¿Quién quiere vivir por siempre?
- Daniel García
- 26 feb 2016
- 3 Min. de lectura
“Rutinarios de la desesperación, cadáveres que se aceptan,
todos nos sobrevivimos y no morimos más que para cumplir una formalidad inútil.
Es como si nuestra vida no se atarease más que emplazar
el momento en que podríamos librarnos de ella”.
Cioran
Pensar en el suicidio siempre resulta un tanto controvertido. No imaginemos siquiera mencionarlo en una charla de café, ya que siempre levanta sospechas acerca de la estabilidad mental o simplemente deja en claro que un individuo podría estar en un momento de depresión, pues se considera que nadie en su sano juicio quisiera dejar de vivir.

Lo cierto es que la idea de aferrarse de una manera irracional a vivir por el tiempo que más se pueda prolongar, peca de incomodidad. Vivir nomás por vivir es uno de los mayores defectos de los individuos, jactados de racionalidad mental. Y a contrario sensu, aquellas personas que deciden vaciar su vida y entregarse al abismo en un acto suicida, son tomadas en son de burla, como seres irracionales, locos, deprimidos, ajenos a la "gratitud" de vivir.
Quizás una respuesta aproximada a la exclusión societaria de los suicidas es que se salen del paradigma. Parece como si se tratase de individuos que, al estar ajenos, deben ser excluidos de las formas de pensamiento habituales, y en consecuencia, no puede considerárseles personas, privándoles del derecho a su personalidad y vida. Sin embargo, me parece que reducir el suicidio a una enfermedad mental es un intento ególatra de controlar y condenar el derecho a la vida y el derecho a la muerte. Reconocer el suicidio como el derecho de los individuos a elegir su muerte es la plena demostración de que existen diferentes formas de vivir y comprender la naturaleza humana. ¿No es lo que pretende la sociedad posmoderna al reconocer todos los pensamientos humanos?
Tachar de loco o enfermo mental aquél que se ha suicidado o tiene intenciones de hacerlo me parece totalmente inconcebible. ¿Qué tan “normal” es decidir cómo queremos vivir y morir, y por qué debe existir armonía en la integración social para mantener los parámetros de la normalidad?
Considero que el suicidio es un acto perfecto porque es la única nactividad humana de la que se puede estar seguro de sus consecuencias. En el suicidiouno no renuncia a la vida, la afirma, pues es en ese preciso momento en que podemos ver todo su esplendor. No es un momento de locura, sino de plena lucidez. Es la conjunción de nuestros mayores miedos con nuestros mayores defectos y nuestras mayores virtudes.

El suicidio forma un equilibrio que afirma la vida: todo, hasta la muerte, es necesario.Se trata, en efecto, de un acto perfecto en lo individual al ser la única actividad humana de la cual no podemos arrepentirnos y que se ejerce con pleno conocimiento de causa. Y también es perfecto en lo social porque ejerce una crítica radical a los convencionalismos sociales, pues derriba la lógica impuesta en la sociedad de que la vida es sagrada. Es un acto de rebelión y desobediencia a lo socialmente aceptado y no reflexionado: la existencia.
En estos términos, negar el suicidio es equiparable a negar la vida misma. ¿Qué mayor demostración de la naturaleza humana que ostentarnos de ejercer nuestros más íntimos deseos en la propia existencia? ¿No es el suicidio una forma de resistir[1] la normalidad de las cosas?Si bien generalmente se concibe al suicidio, ante todo, como un acto de desesperación de un individuo que no quiere seguir viviendo, las justificaciones son demasiado íntimas y por lo tanto, inexistentes, sin embargo, hay una verdad ineludible en toda la situación: la fragilidad de la condición humana es evidenciada como dependiente de la cultura pre-establecida.
Una cultura creadora de un sistema de valores sin sentido: cortina de humo que nos dice a gritos “actúa como todos", que conduce a la culpa y subordinación de los individuos negando la autonomía de la persona misma. Defender el suicidio como un acto de la singularidad humana frente a los convencionalismos sociales no es promoverlo. La vida es hermosa pues sin ella no habría espacio para pensar en la muerte.
[1] “El poder no puede ejercerse sobre el otro más que en la medida en que le queda a este último la posibilidad de matarse, de saltar por la ventana o de matar al otro. Esto quiere decir que en las relaciones de poder existen necesariamente posibilidades de resistencia, ya que si no existiesen posibilidades de resistencia -de resistencia violenta, de huida, de engaño, de estrategias de inversión de la situación- no existirían relaciones de poder.” Foucault, Michel. Hermenéutica del sujeto. La Piqueta. 1984, p. 126.
Fuente de imágenes:
1.- http://imoviequotes.com/wp-content/uploads/2015/01/9-Taxi-Driver-quotes.jpg
2.- http://www.prismasa.org/wp-content/uploads/2011/09/idea-suicida-imagen-corporal.jpg
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