El Infrarrealismo Jurídico
- Ramón Landaverde (El abogado intempestivo)
- 20 ene 2016
- 5 Min. de lectura
Preámbulo
Te describiremos a ti, juzgador, que haces la lectura de estas líneas que fluyen una a una como el río de Heráclito, lo que es el Infrarrealismo Jurídico.

Diógenes el cínico
Nombramiento Salvaje
Te preguntarás, ¿por qué diablos Infrarrealismo? Lo tomamos prestado del movimiento literario homónimo de los años 60 y 70 que surgió como crítica directa al discurso dominante que establecía lo que era arte y no. Roberto Bolaño y Mario Santiago Papasquiaro fueron artistas de choque que confrontaron a uno de los grandes paladines de la espesa decadencia cuyo nombre es Octavio Paz.
El par de detectives salvajes irrumpieron como terroristas culturales frente a una acartonada y aristocrática clase intelectual muy alejada de la periferia, en donde también se hacia arte, pero claro, muy distinto, más como un rugido de protesta, más como una acción de liberación que como una plástica reiteración de lo que las cúpulas establecían como Arte -así, con mayúsculas-.
En esta tesitura el Infrarrealismo Jurídico es una filosofía lumpen jurídica, que intenta rescatar lo que el pópulo entiende como Derecho. Sí, somos pepenadores de las necesidades de los excluidos. Aquí uno se ensucia el traje barato de abogadillo. Los zapatitos boleados se acaban, no duran, se llenan de suciedad, de desperdicios, de realidad del México verdadero, del inframundo, el que el discurso dominante no quiere que se escuche, se aborde, y se entienda.
La Facultad de “Desecho”
El infrarrealismo jurídico es un movimiento jurídico filosófico gestado en las aulas del posgrado de Derecho de la UNAM, en la clase de Filosofía del Derecho del Dr. José Ramón Narváez Hernández. Sí, ahí, dentro de esa estructura tenebrosa escoltada por la “Escuelita” de C.U., donde se dan cursos sobre uno de los paradigmas más celebrados y probablemente más inútiles de las herramientas jurídicas para encontrarse con lo justo y lo no justo: la argumentación jurídica orientada al mítico sistema oral de corte acusatorio. Ahí, en las salas de gestación del sujeto - operador del sistema justificante del status quo de una de las facultades más retrogradas de toda Ciudad Universitaria, la Facultad de Derecho, tan decadente, tan reaccionaria, tan priista.
Confrontar al Derecho
El Derecho ha fungido históricamente como el mazo de ejecución de la violencia legitimadora del Imperio, del poderoso, y bajo esa línea la facultad de derecho cumple con su encomienda. Bajo este pesado elemento tan destructor como puede resultar el poder, se desprende la primera característica del iusinfrarrealismo: es una postura que resiste al poder -porque como lo sostiene Onfray- nosotros creemos, amable lector-juzgador, que para filosofar, y esto es también dentro de la filosofía del derecho, se parte de dos puntos, desde el poder, o resistiendo al poder. Los filósofos de la resistencia han sido titanes de brillo prometeico, humanos, hedonistas y libertarios como: Leucipo, Demócrito, Diógenes de Sínope, Epicuro, Lucrecio, Filodemo, los cristianos gnósticos licenciosos, Lorenzo Valla, Erasmo, Montaigne, Boétie, Marx, Nietzsche, Thoreau, Proudhon, Ricardo Flores Magón, Camus; una lista interminable que al Derecho no le gusta recordar. Los olvidadizos se limitan a citar a pensadores de corte liberal que sirven para seguir dando forma a la hegemonía del poderoso.
Caos u orden voluptuoso del infrarrealista
Nosotros los infrarrealistas estamos lejos de lo que el historicismo platónico-cristiano-kantiano sostiene, ese desprestigio del cuerpo frente a el alma, el olvido de la vida, la sanción del artista y de lo sensual por lo racional.
Sostenemos que Eros como impulso de vida tiene una cabida preponderante para develar lo justo. Aceptamos ese impulso y como risa democrítea nos reímos de la vida, somos realistas, afrontamos lo que acontece como tal, como un hecho y no nos abandonamos al mundo de las ideas. Se ve, se palpa, se tiene una acción sensual y claro, después reflexiva. Es por eso que simpatizamos tan bien con visiones como la de Pedro Enrique Haba o Costas Douzinas que no sólo abordan la modernidad sino que la critican. Para ellos, y para nosotros, la crítica a la modernidad sí aconteció, la Escuela de la Sospecha (bautizada así por Paul Ricoeur) conformada por Marx, Nietzsche y Freud, sí tuvo un lugar en el histórico universal de tipo hegeliano.
No nos abandonamos a los lugares comunes como el abordar sólo a la Justicia desde la obra de Rawls, Amartya Sen o Dworkin. Está bien leerlos, está bien retomar a Kelsen y desarrollarlo desde el mismo alemán -si se es posible- así como a Habermas y Alexy. Está bien viajar a Alicante y empaparse de la celestialidad de Atienza. Pero a nuestra guerrilla cultural no le es suficiente el abordar ese pensamiento liberal a lo largo de frases repetitivas. Pretendemos expandirnos y salir de esos clichés, comenzando con el trillado afán de la multidisciplinariedad. Si te empieza a atraer esta postura iusfilosófica tendrás que saber, respetuoso juzgador, que la refractación teórica aquí es auténtica, se va a los nichos filosóficos para confrontar nuestro objeto de estudio, lo justo, por filósofos y sus embates críticos.
Se va a los terrenos macromoleculares de las ciencias bioquímicas y se posiciona claro y contundente. En las ciencias biomédicas se habla de ética. Esta acción de saber no obedece a una teleología teórico-moral impuesta, sino a la de construcción del saber para y por la Vida. Somos vitalistas y, como Nietzsche exponía en su segunda intempestiva Sobre la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida, no nos interesa una filosofía del derecho que sirva como monumento, como anticuaria, pero sí como crítica para dar con lo que sirva para la vida. Respecto a esto, creemos en la puesta en contexto (otra vez muy Nietzscheana gracias a su Ecce Homo), es decir, en el ejercicio de la multiculturalidad que diversos latinoamericanistas han desarrollado, tales como Luis Villoro, Souza Santos, o Enrique Dussel. En el afán de ser un pepenador del Derecho creemos que el abogado tiene que someterse a estudios sociológicos de campo y atestiguar ordenamientos de otro tipo, tales como los del EZLN, los Tojolobales y su “Nosotros”, Cherán en Michoacán, abordar ese mosaico cultural tan representante de la vida misma. Si bien la teoría argumentativa de Alexy podría funcionar en una ética del discurso, no nos cerramos a otros haceres no eurocéntricos, perspectiva que mucho tiene el realismo jurídico y el infrarrealismo toma prestado.
Sentencia
Lo humano sufre una crisis global, jamás se había hablado tanto de derechos subjetivos y jamás se habían violado tanto, jamás la técnica había estado tan afilada ni el hombre había producido jamás de forma tan eficaz y tan eficiente, pero paradójicamente jamás le había faltado tanta salud, educación, alimentación de calidad y vivienda digna a tantos humanos. La modernidad ha construido mal, es por eso que, si nuestra especie quiere superar esta crisis y humanizar al hombre (o quizá deshumanizar), tiene que intentar algo más allá de la razón, razonable y razonante. Es quizá tiempo de vincularlas a los saberes sensuales que las culturas pre-coloniales desarrollan, es re abrirse a una aventura estética, a Eros, a Dionisio, a lo comunitario sin descartar a Apolo y su brillante razón que da forma a la civilización. El infrarrealismo jurídico es un rugido salvaje, es una invitación al retorno a lo salvaje sin olvidar el principio de realidad, es un confronte al “debes” que cargan los asnos o los camellos que trazan el camino del desierto jurídico que es la teoría de las Obligaciones, nosotros, juzgador que nos lees, somos leones y le rugimos al monstruo frío del deber: ¡Nosotros no debemos, nosotros queremos!

Los infrarrealistas literarios
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