El camino a la miseria de las humanidades
- Alexis González
- 20 oct 2015
- 5 Min. de lectura
A mediados del mes de septiembre, el Primer Ministro de Japón, Shinzo Abe, anunció la intención de eliminar, o reformular, los programas en humanidades y ciencias sociales en las universidades del país nipón. Bajo el argumento de la necesidad de centrar esfuerzos en aquellas áreas técnicas que logren reactivar la estancada economía del país asiático, el ministro de Educación, Cultura, Deportes, Ciencia y Tecnología, Hakubum Shimomura, propuso la medida en espera de que lleve a la reducción en la matrícula de estudiantes en estas áreas de conocimiento, y más importante, a que las universidades reduzcan el presupuesto destinado a estos programas. De 86 universidades estatales, al menos 26 comunicaron que acatarían la recomendación del gobierno.
A pesar de que la noticia fue poco difundida y comentada en los sitios informativos, es de una importancia innegable para la comunidad académica internacional, pues nos lleva a reflexionar en torno al papel que las humanidades y las ciencias sociales tiene en la concepción de los gobiernos neoliberales, y fundamentalmente, al papel que deseamos que ellas tengan.
Sin ambages, para el Primer Ministro, que además pertenece al partido conservador, las humanidades y las ciencias sociales no sirven para movilizar a la economía. En su pensamiento, lo “técnico” significa producir ingenieros y trabajadores altamente calificados y especializados, capaces de colocar a Japón en una posición de competitividad internacional, siendo la universidad el lugar donde esa producción se posibilita. De tal suerte, para el gobierno japonés, la universidad debe ser un espacio donde los estudiantes sean capaces de reproducir el capital, ni más ni menos.
Los argumentos que justifican la medida apelan a la baja tasa de natalidad, a la poca matriculación en la universidad y a la imperante necesidad de “satisfacer las demandas” del país. Sin que esto último resulte claro, más allá de lo puramente económico, la disyuntiva de los japoneses parecer estar entre un camino de generación de conocimiento “interesante” pero sin aplicación práctica, frente a otro de desarrollo de tecnología vanguardista con beneficios claros en el futuro.
Sin duda alguna, en México habría políticos y académicos de acuerdo con el Primer Ministro japonés, y sin embargo, la diatriba propuesta es evidentemente falsa.
Pero veamos: en este modo de pensar, productividad, tecnología y futuro aparecen como los tres mantras del mundo moderno, aunque para decirlo mejor, del capitalismo neoliberal. La proposición es que si la universidad, entendiendo a la educación en general, no es productiva, entonces no es competitiva, y al no serlo, no tiene razón de ser en el futuro.
El problema fundamental es equiparar a la educación con una empresa, en la que palabras como eficiencia y competencia son comunes para referirse ella. Para esta forma de concebir la educación, lo que importa es el número de estudiantes aceptados, egresados y titulados. Una escuela que constantemente gana premios y distinciones; que se ajusta a procesos de “certificación”, donde lo importante es pasar la supervisión antes que entender el contexto del estudiante y, donde precisamente este último sólo es relevante en tanto acredite saber determinada cantidad de conocimientos que otra institución certificadora considere “debe saber”.
La falsedad de la disyuntiva está en creer que la tecnología es neutra en sí misma y que el desarrollo de la misma nos tendría que llevar a un mundo mejor. En este discurso neoliberal, la tecnología aparece como sinónimo de ciencia, por tanto, hacerla eficiente posibilita dominar el orden de la naturaleza, superando obstáculos como las enfermedades o la imposibilidad de producir comida para todos. Es el bonito, pero siempre imposible, eslogan del desarrollo sustentable.
Lo que de fondo gustaría decir a hombres y mujeres como el primer ministro japonés, es precisamente la trampa de este discurso, donde el objetivo es hacer creer que las humanidades y las ciencias sociales impiden alcanzar estos “nobles” objetivos, pues invertir presupuesto en sus programas significaría desperdiciar valiosos recursos económicos y humanos que bien podrían utilizarse en la industria o en los servicios.
Para políticos como Shinzo Abe, la investigación en ciencias sociales no sirve en la vida diaria, no retribuye a las universidades que gastan presupuesto en esas áreas, y no contento con ello, ni siquiera da empleo a quienes estudiaron en algunas de estas carreras. Su sugerencia es que si no se eliminan, sus programas al menos deberían adaptarse a las necesidades actuales de la sociedad, tales como el desarrollo de inteligencia artificial, algoritmos informáticos, en aplicaciones que aumenten la rentabilidad de negocios en redes sociales, etcétera. El mundo para el neoliberalismo, aparece como un negocio o como una posibilidad de serlo, sin que exista otra alternativa fuera de ello.
La respuesta común a este tipo de medidas, que en mayor o menor medida siempre están presentes en los “proyectos educativos” de una gran cantidad de países, es que dirigentes políticos como Shinzo, ignoran lo que en verdad hacen las humanidades y las ciencias sociales. Sin embargo, temo disentir en el sentido de que en realidad son bastante conscientes de lo que significa la existencia de estas carreras en la universidad. La universidad pública, y en concreto las ciencias sociales, se ha vuelto la piedra en el zapato para los gobiernos neoliberales, pues entre sus aulas y pasillos se educa una pléyade de jóvenes insatisfechos con esa forma utilitaria de ver el mundo. Por tanto, atacar esos espacios también significa acabar con la crítica ejercida a gobiernos preocupados más en cifras y su multiplicación, que en las personas que posibilitan esos números.
En este sentido, la apuesta que desde hace unas décadas han hecho los países ricos, ha sido la de ir tornando a la universidad pública en un espacio privado. Si en los cincuenta y sesenta del siglo pasado ésta surgió como un proyecto masificador educativo, hoy en día ella encarna un importante obstáculo a los proyectos privatizadores.
Como es evidente, las humanidades y ciencias sociales no desaparecerán del todo en Japón ni en el resto del mundo, no obstante, ellas estarán en función de una forma específica de ser pensadas, esto es, bajo el manto de su efectiva inutilidad práctica.

Imagen: www.eleconomista.es
Frente al pensamiento crítico, la investigación deseable por el Estado neoliberal es aquella encargada de estudiar cosas tan banales como irrelevantes. Precisamente, el constante rechazo al posmodernismo en las ciencias sociales no se centra en sus múltiples incoherencias teóricas, sino que en su afán de “abrir” nuevos caminos, ella es un sujeto perfecto para esta forma de pensar a lo social, donde el mundo de la complejidad humana se convierte en un repertorio de curiosidades más que en un campo de reflexión transformadora.
El peligro de disminuir o eliminar totalmente a las humanidades y ciencias sociales, radica en producir una sociedad incapaz de ser autocrítica, de imposibilitarla a plantearse preguntas sobre su rumbo, y fundamentalmente, de despojarla de aquella posibilidad de elegir otra opción civilizatoria.
La miseria de las humanidades esta implícita en los recortes y la eliminación de sus programas, pero también en su entrega a lógicas empresariales con tal de no desaparecer.
La estrategia del Japón señala una próxima tendencia en las universidades. En México esto ha comenzado con las dichosas “políticas de austeridad”, que buscan recortar el presupuesto a las universidades y al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología a partir de una base cero del próximo año fiscal. Como resulta evidente, las áreas que próximamente serán golpeadas son justamente las humanidades y las ciencias sociales. La disyuntiva para nosotros es, por un lado, como alguna vez escuche decir cínicamente a una profesora, abrir temas para darnos trabajo, no importando que estos sean irrelevantes, o pensar a la universidad y sus facultades como espacios donde se disputan distintas formas de pensar a la sociedad.
twitter: @elorodelazul
Comments