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Nadie me quiere por pinche cabrona

  • Nancy Juglar
  • 2 abr 2015
  • 5 Min. de lectura

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Desde muy pequeña mi madre me enseñó a no tolerar faltas de respeto ni bromas de las personas, y también me enseñó que mi padre no podía golpearme jamás, bajo ninguna circunstancia, lo cual me hizo de una manera particular.

Desde niña, viví con los estigmas de “Cabrona” y “Loca” por no quedarme pasiva ante nadie y por alzar la voz para hacerme respetar.

Recuerdo que cuando íbamos a fiestas familiares siempre tenía que convivir con varones infantes que intentaban someter mi voluntad, primero al ser amables conmigo y después, al no obtener respuesta positiva de mi parte, intentaban molestarme, burlarse y sentirse por encima de mí, por mi edad y claro “por ser niña”.

¿Cuál era su impresión al notar que yo decía NO y que si me querían hacer alguna burla, al instante respondía con una falta de respeto que ellos aún no conocían? Sus ojos de asombro y sus bocas acusándome con sus madres y padres por ser “una niña mala”.

Cuando tenía al rededor de 5 años comenzamos a convivir mucho con cierta familia del estado de México y uno de ellos (primo político mío), muy mayor de edad a comparación de mis 5 años, siempre buscaba mi aprobación e intentaba de todo para “ganarse” mi simpatía, lo cual no le resultaba de ninguna manera. Intentó con dulces, regalos, dinero, besos y muchos “beneficios" que sólo se ganaban lxs niñxs que le daban beso cuando llegaban a su casa de visita.

Yo nunca le daba beso, tenía demasiada aprobación por parte de mi madre como para venderme por cosas que yo tenía sin tener que darle nada a ella a cambio. Recuerdo que le decía a mi mamá: "Dile que si quiere me dé el dinero o el dulce, pero no doy beso". Ellxs siempre se echaban a reir y decían, “salió mas cabrona que bonita", y eso no me gustaba .

Recuerdo que yo no quería ir a la escuela y le decía a mi mamá que no iría a la escuela hasta que fuera mayor. Y ella decía, “sí hija”. Yo me sentía entendida y respetada por mi madre. Y la aprobación de otres realmente ni me importaba.

Un día mi primo dejó de pedirme besos y comenzó una nueva forma de ganarse mi simpatía. Y lo logró: me enseñó a decir “malas palabras" y ésas eran muy útiles para mí, así cuando me enfrentaba a mis “enemigxs", yo usaba mis malas palabras para espantarles.

Mi primo tenía un hermano de alta estatura y juntos les gustaba molestarme y decir: "Ah, eres una pequeñita, te podría comer". A esto yo respondía con malas palabras y patadas. Y a ellxs les causaba gracia ver a una niña pequeña luchando así.

Cuando aprendí a escribir, lo primero que hice fue redactar una carta llena de amenazas e insultos a mi primo y su hermano, diciéndoles que eran unos pinches gordos pendejos y que me dejaran en paz.

A partir de ahí me dejaron en paz, pues ya era obvio que su acoso de “broma" realmente me molestaba.

La última bromita de mi primo, fue regalarme una playera rotulada con un meme, que tenía en la imagen a una niña entre molesta y berrinchuda y decia la leyenda "Nadie me quiere por pinche cabrona", la vestí con orgullo .

Un día también estaba con mi hermana jugando a las barbies y ella lanzó mi barbie secretaria debajo de la cama y yo me enfurecí y le pegué con mi zapato en la frente, descalabrándola y reafirmando mi título de “niña mala", y llegó mi papá y me castigó haciendo una plana de escritura de bolitas y palitos. Yo ni sentí que eso fuera malo, ni me sentí arrepentida de lo que hice.

Mi hermano mayor siempre me molestaba y yo siempre me defendía. Un día, mientras comíamos, estaba burlándose de mí por gusto y le hice la britney señal y se quedó anonadado por que esa seña ni él usaba. Y me acusó, y mi papá me castigó sin poder ir a Atlantis.Y yo ni lloré ni pedí perdón, ni me arrepentí. Al contrario, me quedé feliz con mi mamá en casa sin ir a clases mientras mis compañerxs de grupo iban a Atlantis por ser niñas buenas. Y mi mamá sacó de su cajón una paleta de cereal con chocolate en forma de corazón con un sticker que decia “te amo “.

También recuerdo que en la primaria había un niño perverso que me amenzaba diciéndome: “Te voy a violar", cuando apenas íbamos en tercer año de primaria--recuerdo ahora a carcajadas--cómo le rompía paletas de hielo en la cabeza para sacarlo de su afán de amanzarme de violarme.

Y así me di cuenta que no le tengo miedo a los niños. En la secundaria me di cuenta que no le tengo miedo a los adolescentes ni a su desaprobación ni a su acoso escolar. Siempre los enfrenté y les contesté con el mismo respeto con el que se dirigían hacia mi persona y fue así como pasé toda la primaria y secundaria sin novio. Mi primer amor fueron lxs gatxs .

Cuando comencé a tener curiosidad por la sexualidad recurrí a las niñas, adolescentes y mujeres porque les tenía confianza y hubo muy pocas niñas, adolescentes o mujeres que me violentaran.Y la que más me fastidió fue la orientadora vocacional de la escuela secundaria, por que ante el acoso escolar, su única facultad era la de decir: “No les hagas caso", “Ignóralos", cosa que nunca hice y siempre respondí las burlas con insultos y las afrentas con pedradas .

Mientras mi hermana iba al gimnasio a darle forma a su cuerpo, yo iba a clases de guitarra y a conciertos de rap y metal. Nunca pude encajar en la norma ni en la moda. Sólo sabía ser leal conmigo misma y respetar a quien me respetaba.

Cada que llevaba amigas a casa, mi madre se asustaba, pues mis amigas nunca fueron normales. En la primaria, mi primer amiga era una niña de desarrollo físico muy precoz, con caderas muy anchas, grandes senos y cabello largo, rizado y muy negro. Apenas íbamos en quinto grado y las dos menstruábamos ya. A mi amiga Shakira siempre la acosaban en la escuela por su cuerpo, por sus curvas y cuando brotaron mis senos ella fue la única que me entendió cuando le pinté el dedo y mandé a chingar a su madre al primer compañerito que dijo algo sobre mis senos. Obvio la profesora también dijo que yo era mala y yo le dije a lxs compañerxs del salón que sí, yo era mala y que la maestra debía tratarme con cuidado pues, si me molestaba, yo podría envenenarla. Obviamente, bromeaba oscuramente.

Luego llevé a otra de mis amigas,Teri, una niña muy alta y muy guapa que venía llegando de Guadalajara a vivir al estado de México y ella y yo hablábamos abiertamente sobre la menstruación y nuestros cambios y eso a mi mamá no le gustaba. Pero cualquier intento por decirme sé discreta fue inutil, pues yo no tenía nada que ocultar ni que callar.

Ya éramos dos niñas malas en el salón y yo me sentí muy satisfecha.

Por ser “cabrona niña mala" me excluyeron del vals de salida de tercero de secundaria. Y se los agradezco, pues a partir de ahí comprendí que la aprobación social es de las agachadas, de las sumisas, de las miedosas. De las“niñas buenas”.

 
 
 

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