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Problemas mundiales, soluciones globales

  • Luis Josué Lugo
  • 18 nov 2015
  • 3 Min. de lectura


Con el lamentable ataque a Francia en los días recientes, se pudieron observar diversos fenómenos comunicativos; por un lado, una cobertura mediática que excedió al tratamiento que dan a otros fenómenos de igual importancia por los ciudadanos que mueren, como en Siria o incluso países como México (suceso que no es nuevo, pues muchas veces este tipo de ataques suelen utilizarse para impactar en la sociedad, de tal modo que se legitimen algún tipo de medidas políticas).


Aunque, por otro lado, también fue evidente que en plataformas digitales como Facebook o Twitter, hubo un enraizado debate entre quienes se sumaron al #PrayForParis en apoyo simbólico a los franceses, y quienes recriminaban que se hiciera esto, toda vez que en otros sucesos esto no había sucedido. “Cuándo viste que los franceses pusieran sus fotos de Ayotzinapa?”, mencionaban algunos indignados. “Dejen que nos expresemos, ahora resulta que no puedo sentir el dolor de quienes viven en otro país”, respondían los otros.


Quizá, lo que más destaca en este tipo de embrollos es que discuten las formas y no el fondo. ¿En qué sentido? Lo importante en este hecho es el trasfondo y sus consecuencias: ¿Qué motivó a los fundamentalistas a perpetrar tal suceso? ¿Qué efectos podría tener por parte del gobierno francés? ¿Cómo solucionarlo? Y entonces no estar peleando entre lo local, contra lo global; pues toda causa que englobe a civiles inocentes muertos, desde luego que merece ser discutida.


Sin embargo, en el plano de las redes sociales digitales, muestra lo que varios especialistas han estudiado sobre todo a partir de movilizaciones como el 15M o la Primavera Árabe; con ello me refiero a la manera en que las plataformas movilizan los sentimientos y los afectos. Es así que encontramos a pensadoras como Izzi Papacharizzi, quien habla que las personas que forman parte de las redes sociales digitales son públicos afectivos, los cuales en situaciones de conflictos o tensiones, se guían más por aspectos emocionales; para opinar o no hacerlo, y en consecuencia, sumarse a una causa o no (desde luego, este argumento no implica una generalidad).


Este efecto de contagio no se produce en automático, pues es necesario que exista identificación entre quien emite el mensaje y los posibles receptores, ello, para que se genere un gran público que debata alrededor de algunos temas; así como sucedió con Paris, y como anteriormente también pasó con el día en que aprobaron una reforma en favor de la comunidad LGBT en Estados Unidos. Es importante saber que a partir de estos sucesos, Facebook también puede conocer mucho más a la comunidad que forma parte de su red social digital; con lo cual genera una mayor segmentación publicitaria, para que sigan vendiendo productos, a cambio de la gratuidad del servicio.



Por ello, se puede pensar que probablemente X persona se sumó a la causa porque Y, quien es un micro líder en su comunidad estuvo difundiéndola constantemente. Este efecto se refuerza si alguien más, una tercer o cuarta persona, coloca la misma imagen en su propio Facebook (así como también se puede potenciar la animadversión a la causa).


Con ello conviene reflexionar aún más en el uso dado a las redes sociales digitales; pus el potencial que tienen como nuevos medios, puede también ser usado para infundir miedo, difundir rumores o dividir aún más las posiciones ideológicas. Es importante rememorar que una de las principales características de Internet es la globalidad, es decir, los mensajes pueden alcanzar públicos de diversas nacionalidades.


Y si bien, ni Facebook, ni Twitter generarán este cambio por sí mismos, desde luego que pueden ser amplificadores de mensajes que exijan un esclarecimiento a este hecho, para que se exija una mejor cobertura mediática, y así también se conformen medios emergentes con nuevas voces, para hallar otras formas de abordar el conflicto; sin intereses económicos y políticos de por medio (como en medios convencionales), para percibir que el problema es mundial, pero la solución puede ser global.


 
 
 

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