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Sueños de libertad desde Lecumberri: el infierno que siguió al 2 de octubre

  • Luis Alberto Rodríguez
  • 5 oct 2015
  • 3 Min. de lectura


Para cientos de personas, el 2 de octubre de 1968 marcó el final de una vida de lucha y anhelos que fueron cortados de golpe por las balas y las ballonetas; para alrededor de 120 militantes del movimiento, aquella noche sólo fue el inicio de un martirio que se extendería por meses e incluso años.





Durante el periodo de cautiverio, los habitantes de la crujía de los presos políticos se convirtió en el blanco del acoso de celadores, autoridades e incluso los presos comunes, quienes llevaron a cabo múltiples asaltos contra los prisioneros que habitaban el mal afamado bloque M.




El siguiente documento que presentamos es una misiva dirigida a Armando Madrigal, en noviembre de 1971. El remitente es desconocido, sólo podemos presumir que su nombre era Darío. Originario de Veracruz, Armando llegó a la ciudad de México muy joven. Obligado por la necesidad, inició su carrera laboral como trabajador de la extinta compañía de Luz y Fuerza del Centro, donde trabajó hasta su muerte.



Los deseos de superación de Armando no le permitieron conformarse con ser un obrero toda su vida. Autodidacta, completo su educación básica por su propia cuenta, hasta que consiguió ingresar al CECyT 11 "Wilfrido Massieu", ya bien entrado en los cuarenta años.



Durante el movimiento estudiantil de 1968, Armando se convirtió casi automáticamente en uno de los líderes del bloque representativo de su escuela.



Aquella madrugada del 2 de octubre, Armando llegó a su casa ensangrentado. Él mismo se cubrió de pies a cabeza con la sangre de sus compañeros caídos. Ya bien entrada la noche, aquel hombre se arrastró entre los muertos hasta lograr escapar.




Esa misma madrugada, Armando quemó sus libros rojos, sus revistas y cualquier documento que comprometiera a él o a su familia. Desapareció por un tiempo, el suficiente para que las cosas se calmaran. Así también desapareció su historial académico y todo registro de su trayectoria académica. Nunca más volvió a estudiar.




Esta carta salió de la cárcel de Lecumberri escondida entre los pañales de Cecilia, la hija recién nacida de Armando, durante una visita "Darío", su compañero preso.



Mucho se ha escrito sobre la estancia de importantes líderes del movimiento como Luis González de Alba, Heberto Castillo o el propio José Revueltas. En esta ocasión, reproducimos esta carta con la intención de hacer pública una parte de la historia íntima del movimiento, una de las miles de historias que cambiaron dramáticamente de rumbo aquel año de 1968.




Cárcel de Lecumberri, noviembre 7 de 1971

C. Armando Madrigal:


Te escribo la presente con una gran preocupación, ya que no hemos podido obtener nuestra libertad. Por eso te pido, al igual que los camaradas del S.M.E, que me brinden toda la solidaridad que esté a su alcance. Sabes que desde hace más de dos años me encuentro en la cárcel, en compañía de varios camaradas, y aunque seguimos firmes en nuestras convicciones, también tenemos grandes deseos de obtener nuestra libertad.



En los años de 68 69 y 70 habíamos aproximadamente 120 presos políticos que fuimos detenidos a raíz del movimiento estudiantil popular de 1968. En diciembre del 70, o sea, después del cambio de poder, el gobierno cambió en cierta forma su actitud hacia nosotros, y empezó a dejar en libertad a algunos compañeros; pero desde el 6 de julio de 1971 ya no ha salido nadie y todavía quedamos 21 de los 120 que éramos.



Los que aún seguimos sufriendo prisión somos en su mayoría militantes de agrupaciones revolucionarias: hay tres del Partido Comunista, tres del M. M. L. M, uno de la L. C. E, uno del P. O. R. T y dos independientes. Es posible que por nuestra militancia en dichas organizaciones se nos sigue manteniendo encarcelados; pero otra posibilidad puede ser que: como ya casi nadie pide nuestra libertad, el gobierno no se preocupa.



En estos días, es posible que si inicie una campaña en forma simultánea, por diferentes grupos revolucionarios, y personalidades democráticas, demandando nuestra libertad, creo que esto nos va ayudar mucho.


Por eso te pido a ti, y a los camaradas del sindicato, que hagan una campaña dentro de la organización (hablar en las asambleas y volantear) pidiendo la libertad de los presos políticos, ya que dentro de estos nos encontramos los electricistas; y al mismo tiempo si pueden reunirse un determinado número de camaradas para que se entrevisten con Torres Ordóñez, y le pidan que intervenga ante Echeverría, Arroyo Plascencia o el procurador de la República pidiendo nuestra libertad. Torres Ordóñez ya lo ha hecho con anterioridad; aunque sin resultado positivo, pero él ha dicho que...




Hasta aquí llega el documento. Queda inconcluso, como lo sueños de libertad y de justicia de cientos de luchadores sociales, que han sido (y siguen siendo) encarcelados injustamente por el delito de buscar una vida más justa.



Colaboración Contratiempo MX y DJóvenes.

 
 
 

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