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Juego de cartas

  • Oliver Neoquínico
  • 16 mar 2015
  • 6 Min. de lectura

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Los mexicanos tenemos tino para errarlo todo.

José María Luis Mora.

Los lectores de Contratiempo MX, suelen ser muy jóvenes. La mayoría de ellos eran adolescentes despreocupados, o niños en pos de la pubertad, cuando Vicente Fox ganó la Presidencia de la República. Por supuesto que no recuerdan al dueño de MVS, Joaquín Vargas, que en el año 2000 era el presidente de la Cámara de la Industria de la Radio y la Televisión (CIRT), justo en el momento en que se negó a dar los resultados de la encuesta electoral que anunciaba la pérdida del candidato del PRI, Francisco Labastida. Y mucho menos recordarán directamente a Joaquín Vargas, profundamente consternado, ante el anuncio de Fox como ganador de las elecciones.


Lo que quizá sí tengan en mente, es que no es la primera vez que Carmen Aristegui es despedida de MVS. En 2011, tras la manta desplegada por el entonces diputado federal, Gerardo Fernández Noroña, la periodista le pidió públicamente a la Presidencia, y a través de la Primera Emisión de MVS Noticias, que aclarara el presunto gusto etílico del presidente en turno, Felipe Calderón. Joaquín Vargas reaccionó a ello, demostrando su falta de carácter, y su evidente supeditación al partido político en turno de poder, despidiendo a Carmen Aristegui. Ésta última culpó a Calderón de su despido, usando frases como “berrinche presidencial”. La periodista, incluso, dijo que su despido se debió a que se negó a leer una disculpa que la empresa MVS había escrito para que la dijera al aire. Luego de una ola social y virtual a favor de Aristegui, pero más debido a la presión interna de despido injustificado, la periodista fue restituida en su puesto pocos días después.


MVS se ha visto envuelto en varios asuntos de índole político desde que el PRI perdió su hegemonía política a nivel federal. Uno de los más sonados fue la venta de la Banda Ancha de 2.5 gh. Televisa, TV Azteca, MVS y Telcel fueron los protagonistas de la búsqueda de la concesión de dicha banda. MVS no tenía (ni tiene actualmente) la capacidad monetaria para crear una rama telefónica que cubra el espacio de la banda, pero tenía el control sobre ese espectro. El gobierno federal buscó regatear el precio de la licitación, para poder vender la concesión de la banda ancha a empresas particulares. Aquellas empresas eran, sobre todo, Televisa y Tv Azteca, que se aliaron para ganar la licitación. El otro participante era Carlos Slim. A fin de cuentas, MVS litigó la Banda Ancha por varios problemas ante la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), dejando todo en suspenso.


Este hecho favorecía a Carlos Slim quien, en una especie de devolución de favor, hizo varios contratos con MVS para permitir el pago y distribución de la compañía de cable Dish, perteneciente a MVS Comunicaciones. Según El Financiero, Slim tiene derechos sobre la compañía de cable, con opciones de compra y venta. “La de compra corresponde a la adquisición del 51 por ciento de Dish por parte de una subsidiaria de Telmex. La de venta, a la posibilidad de que Dish obligue a Telmex a comprar el 51 por ciento de sus acciones”. Esto quiere decir –tal como lo deja notar, también, El Financiero, que el empresario más rico de México tiene los beneficios de un accionista sobre Dish, sin serlo realmente.

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Sumado a todo esto, en enero del año en curso, The New York Times, anunciaba a Carlos Slim como el mayor accionista de la empresa. Poco después de un mes, el periódico estadounidense presentaba un artículo donde revelaba que Alejandro Murat, director del infonavit, era dueño de varias casas en Estados Unidos, que se sumó al caso de la “Casa Blanca”, de la primera dama mexicana. Luis Videgaray quedó en medio de todo ese escándalo, al descubrirse que también tenía propiedades millonarias, provenientes del Grupo Higa.


Un mes después, Daniel Lizárraga e Irving Huerta, eran despedidos de MVS. Carmen Aristegui dijo que ambos formaban parte de la Unidad de Investigación de Noticias MVS Primera Emisión, y estaban investigando sobre la casa de Videgaray y sobre el caso Tlatlaya.


La periodista protestó y pidió la restitución inmediata de sus compañeros. Paralelamente, la periodista había anunciado que MVS/Aristegui, participaría activamente en el proyecto MexicoLeaks. Bajo el pretexto de la violación de “su código ético”, MVS decide prescindir de los servicios de Carmen Aristegui, pues la empresa no tenía conocimiento de la participación en ese proyecto y que la periodista había caído en un “abuso de confianza” al usar la marca para fines no notificados ni autorizados.


Y aquí es donde entra el sentimentalismo mexicano ante el cinismo político. MVS juzga a Aristegui con la ley en la mano sobre un supuesto abuso de confianza, cuando la empresa ha hecho tratos con el magnate mexicano, Carlos Slim, maniobrando con las leyes, para que ambos disfruten de los beneficios de lo ya relatado aquí anteriormente.


Sin embargo, Joaquín Vargas demostró una vez más su falta de carácter e hizo gala de su inclinación política al despedir a Carmen Aristegui. Al parecer, el dueño de MVS tiene más miedo a la tradición priista que sobre cualquier otra cosa.


En las redes sociales se comienza a anunciar un “boicot” a Dish, por el despido de Carmen Aristegui. Los “activistas” de ocasión, con el sentimiento en la mano, convierten a la periodista en un mártir del juego político y, con un profundo simplismo, apelan al boicot de una compañía de cable que es una rama aparte del funcionamiento de MVS Radio. MVS Comunicaciones es una empresa que cubre desde televisión, pasando por radio, hasta llegar a servicios editoriales o de publicidad. Y, como ya explicamos, Carlos Slim está más cerca de Dish de lo que pudiéramos pensar.


También resulta exasperante ver cómo los activistas instantáneos ensalzan un periodismo que, sobre todo en últimas fechas, se ha vuelto portavoz de un partido político surgido de los desechos políticos de todo el país: Morena. Éste partido alberga desde mesías renombrados y con fuelle apagado, hasta expriistas o experredistas perseguidos por sus viejos partidos políticos. Con actividades “altamente democráticas” como la Tómbola, Morena se llena de un desprestigio populista –en el sentido despectivo de la palabra-, que no es explicado ni tocado una sola vez con tintes críticos por la periodista en cuestión.


Carmen Aristegui es, sin duda, una potencia periodística, pero a nivel muy local. Su mayor fuerza se encuentra situada en la zona metropolitana y no tiene el suficiente respaldo a nivel nacional. Creer que el despido de Aristegui tiene connotaciones electorales, es una mala lectura, pues el PRI sabe de antemano que el Distrito Federal a nivel delegacional es pieza perdida, y se enfocará a nivel más local, pero sobre todo, en el interior de la república.


¿Los activistas por generación espontánea se han puesto a pensar qué pasaría si hacen el boicot a Dish?, Emilio Azcárraga se encumbraría como el dueño absoluto de la televisión por cable, suponiendo la baja financiera del producto televisivo de MVS. ¿A quién le estamos haciendo el juego, entonces?

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Como bien dijo José María Luis Mora: “Los mexicanos tenemos tino para errarlo todo”. La lectura política de las redes sociales es severamente errónea. El mexicano lo erra todo, porque pone en primera instancia el sentimentalismo en detrimento del raciocinio. Defender a Carmen Aristegui por su despido, con marchas y boicots a compañías de cable, evidencia un simplismo profundísimo. Mario Bunge suele decir: “Dime cuánto sabes de historia y de ciencia política, y te diré cuánto entiendes de lo que sucede en tu país”. Tenemos que dejar pasar el tiempo. Aristegui acaba de anunciar que peleará para quedarse en MVS y yo no entiendo su empecinamiento. Con tanta tecnología, y con una sociedad civil altamente tecnológica, una plataforma en internet, por el momento, le vendría mucho mejor que desgastarse contra una empresa que ya ha decidido su línea política a causa de la tibieza de su dirigente.


Lo que no me explico, es cómo siendo muchos de los activistas actuales aficionados a una serie política como House of Cards, pasan por alto que en aquella serie la sociedad civil tiene poca o nula injerencia en las decisiones más trascendentales de la vida política. La democracia actual pasa de largo sobre las protestas de la sociedad civil. Pasó por alto Ayotzinapa y pasará por alto cualquier otra cosa. El juego político, estimados, es un póker cerrado, y sólo puede apostar aquel que, de mano, tenga más que un póker de ases. La sociedad no puede seguir apostando con el par de treces de su protesta social callejera y que repite consignas, sin un estudio exhaustivo del contexto político, y sin métodos profundos que en verdad sacudan toda la estructura de este castillo de naipes que es la política mexicana.

 
 
 

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