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Opinión: Semana de las juventudes.

  • Luis Alberto Rodríguez (@theintrepid) y Fotos:
  • 29 ago 2015
  • 3 Min. de lectura


El pasado fin de semana, el corazón de la ciudad de México se llenó de sangre joven, que corría inundando las arterias principales del primer cuadro del centro histórico. El motivo fue la clausura de la Semana de las juventudes, en su edición 2015, que tuvo lugar del 17 al 23 de agosto pasados, en distintas sedes.


Durante los cuatro días del evento los dos escenarios principales instalados en la plancha del Zócalo recibieron a una importante variedad de exponentes de la música en español, que actualmente ocupan la preferencia de amplios y distintos sectores de la juventud capitalina.


La selección del cartel fue bastante atinada. En él alternaron interesantes propuestas emergentes, junto a figuras consolidadas de la escena nacional y latinoamericana. Este espacio tuvo lugar para todos los gustos y preferencias, desde Mexican Jihad, hasta Paté de Fuá.


Otro detalle muy positivo en el cartel fue la presencia notable de importantes músicos latinoamericanos, tales como: Mon Laferte y Javiera Mena (Chile), Banda de turistas y No Te Va Gustar (Uruguay), o Los amigos invisibles (Venezuela) por mencionar algunos. Esto siempre se agradece, pues es una oportunidad de estrechar nuestra identidad cultural sonora, y conocer talentos nuevos de nuestros vecinos de América Latina.


Respecto a la escena nacional sería bueno tener más que decir. Estuvieron los que se esperaban y, como se esperaba, cumplieron con su cometido. Sería mentira decir que no pasamos un muy buen rato con Jumbo, Kinky y los Liquits, sus espectáculos son garantía.


Pero como apostar por lo seguro es más fácil, esperamos un poco más osadía al brindar oportunidades para los nuevos talentos de nuestro país, especialmente para aquellos que aún no son head liners y buscan una oportunidad de compartir sus propuestas. El esfuerzo es bueno, pero la oportunidad es importante y debería aprovecharse al máximo en próximas ocasiones.

Por otro lado, la cuestión del escenario dividido me causó un poco de ruido, y no dejó de hacerlo hasta el último día. Creí entender que la intención de esta decisión era asegurar la continuidad del evento, eliminando el tiempo muerto que se genera entre un show y el siguiente; sin embargo, en la práctica resultó lo más impráctico. Además del desconcertante escenario que quedaba vacío; si tus dos bandas preferidas tocaban consecutivamente, debías tener muy claro a cual verías hasta el frente y con cual te conformarías con verla desde la pantalla. Personalmente, creo que ese tiempo muerto entre shows tiene una función secundaria importante, ese tiempo permite el aforo y el desaforo. No todos quieren ver a la banda que sigue en el horario, mientras que a otros les gustaría ocupar su lugar al frente del escenario. Ese tiempo muerto es una excelente oportunidad para que las mareas humanas se acomoden y cada uno llegue a su destino.


Aunque si lo vemos desde otra perspectiva, el tiempo que se ahorró por la disposición de los escenarios, dio posibilidad de integrar un mayor número artistas al cartel. Si la decisión fue buena o mala cada uno tendrá su juicio, en función de las buenas o malas experiencias que tuvieron.


Otro tema que me tuvo algo incómodo fue el bajo volumen en algunos casos, como el de María Daniela o los Románticos de Zacatecas, donde llegué a pensar que estaba escuchando un estéreo con mucho volumen y no un espectáculo en vivo.


Está claro que la plancha del Zócalo es un espacio público, rodeado de edificios gubernamentales y transitada por miles de personas sin el menor interés en ser partícipes de los ruidosos sonidos que alteraban a las juventudes frenéticas; pero por favor, ¡estamos hablando de un concierto masivo por la semana de las juventudes!


Recuerdo haber estado en el primer cuadro del Centro Histórico aquella ocasión cuando tocaron los Ángeles Azules con la sinfónica. Recuerdo que podía escuchar los motivos principales de “Como te voy a olvidar” desde la calle de Bolivar sin ningún problema.


No entiendo cómo es que si con los Ángeles azules se pudo, en la semana de las juventudes no. A menos que se trate de un problema de presupuesto, en dado caso el escenario es distinto. Una cosa es innegable: la música fuerte se disfruta más, y muchas bandas pudieron escucharse con mucha mejor calidad si alguien le hubiera subido un poco al master.


En fin, no queda más que reconocer el esfuerzo del Instituto de la Juventud y esperar que la Semana de las Juventudes se convierta en una nueva tradición, que crezca y mejore año con año. Sobre todo en un momento donde en la escena musical sobran propuestas valiosas, que esperan una oportunidad de ser escuchadas, y faltan espacios y promotores que se arriesguen a apostar por el talento nacional, sobre todo el emergente.

 
 
 

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