódico electrónico de Chiapas en 1997.



 
 
 

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