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Sello de clases: La música como forma de vida y denuncia.

  • Luis Josué Lugo
  • 20 sept 2015
  • 5 Min. de lectura

Ellos creen en el arte. Porque el arte libera. Porque el arte permite crear otros mundos. Porque el arte posibilita reflejar la sociedad en que vivimos. Y porque el arte siempre sobrevivirá, a pesar de tantas adversidades que el mundo enfrente; siempre: ahí estará. Pero no creen en cualquier tipo de arte. En sus propias palabras, no es un arte “mamón” o de pose. Por eso, hacen arte callejero. A la entrevista acudieron seis, pero son más “compitas” que rapean, improvisan, graban o grafitean.



Viven en Tlahuac, lugar donde les ha tocado padecer de cerca la delincuencia, drogadicción, alcoholismo, desempleo, abusos de poder, promesas incumplidas de parte de tantos y tantos políticos. Ellos pertenecieron a estos ambientes. Hasta que descubrieron el hip-hop, que por más chicleado que suene: “es una forma de vida”. Además, fue una herramienta detonadora de una nueva forma de ver la vida y de sentir la música.


Entonces, toma la palabra Frank Coca, quien ya tiene grabados algunos materiales, incluido uno último de trip-hop. Le mataron a su papá hace algún tiempo. Ahí: en el barrio. Con una voz enérgica y su fuerte presencia, asevera que por mucho tiempo cargó mucho odio. De algún modo se quería desquitar. Le privaron de uno de los elementos más importantes en su vida. Le despojaron de quien le guio y orientó. Y finalmente: lo consumó. Pudo cobrar venganza.


Sus ojos comienzan a agitarse un poco y entonces asegura que saldó la cuenta a través de la música. Se vengó a través de sus letras. Hizo algunas estrofas, llenas de odio, pero de un deseo intenso porque esta situación de inseguridad, que le despojó de su padre, cambie definitivamente. De este modo, lo que pudo ser un arreglo de cuentas por vía de los “madrazos”, se convirtió en un arreglo de cuentas por vía del hip-hop.


“El hip-hop es vida. El hip-hop lo es todo”, menciona Coca. Y no sólo por esta experiencia, sino porque él creció en un ambiente de muchos estereotipos. “Yo era gordito, moreno, y muy tímido. Entonces descubrí a los hip hoperos; unos morenos, gordos, grandes, que hacían cosas bien chidas. Qe hacían algo por su sociedad. Me di cuenta que eran geniales. Y mi visión de la vida cambió totalmente”.


A su lado, tomando su capuchino más por inercia que por ganas, lo mira Héctor, a quien sus “valedorsitos” nombran “disturbio doble H”. Él, con algo de timidez, pero al mismo tiempo con muchas ganas de expresarlo, dice que el hip hop lo vino a salvar de ser como la mayoría del barrio: “ya con sus morros”, o en su defecto, con la mona y alcohol como su menú del día.


Entonces, sus ojos voltear a ver a Frank –lo miran con mucha admiración- y expresa: “por esta bandita es que yo comencé a hacer otras cosas”. Menciona que lo rescataron de los vicios, y se lo llevaron a hacer música. Ahora busca producir su primer disco. Con ayuda, claro está, de Frank y sus demás compitas. De entre los cuales, también destaca “K”.


Reservado y observador, “K” ha contemplado la charla durante algún tiempo. No toma de su café. Sabe que toca el turno de que él hable. Toma su tiempo y menciona que es quien más “le mueve a la producción”. Nadie le enseñó. Él ha aprendido todo de forma autodidacta. Desde que era morrillo se interesó por producir discos. Quienes lo hacían, “medio le decían”, “medio le enseñaban”; hasta que él mismo fue explorando. Ahora maneja After Efects y Pro Tools. Actualmente, trabaja en un nuevo proyecto: un video que ellos mismos producirán y en donde grabarán a varios hiphoperos del DF. La idea es fomentar cohesión entre la propia comunidad.


A su lado se encuentra Xavi, quien ya tiene su propio disco. Lo muestra. Inclusive tiene un video en Youtube. Entonces, todos notan que aún falta alguien por hablar. El más reservado de todos. ¿Qué hay de ti?, se le pregunta. “Soy Snack”, responde con una voz muy conciliadora. También es del barrio. También es hip hopero. Entre sus pantalones guangos de mezclilla y su gorra, -que recuerda a los equipos de béisbol-, menciona que estudia en la Escuela de Bellas Artes. Él no le hace tanto a la música. Su vida se enfoca más al graffiti. Acto seguido: muestra algunos de sus trabajos.


¿Y tus trabajos tienen algún sentido político o social?, se le pregunta. Responde que no directamente; pero él considera que su trabajo aporta elementos visuales que a la gente le pueden tranquilizar o dar un poco de alegría. Y eso, para él, es mucho más efectivo que gritar y gritar consignas al aire.


“Una vez me llevaron a pintar en Ayotzinapa. Querían que a fuerza hiciera un mural con los desaparecidos. Sin embargo, yo veía tanta desolación en el lugar, que creí que sería mejor hacer un paisaje que le diera tranquilidad y alegría a la gente que ya de por si tenían que cargar con el peso de los estudiantes muertos. Funcionaba. No obstante, al poco tiempo me lo borraron y me regresaron al DF. Los viáticos que me dieron se los di a un niño de la localidad. Muchos no entienden más allá de su visión cerrada de arte”, relata.


Todos hablan. Dicen que Snack se rifó. Mencionan que el arte debe ser libre y ayudar, pero desde lo más inmediato. Guardan un poco de silencio. Ven la hora; se comienza hacer tarde. Van algo lejos. Lamentablemente, la charla tiene que terminar. Sacan algunos cigarrillos y caminan; en fila, unidos. Luego bromean y comienzan a charlar sobre su próximo evento. Más que un colectivo o pertenecer a un sello discográfico, ellos son amigos; no, no son amigos, son hermanos, no de sangre, pero sí en cuanto a afecto. Los lazos de solidaridad son visibles, y a decir de ellos mismos, resultan fundamentales para seguir con lo que son y lo que hacen



Advierten que continuarán. A pesar de que, desde su perspectiva, el hip hop no se encuentra en su mejor momento, ellos sí lo están. Por ello no dudan en que su camino proseguirá. Quieren llegar a más personas. Desean llegar a más gente. Intentarán seguir ocupando espacios para enseñarle a quienes así lo quieran lo que hacen.


Ya alguna ocasión llevaron una propuesta de taller de hip-hop a alguna delegación, pero el funcionario público les dijo: “ahorita no queremos esas propuestas, estamos en campañas, no queremos los jóvenes que piensen mucho”. Pero ellos piensan, y piensan de más, por eso proseguirán. Seguirán rimando y hablando, porque si esto no sucediera, dejarían de ser Sello en Clases.


Para escucharlos:

https://soundcloud.com/frankcoka/no-me-voy-a-detener

 
 
 

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