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Una respuesta a las críticas neomachistas y sus nuevos ataques al feminismo

  • Esmeralda Mariel Martínez
  • 20 oct 2015
  • 11 Min. de lectura

Los feminismos han sido atacados desde que comenzaron, cuando distintas mujeres en diversos contextos cuestionaban por primera vez su posición, roles, tareas y formas de ser y hacer respecto a las de los hombres. En su momento se les satanizó, encerró, se les tachó de locas e incluso muchas fueron asesinadas.


En pleno siglo XXI los ataques persisten, ahora con una forma diferente: hombres y mujeres critican las luchas feministas a través de apodos despectivos como “feminazis” o “hembristas”. Se les ridiculiza como mujeres “feas”, “gordas”. “sucias” y “marimachas” que ya no tienen nada porqué luchar ya que actualmente las mujeres tienen la oportunidad de estudiar, trabajar y votar. Se les achaca que sólo siguen en estas organizaciones debido a que su aspecto físico no les permite conseguir a un hombre y ser felices, por lo que se siguen victimizando para exigir mejor trato que los hombres. Esta es la nueva cara del machismo, o como algunos y algunas autoras han denominado, neomachismo.


El presente texto intenta responder a estos planteamientos a raíz de comentarios, campañas virtuales a través de redes sociales, fotografías, vídeos y textos académicos y periodísticos que critican a las y los feministas bajo premisas similares: “La violencia es violencia, no importa el género” o “tanto hombres como mujeres sufrimos de imposiciones de roles, por lo que sólo ver los problemas de las mujeres es injusto”.

Campaña contra la discriminación de los hombres, 2015


Para comprender los motivos por los que pareciera que son argumentos válidos y en realidad no lo son -e incluso perpetúan la desigualdad- es necesario tomar en cuenta muchos elementos que darían para investigaciones más profundas y exhaustivas. Para los objetivos de este ensayo me limitaré a sólo dar algunas breves precisiones:


Hablar de un feminismo

Uno de los errores más frecuentes que cometen aquellos y aquellas que critican a las y los feministas es generalizar su lucha, creer que son iguales y están actuando bajo una misma consigna a través de las mismas acciones. Lo primero que se debe dejar en claro es que no existe un solo feminismo, existen muchos según el contexto y la época; llámese feminismo marxista, feminismo radical, feminismo negro, feminismo islámico, feminismo comunitario, etcétera, quienes, a su vez, ya se han encargado de criticarse entre sí y, sobre todo, criticar al feminismo liberal. Éste último, el cual ha sido por excelencia el feminismo hegemónico, ha sido más visible que los otros y ha conseguido cumplir muchas más metas por su mismo carácter intrasistémico.


Un movimiento que nació en países occidentales, donde su modelo político-económico se implementó en casi todo el mundo, lo que derivó en que algunos movimientos feministas locales copiaran el modelo liberal occidental, invisibilizando a la diversidad de mujeres y sus múltiples realidades en un contexto distinto al occidental.

Manifestación feminista en la Plaza de la Bastilla en Paris, 1934.


Para comprender al feminismo liberal es necesario remontarnos a su antecedente inmediato, la Ilustración, que encuentra su formulación clásica en la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano (Francia, 1789). Este giro filosófico revolucionario adoptado por diversos países europeos, sobre todo Francia e Inglaterra en el siglo XVIII, se vuelve fundamento esencial para una serie de revueltas con base en lemas como “igualdad, libertad y fraternidad”, así como una exaltación de la razón que cuestiona toda clase de jerarquías basadas en “derechos divinos”.


En este marco comienza a cuestionarse por algunas mujeres –evidentemente sólo aquellas de clase media que tenían los recursos y libertades para estudiar- porqué se habla de los derechos únicamente de los hombres como iguales y no de las mujeres, quienes han sido históricamente tratadas como niñas, seres sensibles y sentimentales incapaces de tomar decisiones racionales, débiles para ejercer trabajos fuera del hogar; donde el espacio privado se construye como lugar donde el debate público no tiene cabida, lo que conlleva a una exclusión de la ciudadanía y la vida política.


Ante ello, aquellas mujeres retoman los conceptos liberales de su época y se asumen como sujetas de derecho, preguntándose cómo se pueden consolidar los nuevos Estados Nación bajo premisas de igualdad universal cuando se sigue ejerciendo el sometimiento contra ellas, justificándolo con “dotes” o “cualidades” naturales sin argumentos racionales. Así lo menciona Mary Wollstonecraft en su obra Vindicación de los Derechos de la Mujer (1792).


De esta forma, pugnan por la igualdad y la generación de leyes más justas en función de su capacidad racional, negando la “naturaleza femenina”. Asimismo, luchan contra las construcciones sociales y roles impuestos a las mujeres, como ser amas de casa, madres y esposas. Por ello, denuncian a las diversas instituciones que se han encargado de mantenerlas en el terreno del hogar y lejos de los espacios de poder, como lo son el trabajo, la academia, la política, la iglesia, el ejército, etcétera.


En este contexto, muchas de estas mujeres fueron reprimidas brutalmente, como es el caso de Olympe de Gouges, quien toma la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano y cambia todos los términos masculinos en femeninos, escribiendo la Declaración de la mujer y de la ciudadana (1791). En él, critica la falta de consideración por las mujeres en la primera declaración. La publicación de ello le costó la vida.


Si bien pareciera que ya no hay nada de qué quejarse, que en el siglo XX ya se han alcanzado derechos como el voto, la educación o el acceso al trabajo, más tarde, las feministas liberales prestan singular atención a la publicidad y la reproducción de estereotipos de un modelo de feminidad, algo que Betty Friedan denuncia en su obra La mística de la feminidad (1964), presentando una serie de evidencias y testimonios sobre cómo después de la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos había una gran cantidad de publicidad dirigida a mujeres de clase media, donde se imponía un solo estilo de vida.

Publicidad en Estados Unidos de los años 50.


Se hacían críticas fuertes por medio de distintas instituciones y medios de comunicación a aquellas mujeres que quisieran estudiar o trabajar, todo con el objeto de abrir espacios laborales y académicos a los hombres que regresaban de la guerra, así como impulsar a la industria de electrodomésticos -antes de armamento-.


Esto conllevóa un retroceso enorme de los derechos de las mujeres en menos de 10 años, época en la que se abrieron escuelas para “señoritas”, donde el principal objetivo era que se convirtieran en buenas madres y esposas. También estaba en auge el psicoanálisis, teoría que en su momento se usó para explicar que el malestar e inconformidad de las mujeres por regresar a sus hogares se debía a la envidia que tenían por los hombres al no poseer el “falo”. Al considerarse un argumento científico, se trataba a las mujeres que no deseaban esa vida como enfermas mentales. Cabe resaltar que la misma Betty Friedan narra cómo se benefició enormemente la industria farmacéutica por esto.


Así, como se puede apreciar, las exigencias de las feministas liberales han sido y siguen siendo legítimas porque han sabido demostrar cómo hay una desigualdad en términos de oportunidades y acceso a espacios de poder que ha sido constante históricamente y obedece a intereses políticos, sociales y económicos específicos. Poco a poco han ido ganando terreno en el marco jurídico -pues ese es uno de sus objetivos principales-, pero esto sólo aplica a ciertas realidades, porque, como se mostrará, otros grupos feministas entienden que hay otras formas de lucha y se puede aspirar a fines distintos, más o menos radicales según su contexto y sus condiciones económicas y socio-culturales.


A partir de lo anterior debe quedar algo claro: los derechos de estas mujeres no salieron de la nada, fueron producto de una lucha histórica que costó la muerte y libertad de muchas y que, a pesar de haber conseguido ganar terreno en diferentes espacios, estos mismos han estado en peligro un gran número de veces. No se puede saber si se tendrían hoy en día estos derechos si no se hubiese mantenido un trabajo constante de reflexión y crítica por parte de las feministas liberales hasta la actualidad, mientras siguen exigiendo acceso en otros espacios.


Hablar de contextos y hablar de cifras

Niñas indígenas de Nicaragua vendidas a los narcotraficantes para comercio sexual, El diario fénix (2012)


Aunado a lo anterior, se tiende a considerar que es una lucha ilegitima porque ya han alcanzado muchos de sus objetivos, sin embargo, estas críticas tienen el mismo sesgo que el feminismo liberal, no consideran que la realidad de aquellas que no son mujeres blancas de clase media y no viven en un país occidental-desarrollado puede ser muy distinta y que, de hecho, hay feminismos que ni siquiera aspiran a lo mismo ni explican el sometimiento de las mujeres de la misma forma. Veamos algunos ejemplos concretos en México:


Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) las mujeres mexicanas registran una menor participación en el mercado laboral que los hombres. En 1990 las mexicanas solo representaban el 22% de la fuerza laboral del país. En 2010 llegaron a representar el 40% de la población económicamente activa, sin embargo, el salario que reciben las mujeres es menor que el obtenido por los hombres por actividades similares, esto va desde un 20 hasta 200 o 300% mayor al de las mujeres según el trabajo.


De forma general, las mujeres mexicanas dedican 373 minutos cada día en diversas actividades del hogar, más de tres veces que los 113 minutos destinados por los hombres cuando, por otro lado, las mujeres destinan 203 minutos al día a actividades recreativas mientras los hombres pasan 246 minutos diarios realizando este tipo de actividades.


Si bien es cierto que las cualidades o características que son únicas a los humanos son generalmente asignadas sobre una creencia fija en oposición binaria, en la cual hombres y mujeres son forzados a ajustar su comportamiento e identidad a esos parámetros o estereotipos -la masculinidad está asociada con la fuerza, la racionalidad y la dureza, mientras el lado femenino parece estar representado por la debilidad, la emoción y la suavidad-, feministas marxistas como Eugenia Correa en Sociedad Patriarcal, las luchas por la equidad de género y el posneoliberalismo responden que en la actualidad y pese a que ya se tiene acceso a la educación o el trabajo, cuando las mujeres aspiran a una vida profesional o de trabajo fuera del hogar, tienen que adaptarlo e incorporarlo dentro de sus prioridades específicas de su condición de género.


Esta multiplicidad de roles en su desarrollo profesional incluye también el tiempo que tienen disponible para participar en asuntos políticos o desarrollar una carrera en ese ámbito. Estos roles socialmente sesgados crean condiciones desiguales que son rígidas y tienden a ser similares en las sociedades latinoamericanas. Los modelos neoliberales impuestos en estos países provocan que tanto hombres como mujeres deban ingresar al mercado laboral, con la diferencia de que las mujeres lo hacen en condiciones más marginales y deben también atender sus otras tareas asignadas por el género. (Correa: Sociedad Patriarcal: pág. 68)

Obreras en fabrica, Blog universo laboral


Asimismo, Silvia Berguer en Economía feminista y crisis desde América Latina explica cómo en este esquema, las mujeres se ocupan básicamente del cuidado de los diferentes miembros del hogar (niños y adultos). Es importante señalar que al sólo valorizar el trabajo asalariado, se oscurece la importancia social que ha tenido históricamente el trabajo de cuidado y reproductivo delegado a las mujeres para que los hombres pudiesen desarrollarse en todos los demás ámbitos.


Al no ser un trabajo remunerado permitió que los hombres vendieran su fuerza de trabajo y regresaran a sus hogares con un salario suficiente para que su familia sobreviviera –sin la necesidad de que las mujeres también saliera a trabajar-, gozando de la comida preparada por sus esposas, una casa limpia, educación y cuidado de sus hijos e hijas, etcétera, sin tener que pagar por ello.


Así, al ver que el capitalismo genera mayor desigualdad para las mujeres en vez de liberarlas por la apertura al mercado laboral, las feministas marxistas, a diferencia de las liberales, se dan cuenta de que la desigualdad no es sólo por el género sino también por la clase social. Ante esto, proponen la abolición del sistema capitalista a cambio de un sistema socialista en donde la propiedad privada que ha acentuado esta desigualdad desaparezca.


También existen aquellas mujeres que se desentienden del feminismo por considerar que el término ha sido acuñado en occidente para mujeres de una realidad distinta a la suya, pero, al mismo tiempo, se han posicionado en contra de todas las injusticias a las que se enfrentan por el simple hecho de ser mujeres y han decidido organizarse de una forma distinta y con métodos de acción diferentes.

Mujeres zapatistas 2011


Como ejemplo de ello está la lucha de las mujeres indígenas en donde, con un planteamiento mucho más radical, plantean una lucha contra el sistema, un sistema que, según Mercedes Olivera Bustamante en Las mujeres en las luchas de los pueblos indígenas: La dimensión de género en las situaciones de guerra y las rebeldías de las mujeres en México y Centroamérica, es de naturaleza patriarcal, vertical, autoritaria, jerárquica y excluyente, que privilegia al mercado y la ganancia sobre las personas y el sentido humano de la existencia.


Como pioneras en esta lucha están las mujeres zapatistas, quienes pusieron sobre la mesa las promesas incumplidas de modernidad en la periferia marginal del Estado, la profundización de la jerarquización de lo privado sobre lo público, de la ciudad sobre el campo, de los ricos empresarios sobre los trabajadores, los pobres y los campesinos, así como de los ladinos sobre los indígenas. No sólo en Chiapas, sino en otros lugares también, el zapatismo propició la toma de conciencia sobre los derechos de las mujeres y el despegue de su participación como sujetos políticos.


Hicieron evidente que, si bien ciertas comunidades indígenas viven en la completa marginalidad por su clase económica, origen etnico, tradiciones y lengua, el hecho de ser mujeres trae consigo una situación marginal aún mayor. Se intensifica porque viven una situación de violencia y explotación por su condición de género, aunada al resto de condiciones de invisibilidad y explotación por pertenecer a una comunidad pobre e indígena.


Y estos son solos algunos ejemplos en México, ni hablar de el feminismo islámico, que analiza la situación de desigualdad en las comunidades musulmanas y a través de la lectura del Corán explican cómo se ha tergiversado el rol de hombres y mujeres según interpretaciones erróneas de las escrituras, por lo que, a través de fragmentos donde se expresan ideas sobre respeto y consideración por las mujeres, rechazan cierto tipo de violencia y falta de acceso a espacios públicos, educación, trabajo o salud. Todo esto sin proponer cambios radicales a su sistema político y económico o su organización social.


Conclusión e invitación

El punto es comprender cómo los movimientos feministas -o las luchas de las mujeres en general- existen porque el sometimiento, marginación, violencia y discriminación permea en los diferentes contextos, aún existan avances en materia jurídica o no, porque, finalmente, muchas de ellas han comprendido que para que exista un cambio real debe haber una lucha más radical, una lucha antisistémica que no se limita a reformas y programas sociales. Que los problemas a los que se enfrentan están atravesados por su origen étnico, posición social, clase económica, su lengua y cultura en general.


Si actualmente hay hombres y mujeres que, más allá de criticar a los movimientos feministas –algo que se debe hacer a cualquier movimiento social y político- tienden a demeritar estas luchas es porque hay un desconocimiento total de la situación social, económica y política de las diversas mujeres, no sólo en países occidentales, sino en las comunidades más abandonadas y marginadas de México y de cualquier país. Porque no se conoce la diversidad de feminismos y sus diferentes luchas y planteamientos.


La invitación es que aquellos y aquellas que se han unido a todas estas campañas que atacan a los feminismos hagan una investigación más profunda al respecto sobre lo que son los feminismos, qué tipos hay, contra qué luchan, cuáles son sus argumentos y en qué contextos viven las mujeres donde se han gestado estos movimientos. Sólo de esa forma se pueden hacer juicios reales sobre su validez y pertinencia con argumentos sólidos. A continuación algunas fotografías que circulan en la red de mujeres que comparten porque no son feministas:

BIBLIOGRAFÍA:

Berguer, Silvia, “Economía feminista y crisis desde América Latina” en Alicia Girón, Del vivir bien al buen vivir, Entre la economía feminista, la filantropía y migración, hacia la búsqueda de alternativas, México, ISS-UNAM, 2014, pp. 67-88.

Correa, Eugenia, “Sociedad patriarcal, las luchas por la equidad de género y el posneoliberalismo” en Alba Carosio. Feminismos para un cambio civilizatorio, República Bolivariana de Venezuela, CLACSO, 2014, pp. 67-79.

Friedan, Betty, La mística de la feminidad, Catedra y Feminismos, Madrid, 2009, 472 pp.

Olivera Bustamante, Mercedes, “La dimensión de género en las situaciones de guerra y las rebeldías de las mujeres en México y Centroamérica” en Fabiola Escárzaga y Raquel Gutiérrez. Movimiento indígena en América Latina: resistencias y transformación social. Volumen III, México, UAM, BUAP y CIESAS, 2014, 387-409

Wollstonecraft, Mary, Vindicación de los derechos de la mujer, ISTMO, Madrid, 1792, 320 pp.

 
 
 

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