El eco de la cumbia psicodélica
- Sony Santiago
- 11 jul 2015
- 2 Min. de lectura
Cobertura Especial en Club Atlántico
Era 3 de junio del 2015. La noche caía como todos los días, en la ciudad de México.
Un edificio ya conocido por su presencia cultural y musical, el Atlántico Dancing Club aguardaba como los árboles, postrado en el mismo lugar sin inmutarse, sobre República de Uruguay, a dos calles de la histórica plancha del Zócalo esperando las brisa de un grupo musical que envolvería el clima de la noche en notas musicales de locura y ritmo.
Dieron las 9 de la noche, hora en que empezaría el evento, las personas comenzarían a llegar al tercer piso, todos con una sonrisa e ímpetu, pues sabían que esa noche sus pies ocuparían la pista de baile y sus mentes viajarían en los acordes de la psicodelia.
Al principio todos ya bailaban la música grabada que se ponía, pero entre miradas cómplices; sabían que lo mejor estaba por llegar, junto al grupo que se anunciaba estelarmente durante esta noche.
En consecuencia, se reservaban los mejores pasos, los más descabellados, la expresión total de los cuerpos, que aún no terminaba por expresarse. El sudor era mínimo y el éxtasis se ahorraba para explotar en las horas venideras.
Dieron las 12 y el grupo Sonido Gallo Negro hizo su entrada al escenario; en medio de aplausos que se agitaban, aclamando por una noche de danza con los mejores ritmos de la cumbia.

Fue entonces cuando la primera canción resonó en la noche, el ritmo latino del grupo comenzó hacer efecto en las caderas de las mujeres, los hombres eligieron a su pareja y comenzaron a dar sus mejores pasos.

Este grupo que toca Cumbia Instrumental, Cumbia peruana de los 70´, y acordes del garaje, comenzaron hacer vibrar a todo la gente que concurría en ese lugar. El eco nocturno era Psicodelia con ritmos latinos, bajo un cielo que observaba la curiosa actividad humana, donde miradas se conquistaban y la cadencia invitaba a seguir bailando sin poder, ni querer parar.


La capacidad del ser humano de mover su cuerpo en todas direcciones, rindiendo tributo a la música que emanaba del escenario ocupado por “Gallo Negro”. En las personas ya se notaba una catarsis. Todos presenciaban la combinación visual de luces, que te remontaban a otro plano dimensional en las mentes, y el ritmo auténtico del grupo.

Todos los sentidos se agudizaban; el tacto en la danza, la vista en los multicolores psicodélicos que se reflejaban en los rostros de los músicos, el oído que percibía todo sonido rítmico de percusiones, teclado, timbal, güiro, guitarra, y el sabor de cada bebida para calmar la sed después de culminar cada pista.



Así transcurrió el tiempo, envuelto de un ambiente musical, con humanos rendidos ante la grandeza de Gallo Negro, quienes se alimentan de la reacción de las personas al escuchar la música que se les comparte.
Entre vítores, aplausos, danza, risas, se mantuvo el grupo, gustoso de ver el efecto de sus composiciones en los cuerpos presentes, sudorosos por no parar ni descansar ni un sonido.
Pero como todo inicio, también llega un final; o quizá una pausa impermanente, para permanecer en una noche psicodélica que será rememorada, como aquella en donde los pasos flotaron al son del Gallo Negro y al compás de sus acordes “sabrosones”.





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