A qué sabe una mujer
- Vidal Guerrero Márquez*
- 18 jul 2016
- 4 Min. de lectura
Sea el recuerdo grabado en la boca aquel que como hierro candente se grabe para siempre en nuestra memoria. Yo un día lo probé y ya no puedo vivir sin ello. ¿A qué sabe una mujer?
A qué sabe una mujer.
A fruta verde, “a fruta que se muerde y deja un agridulce de perversidad…” fue lo primero que pensé; Agustín Lara no podría estar equivocado, además el propio enrique Serna le da la razón. ¿A chocolate? No, bastante obvio. ¿A sal? Menos, muy prosaico. El dulce sabor de la mujer exquisita es un poema del escritor colombiano Gabriel García Márquez pero en él se habla de muchas cosas, menos del sabor que tienen. Porque todos estamos de acuerdo que tienen un sabor ¿cierto? ¿Pero a qué? ¿A qué sabe una mujer?
A limón. Que no necesariamente se refiera a lo amargo o agrio. El sudor que brota de las sienes de una mujer sabe a limón. Fundido en un abrazo acerca tu boca a este lugar, no basta con un beso para identificar el sabor; es necesario tocar con la punta de tu lengua y es necesario que ella se sorprenda un poco de tu accionar. En ese momento lleva tu lengua de regreso y pásala lentamente por el paladar. ¿Ya lo notaste?
A carne. Sin caer en lo evidente el sabor del bofe está presente; ya no nos damos cuenta. En este mundo de perfumes, cremas corporales y fragancias, el sabor de la carne cruda es placer de sólo unos cuantos que arrebatados por la pasión no pudieron soslayar su primigenia necesidad. Quién como ellos.
A café. ¿El de tus ojos? Ismael Serrano canta en una de sus coplas “el café de mis mañanas, la mano en el sexo, el rumor de batallas”.
A higado y riñón. Sabores no aptos para los apenas iniciados. Existirá todo un ritual para disponer de estos faraónicos sabores pero si eres de ese tipo de hombre que no se sorprenden con nada y creen conocer todo, esto no es para ti. Ni caso tiene que lo intentes pues, hincado frente a tu mujer, serás incapaz de apreciar tremendo tesoro.
A mandarina. El más característico de los sabores femeninos. La diáfana unión entre lo dulce y lo agrio. Se localiza, obviamente, en el sexo de la mujer. Para que sea disfrutable deben presentarse ciertos elementos. El exceso de aseo inhabilita por completo el sabor. Si es de esas personas que se bañan previo a cualquier acto amoroso, entonces tendrá sabor a jabón, y eso es repulsivo. Otra cuestión importante radica en el temple para hacerlo. No es fácil. No sale bien a la primera. Quien te diga que comer una mandarina es fácil es porque nunca la ha disfrutado.
A Ciruela. Justo en las pantorrillas. Las corvas tienen otro sabor, si no te escurre jugo rojo de los labios es porque ya subiste demasiado. Armando Palomas sabe de lo que estoy hablando. Una pantorrilla se muerde justo cuando descansa en tu hombro, sólo ahí está permitido.
A pan de dulce. El que quieras. El que imagines. Es el sabor de las nalgas. Esta sensación proviene desde la apariencia. Morder un pan y que los labios se llenen de azúcar. Es justo lo mismo.
A codorniz en salsa de pétalos de rosa. Tita lo sabía, este es el sabor del amor, de la pasión y del deseo. En este caso, y sólo en este caso en particular debes probar primero el platillo. No lo encontrarás en la fonda de la esquina, ve al centro Histórico, en particular a El cardenal. Pide pato pero guiña un ojo al mesero, esa es la contraseña. Te correrán a patadas del lugar pero afuera te estará esperando quien habrá de llevarte al paraíso, para comerlo debe haber tenida blanca porque lo que probarás es demasiado esotérico para tus pragmáticas papilas gustativas. Indispensable que la receta lleve una gota de sangre producida por las espinas de las rosas. Dicen que después de la primera mordida, el amor de tu vida llega a tu pensamiento y se instala ahí para siempre.
A alfajor. Los labios, sin duda alguna.
A menta. Regresando a puntos anteriores, la boca de una mujer no debe oler a menta, el exceso de higiene perturba la química natural del cuerpo. A menta saben los dedos de los pies, justo en medio de uno y otro. Si a tu mujer los dedos le saben a menta no la dejes ir, hubo otro que los probó y la perdió, ahora sufre cada viernes en una cantina.
A mar. Que no es lo mismo que salado. Como la Venus de Botticelli, toda mujer proviene del mar. Un sabor muy característico de arena, sal, algas y espuma marina. Un sabor metafísico, probarlo es regresar el origen de todas las cosas.
A tierra mojada y pasto recién cortado. Estos son olores pero para el punto es lo mismo. La tierra mojada te recuerda tu infancia. Es la nostalgia en carne viva. El olor a tierra mojada te recuerda a tu primer amor; el pasto recién cortado a la que más te amo; el humo del cigarrillo, lo solo que estás.
A brea. Es el sabor de la mujer prohibida. Cuida no hacerte adicto a este sabor; miles de hombres han perdido su reino sólo por una pequeña probadita más.
A tequila. ¿Recuerdas ese primer trago que te hizo pegar el mentón al pecho y entrecerrar los ojos como para levantar una plegaria al cielo? A eso sabe una mujer cuando la amas y ella te ama a ti.
A qué sabe una mujer.
VIDAL GUERRERO MÁRQUEZ

Autor: Miguel Ángel Garrido Título: Escuchando con atención Técnica: Grabado al aguafuerte y buril Año: 2014 Medidas: 12 x 15.7 cm Serie: Lo que habitamos
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* Vidal Guerrero Márquez: Egresado de la licenciatura en Filosofía por la FES Acatlán (UNAM), actualmente es el responsable del área de Publicaciones en el Instituto mexiquense de la Juventud (IMEJ).
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