Ahí está la nena
- Carlos Alberto Carrizales González
- 17 abr 2015
- 3 Min. de lectura
Imagen: "Little girl looking downstairs at Chrismas party", Norman Rockwell, 1964

Sobre una idea de Arantxa Terrazas
Ahí está la nena, intentando subir las escaleras, con su vestido rosa y sus tobilleras, apenas y puede subir las piernitas al escalón, no sabe cómo, pobrecita. Para ella cada peldaño es inmenso, un obstáculo que le llega al estómago y cómo va a levantar tanto el pie, cómo pasará esa muralla infranqueable que los demás pasan sin dificultad, además se ve alto, qué miedo debe tener, pero es más su curiosidad por saber qué hay allá, donde sus ojos ya no alcanzan a ver, y quién sabe qué tan alto será, quizás pueda ver desde arriba a su mamá que está acostada en el sillón, que no quiere ayudar a la niña a subir, qué desobligada, por qué no lo hace, es sólo una bebé, necesita ayuda, por qué mi mamá se queda echada en el sillón, no es posible.
Yo podría ayudarla, enseñarle a subir, pero no es mi obligación, sí, es mi hermana, mi hermanita, pero eso debe hacerlo mi mamá, ella debería levantarse e ir con la bebé, abrazarla, cargarla por debajo de los bracitos y subirla poco a poco cantándole una canción, haciéndola reír, diciéndole primero un pie, luego el otro, eso es, qué bonita, qué niña tan inteligente, mi princesa linda. En cambio, todo el día se la pasa en el sillón acostada, viendo la televisión o durmiendo, exigiéndonos de todo, que hagamos la comida, que tiremos la basura, que le demos su medicina, ella dice que está enferma y por eso no puede levantarse, que le duele, ay, mi espalda, las piernas no las aguanto y cómo las tengo de hinchadas, qué me pasa, dios mío. Ya me toca la medicina, Hija, tráeme la medicina por favor, no te enojes, entiéndeme, no me mires así, no estoy recostada aquí porque quiera, estoy harta de reposar todo el día en este sillón sin poder pararme ni siquiera a hacer bien del baño, ni a atenderlas a ti y a tu hermana, qué falta les hago, yo lo sé, lo veo, pero aunque quiera no puedo ir con ustedes, no puedo darle de comer a la bebé, ni siquiera a cargarla se digna, cómo me molesta hacer yo todo, ir al mercado, cambiarle a la televisión. Y ella sólo me mira, parece que quiere decirme algo, pero no se anima, sólo se me queda viendo, a veces creo que quiere llorar, pero para qué, si no es quién para levantarse, su enfermedad no es pretexto para abandonarnos así a mí y a la bebé, ya no puedo ni salir con mis amigos o con Diego, desde cuándo le prometí que iríamos por un helado, desde que me dio la flor no lo veo, ya estoy harta, si de veras está enferma, ya que se cure para que yo pueda largarme de aquí todo el día y olvidarme un poco de todo, sólo tengo 16 años, no soy mamá. La veo desde el comedor, la veo quejarse y sobarse las piernas, y la mamá con los ojos cerrados llora otra vez, de desesperación, de tristeza, la niña la mira con desconfianza, qué le pasa, no debe ser para tanto, y así pasa, una mira y se enoja, la otra se queja y llora, pero nadie ve a la nena, que ahí está, intentando subir las escaleras, cada peldaño es inmenso, apenas y puede subir las piernitas al escalón, y no sabe cómo, y nadie la mira, pobrecita.
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