De primeros a primeros

Narciso Ferraz

Hubo primeras veces desde hace cuatro años: "ya lo dejo" "ahora sí ya lo dejo" "ni una más, lo dejo" Una escoria está siempre predispuesta a regresar a su cloaca. Es como el primer amor: allá va. Es un cortejo y ritual... Seducir. Retar. Incitar al prójimo, a tus manos, a tus venas... les previenes lo inminente en una suave danza de polvos, fuego. Es cachondear y meter mano, meter fierro. Agujas. Y como cualquier amante sensato, no la metes sin los preliminares. Desnudas el instrumento y le susurras a tu cuerpo una canción, un himno a la ansiedad. Porque ahora sabes cuánto debes tener consciencia y sensibilidad sobre el otro. Las necesidades y el deseo deben florecer al mismo paso. No importa si, como ahora, los huesos quieren romperse, tampoco si el sudor te nubla la vista, porque el tacto vale más. Susurras aún para calmar la temblorina. No siempre es el juego ideal, ningún amante es perfecto. Quizá puedas cantar todas las maravillas para suavizar el flujo de sangre pero quizá también nunca atines y te desmayes en el acto. Te abrazas y contagias la calma y la ansiedad. No han hecho nada... y temes, teme. En un juego así, en el punto ideal, referidos a la experiencia, no más juegos preliminares. No más cachondeos porque el momento es el cachondeo y toda forma sensual en sí. Es fálico y edipal. Dependencia y yugos que someten. Un juego de poderes. Una lucha interna precoital que no empieza siquiera cuando la aguja está dentro y empieza todo de nuevo. Contemplación. Es fluirte con la vida. Es amar al sonido de los grillos. Amar de nuevo. Por primera vez. Y debes estar dispuesto a amar antes de que el dolor se vuelva a apoderar de tu cuerpo. Como un amante ideal. ¿Sabrá ella cuánto le amo? Quizá deba temblar más cuando le veo aunque ella y yo sepamos quién tiene el control.

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