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Editorial Octubre 2015: Sucesión de rectoría en la UNAM

  • contratiempomx
  • 19 oct 2015
  • 2 Min. de lectura

Editorial octubre-noviembre. Año 7, número 2.



A menos de un mes de la elección de rector, —o por primera vez, rectora— que sucederá a José Narro Robles, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) vuelve a ser un espacio de tensión política interna y a formar parte de la agenda mediática. Entre manifestaciones de académicos y de estudiantes, existe también indiferencia. Esto, aunado a la inflexibilidad de la Junta de Gobierno frente a las peticiones de la democratización del proceso.


Al valorar que parte de esta publicación se conforma por colaboradores y lectores estudiantes, así como académicos de esta institución pública, autónoma y “gratuita”, hacemos nuestras las inconformidades en cuanto al proceso de selección, el cual corre a cargo de la Junta de Gobierno, cuya composición, cuantitativa y cualitativamente, resulta excluyente cuando consideramos que frente a estas 15 personas, existen alrededor de 400 mil estudiantes, académicos y trabajadores que no tienen “voz ni voto” durante este periodo —y en general en ninguna de las decisiones estructurales de la Universidad.


De esta situación, han emergido múltiples manifestaciones de inconformidad. El comunicado emitido por un centenar de académicos “Por la defensa de la universidad pública, de la UNAM”, las protestas de organizaciones estudiantiles en Facultades, y la marcha a rectoría que se efectúo durante este mes; (la cual exigió también la desaparición de la Junta de Gobierno, debido a la falta de escrutinio y voto universal de todos los actores que integran la Universidad) son sólo algunas de las acciones de rechazo de la comunidad universitaria.Por el otro lado, existe un apoyo basado en argumentos encaminados a la defensa de dicho proceso articulado bajo los principios democráticos de representatividad.


A partir de ambas premisas habría que diferenciar las “democracias entendidas”. Es claro que ciertas voces reclaman la apertura de una democracia participativa, no obstante, ésta se encuentra limitada en tanto que sólo se cuestiona –de manera jerárquica–, la figura más representativa encargada de gestionar y administrar a la UNAM, es decir, el rector. De tal manera que se dejan intactas las demás estructuras de gobierno de la Universidad, por ejemplo, los cargos directivos de escuelas y facultades, las coordinaciones de las diversas carreras; quedando también ausente el cuestionamiento respecto a la cultura de participación.


Es decir, a pesar de apoyar sustancialmente el proceso de apertura para la selección del nuevo rector, es necesario cuestionarse la creciente burocratización de la UNAM, con base en un ejercicio crítico y autocrítico de todos los actores de esta casa de estudios;, considerando que ni una mayor transparencia, como demanda única, ni la elección de una mujer, implican su democratización. Finalmente, “La respuesta de la Universidad ante la crisis nacional, la política económica neoliberal y el autoritarismo del Estado, requiere de un programa crítico, profundo y claro… que nos involucre a todos en la renovación y defensa de la Universidad Pública”.

Atentamente

Consejo Editorial de la Revista Contratiempo MX


 
 
 

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