José Manuel Schmill: el mexicano escondido del Horror
- Isis Linares
- 8 sept 2015
- 2 Min. de lectura
El pasado 30 de agosto terminó la 14ª edición de Macabro, Festival internacional de cine de horror de la Ciudad de México. En sus 11 días de proyecciones se escuchaban comentarios de todo tipo por parte de los asistentes, pero uno de los más recurrentes fue la nula o minima presencia de producciones mexicanas de este género, no sólo en el cine si no en cualquier representación artística.

Existe un personaje que a pesar de ser conocido por sus pinturas de paisajes y retratos, en los últimos años ha cobrado gran importancia la parte de su labor que se apega al horror. Él es José Manuel Schmill, quien nació en 1934 y que, a pesar de lo que se pueda suponer por su nombre y fecha de nacimiento, se trata de un pintor que se pacta de sí mismo como un hombre a quién no le gusta el medio artístico.
Si se observan sus pinturas, sus trazos con tonalidades oscuras y por demás perturbadoras bien se puede suponer que Schmill formó parte de una corriente de artistas con un gran apego hacia diversas expresiones de música y cine en particular, pero no es así, Schmill es un hombre que desapega su trabajo de su personalidad, aunque se pueda decir que hay un poco de la última sobre la primera.

Y es que el pintor nacido el 21 de abril del ya mencionado año ha vivido en el mismo lugar durante poco más de 20 años y su perspectiva sobre el arte mexicano contemporáneo no es por demás alentadora -algo que se puede comprender debido a la difusión que tiene su obra en estos días, a la naturaleza de la misma y al hecho de que es un artista receloso de su quehacer-.
¿Por qué un pintor estaría receloso de su trabajo? Sencillo: porque considera que hay muchas personas autoconsideradas “artistas” que no lo son, además de que, en efecto, el reconocimiento de su trabajo es reciente y más gracias a sus magistrales piezas sobre Horror que recuerdan a los retratos mortuorios que se estilaban a mediados del siglo XIX debido a la invención del daguerrotipo -cuando la imagen se forma sobre una superficie de plata pulida- y que le daban a la fotografía una corriente de interpretación sobre la cultura y apreciación de la muerte en aquellos días.

Schmill no comparte la empatía por el arte contemporáneo, pues lo ve como improvisaciones, ejercicios egoístas que buscan vanagloriarse entre sectores de la población. Quizás sea porque sus cuadros no contienen una “carga ideológica o política”, por lo que han sido pocos los que han mirado su trabajo; pero si hay algo que José Manuel Schmill tiene, y debe reconocerse por los amantes de este género, es pasión por su trabajo, que es furibundo, hermoso y aterrador.
Comentários