Mujer, tradición y política: el certamen Diosa Centeotl en la Ciudad de Oaxaca
- María de la Luz Maldonado Ramírez
- 16 sept 2015
- 5 Min. de lectura
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(Primera parte)
Una semana previa a la celebración del primer Lunes del Cerro, en el marco del complejo festivo que conforma la Guelaguetza, se realiza el certamen Diosa Centeotl. A mitad de semana, llegan las señoritas, de entre 16 y 22 años, representantes de las comunidades que fueron evaluadas para participar en la Guelaguetza, invitadas o no por los organizadores para presentarse en la fiesta. Las señoritas se hospedan en el “Marqués del Valle”, el primer gran hotel que tuvo la Ciudad de Oaxaca, localizado en el Zócalo de la ciudad. Allí pasarán, acompañadas por un familiar cercano, dos días en la ciudad que espera ansiosa su participación en el certamen que se realiza en la Alameda de León, frente a la Catedral. La señorita ganadora será quien presida todos los eventos importantes durante la Guelaguetza: abre el desfile de delegaciones, las presentaciones el Lunes del Cerro y su octava, da un saludo a los turistas que se congregan en el Auditorio Guelaguetza y observa la participación de las diferentes delegaciones al lado del Gobernador del Estado, Secretario de Turismo, funcionarios de gobierno e invitados especiales (que en últimos años, han sido distinguidos y talentosos “artistas” de las dos principales casas televisoras del país).

Una curiosa e interesante imagen se nos revela de golpe: una señorita, representante de la diosa nahua del maíz tierno, compartiendo lugar con los personajes de la política oaxaqueña durante la Guelaguetza. Un centenar de preguntas podríamos formular, pero tratemos de centrar nuestro desconcierto e interés en unas cuantas: ¿Cuál es la importancia de la representante de la Diosa Centeotl en la Guelaguetza? En la representación de esta diosa prehispánica, sobre el cuerpo e imagen de una mujer contemporánea y mestiza ¿se articula la relación entre la política y la tradición, misma que circunda la fiesta? Esta es la tesis o argumento central sobre el que quisiéramos esbozar nuestra reflexión, distinguiendo dos dimensiones de la relación entre mujer, tradición y política en Oaxaca, en un tiempo-espacio específico: la Guelaguetza. La primera dimensión de la relación se nos presenta sobre la función de la diosa durante la fiesta y su importancia para la misma. La segunda dimensión la ubicamos en el proceso de selección de la representante de la diosa.
La primera dimensión ahonda a la reflexión sobre el recurso de lo femenino para consolidar un producto turístico, en cuyo núcleo duro se pretenda la articulación entre la tradición-modernidad y el desarrollo económico a través del mercado turístico. El certamen Diosa Centeotl surge hasta 1969. Tiene como antecedente el desastroso concurso Señorita Oaxaca, organizado durante el Homenaje Racial de 1932, cuyo fin fue elegir a una mujer de la ciudad que “sería una hermosa doncella morena de andares solemnes, esbelta de porte, difundiendo felicidad en su mirada’…...una señorita que por sus ‘prendas de virtud y de belleza fuera la representante de la capital” (Truffano, 2012: 68-69. Daniela Truffano hace un excelente análisis documental del desarrollo del concurso en Ligera crónica de una lucha galante. La designación de Señorita Oaxaca a través de las páginas del Mercurio (1931-1932)).
Después de este fatídico concurso, útil para analizar las prácticas de la Vallistocracia oaxaqueña de la época, se recurre a la representación, a través del Teatro de Masas, del ritual a la Diosa Centeotl, realizado durante la época prehispánica en el Valle de Oaxaca, introducido por los nahuas que se asentaron en el barrio de Chapultepec, durante la fiesta de los Señores o Huey tecuhuitl. Fray Bernardino de Sahagún nos indica que esta fiesta se realizaba en el octavo mes en honor a la Diosa Xilonen o Centeotlcíhuatl, diosa de los xilotes, del maíz tierno. Era una fiesta que celebraba la abundancia y la fertilidad en la que participaba todo el pueblo: hombres, mujeres, niños, ancianos, pero principalmente estaba dirigida a los pobres “porque cada año en este tiempo hay falta de mantenimientos y hay fatiga de hambre; en este tiempo solían morir muchos de hambre” (Sahagún, 2013: 119).

Con la llegada de los españoles y las órdenes evangelizadoras, se pone en marcha un proceso de aculturación y sincretismo religioso, que haría uso del calendario ritual agrícola de los pueblos prehispánicos para introducir el santoral cristiano. Así es como el ritual a la Diosa Centeotl fue suplantado por la celebración a la Virgen del Carmen. Prueba de ello son la fecha de celebración de la Virgen, el 16 de julio, y la actividad principal, posterior a la misa principal: la subida al cerro para realizar un paseo, y el lugar donde se erigió la Iglesia del Carmen Alto, sobre el lugar donde estaba el templo dedicado a la diosa, donde salía la doncella que era sacrificada en el cerro como don a los dioses para garantizar las cosechas. De esta forma se articula la relación entre la mujer y la tradición en el certamen. Una vez que se consolida el certamen, la representante de la Diosa cumple la importante función de presidir la fiesta junto a las autoridades del estado y el municipio, reminiscencia de la antigüedad pero, a la vez, imagen ideológica de un supuesto reconocimiento a la mujer oaxaqueña, indígena, mestiza y/o afrodescendiente, en el tiempo de la fiesta, al tiempo que olvidan las condiciones deplorables, de pobreza y desigualdad en las que viven cotidianamente. La imagen de la mujer oaxaqueña, en su vínculo con la tradición, sirve para perpetuar relaciones de dominación de la política centralizada en la ciudad, que van más allá del género y la etnicidad, distinciones que poco importan al diluirse en el contexto del espectáculo comercial y político.
No obstante ¿por qué, año tras año, se congregan más de 20 señoritas con motivo del certamen? Bajo intereses individuales o motivadas por sus vínculos con su comunidad, sería una respuesta ideológica y maniquea pensar que tales señoritas gustan de reproducir estas relaciones de dominación de las que están sujetas en el espacio de la urbe. Es decir, sería un error reduccionista pensar que tales señoritas son agentes que reproducen las relaciones de poder que constituye el certamen, como parte de la orientación que se le da a la fiesta en su organización institucional. Si nos alejamos de este falso supuesto ¿cómo explicarnos los motivos culturales significativos que dan sentido a la participación de aquellas que se disputan el cetro de la Diosa Centeotl y la presencia central durante la Guelaguetza? Algunas pistas las encontramos en las formas de participación en el certamen, pese a las prácticas impositivas (de procedimientos y resultados) de los propios organizadores, lo cual apunta a la reflexión sobre la relación entre mujer, tradición y política en el procesos de selección de la representante de la Diosa. En la siguiente ocasión ahondaremos al respecto.
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