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México y Estados Unidos, una hermandad futbolística

  • contratiempomx
  • 18 feb 2015
  • 6 Min. de lectura

Adrianelly Hernández Vega

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“Es como irle al América y jugar con el Guadalajara”, explicó Fátima Leyva en una entrevista concedida en 2013, acerca de las jugadoras méxico-americanas que representan a la Selección Mexicana, un síntoma del Tricolor Femenil que inició a finales de los años 90 y ha sido reproducido incesantemente por el cuerpo técnico, hasta la actualidad.

Las diferencias culturales entre ambos países se transportan al campo de futbol, el duelo es el clásico de CONCACAF, el que ninguno de los banquillos y equipos quiere perder; pero, en el caso de la selección nacional femenil, tiene una característica especial: un buen número de futbolistas proceden de la unión americana y pueden usar la verde gracias al lazo de padres o abuelos, aunque quizá nunca hayan pisado tierra azteca.

Los inicios del equipo híbrido

En la actualidad, los futbolistas con doble nacionalidad o que pueden jugar con más de una selección, ya no son novedad: Diego Costa nació en Brasil, pero optó por defender la camiseta de España; Lukas Podolski y Miroslav Klose, de Polonia, eligieron Alemania; Gonzalo Higuaín vio la luz en Brest, Francia, pero su amor por Argentina lo llevó a vestir la albiceleste; Patrick Vieira, quien en 1998 fue campeón del mundo con el país galo, nació en Senegal; y como estos, infinidad de ejemplos.

Pero a finales de la década de 1990, tomar esta decisión para un selectivo nacional y, sobre todo, mexicano, no era sencillo, aunque carecía de critica, debido al poco eco que generaba la selección de mujeres. Guillermo Monterd y Carlos Pedrín fueron los primeros en apostar por un equipo híbrido, allá por 1998. Los encargados de la Femenil propusieron convocar a sólo cinco elementos con doble nacionalidad, pero los resultados negativos y la serie de derrotas provocaron que eliminaran esta regla y se definiera un número ilimitado de méxico-americanas.

La dupla Monterd-Pedrín no consiguió el boleto al Mundial de Estados Unidos 1999, a pesar de los “refuerzos” estadounidenses, y fueron relevados por Leonardo Cuéllar, el ex futbolista de los Pumas de la UNAM, que destacaba por su melena afro, los zapatos blancos y los comerciales que protagonizaba. Cuéllar sí logró el boleto al Mundial, al vencer a Argentina en el repechaje, y se quedó con la ideología de sus antecesores: un combinado cuya base serían las futbolistas norteamericanas, con el fin de tener más armas para competir.

El prototipo anhelado por Cuéllar

El técnico nacional se caracteriza por ir en busca de un prototipo de futbolista difícil de encontrar en México: altura y fuerza, sobre todo en las posiciones defensivas. Pero esto no siempre conjuga con el talento en la cancha; niñas con aptitudes con el balón han sido descartadas de cualquier selectivo sólo por no medir más de un metro con 60 centímetros.

La altura y fortaleza de las estadounidenses son elementos clave de su futbol; pero no los únicos. Las jugadoras de las 'barras y las estrellas' han sido, a lo largo de la historia del futbol femenil, unas de las más rentables. Mia Hamm, quien brilló con la playera norteamericana de 1987 a 2004, fue el primer ícono mundial. Su gran toque, fuerza física y todos los títulos que alcanzó (Balón de Oro, Copas del Mundo y Juegos Olímpicos) la han convertido en leyenda; pero esta mujer no gozaba de una estatura privilegiada, pues su 1.65 metros no distan mucho de lo que mide el argentino Lionel Messi. “Lionel Messi es el mejor jugador del mundo y es unos tres centímetros más alto que yo”, declaró Hamm.

En Estados Unidos, casi un 40 por ciento del total de futbolistas registrados oficialmente son mujeres, es el país con mayor número de féminas jugando futbol; su éxito en el balompié se debe, no sólo a las características físicas de sus jugadoras, sino a una serie de factores que han beneficiado su desarrollo: las mujeres no son mal vistas si deciden practicar futbol, hay una relación estrecha entre deporte y escuela, además, existe una equidad deportiva que permite un equilibrio en cuanto al apoyo a las disciplinas, sin importar el género.

México no necesita llenarse de mujeres altas y con músculos en su equipo nacional, cuando la población promedio no cumple con estas características, sino buscar exhaustivamente el talento que de manera natural se encuentra en el país y mejorar sus proyectos deportivos, que carecen de una planeación y estrategia adecuadas.

Las grandes figuras son mexicanas

Aun cuando el futbol femenil no es el deporte más exitoso en México, las contadas figuras emanadas de la Selección Nacional tienen todas sus raíces en el territorio azteca.

Maribel Domínguez, el máximo exponente futbolístico y mediático, creció en dos de lugares afectados seriamente por la pobreza y la marginación, síntoma nacional, Tláhuac y Chalco, en el Valle de México. “Marigol” saltó a la fama gracias a diversas razones: sus capacidades en la cancha, sus rasgos netamente mexicanos, su extracción humilde y su paso por el futbol internacional. Por ello, de inmediato fue capturada por marcas como Pirma y Gatorade e, incluso, Televisa se acercó para un contrato de exclusivas.

El resto de íconos del futbol femenil también dieron sus primeros pasos en México: la mediocampista Fátima Leyva pasó toda su vida en Ixtapaluca, Estado de México, portó por muchos años el gafete de capitana, jugó en Estados Unidos y Rusia; la delantera Iris Mora es oriunda de Cancún, Quintana Roo, fue un emblema del Tricolor Femenil, convirtió goles importantes, y jugó para la UCLA en Estados Unidos; Evelyn López nació en el Distrito Federal y es una de las delanteras más letales en la historia de Selección, sigue activa en el equipo de la Policía Federal Preventiva y continúa ganando campeonatos; Mónica Vergara es de Guadalajara, Jalisco, duró muchos años en el cuadro titular de la Selección Mayor y en el ahora forma parte del cuerpo técnico, en el 2014 fue la estratega titular de la Selección Sub-15, que obtuvo la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de la Juventud en Nanjing.

En cuanto a jugadoras actuales, Charlyn Corral es originaria de la capital mexicana y figura como la sucesora natural de Domínguez; Corral fue nombrada niña prodigio por la FIFA, ha jugado en Estados Unidos y Finlandia, y además fue parte de la Selección universitaria que ganó la medalla de plata en Kazán, Rusia, en el 2013; en su generación también destaca Nayeli Rangel, una regiomontana que en los últimos años ha sido la imagen del equipo; y Cecilia Santiago, la portera que con apenas 14 años ya estaba jugando un mundial de selecciones absolutas.

Si de mencionar a jugadoras méxico-americanas que han vestido la camiseta tricolor se trata, la lista es muy grande: Mónica Gerardo, Mónica González, Linnea Quiñones, Gina Oceguera, Laurie Hill, Susie Mora, (todas ellas, de la primera camada elegida por el cuerpo técnico mexicano), Rubí Sandoval, Natali Vinti, Alina Garciamendez, Natalie García, Teresa Noyola, Tanya Samarzich, Verónica Pérez, Amanda Pérez, Mónica Alvarado… y la lista se incrementa si se cuenta a las convocadas para selecciones juveniles.

“Me gusta la posibilidad de representar a México porque soy mexicana, estoy orgullosa de representar a México, aunque no hablo español, pero lo estoy aprendiendo y todas ellas me ayudan a practicarlo. Es un gran sentimiento representarlo, aunque nací en Estados Unidos (…) mi padre y mi madre, ambos tienen un padre de México, a pesar de que ambos nacieron en Estados Unidos, así que soy la tercera generación”, declaró Mónica Alvarado en 2011, previo a su participación en la Copa del Mundo de Alemania.

“¿Por qué hay tantas jugadoras méxico-americanas?”, pregunté a Fabiola Vargas, ex seleccionada nacional, hace un par de años. “Se dice que las chicas que vienen de Estados Unidos pagan, muchas cosas se dicen… ¿de dónde más sale dinero? Pues sí, que en Estados Unidos hay mucho negocio con esto, que por eso vienen tantas, yo no lo sé, más bien las que lo han vivido creo que tendrían que hablar, pero tienen miedo…”, respondió.

Las razones por las que muchas jugadoras, que nunca han vivido o conocido México, aspiran a estar en el Tri, son varias. No hay pruebas de que paguen; al contrario, Natalie Vinti, futbolista de California, Estados Unidos, declaró para ESPN Deportes de Los Ángeles, que estaba preocupada por la situación económica. “Vinti recibe del Tri modestos viáticos de aproximadamente 25 dólares diarios durante competencia, lo cual incluye etapas de preparación. La recién graduada de la Universidad Estatal de San Diego en Administración de Negocios y Mercadotecnia dice trabajar en una empresa de bienes raíces en el sur de California. Cada vez que tiene que cruzar la frontera para unirse al tricolor su jefe le da permiso de ausentarse de la oficina sin goce de sueldo”.

Los datos son reveladores, para Alemania 2011, de las 21 futbolistas de la Selección Mexicana, siete nacieron en Estados Unidos, es decir, la tercera parte de ellas.

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En la cancha manda Estados Unidos

Las estadísticas de los partidos entre México y Estados Unidos revelan un dominio abrumador de este último, con 30 victorias para el cuadro de las barras y las estrellas, un empate y un triunfo para las tricolores.

Sólo dos juegos han sido en territorio mexicano, el resto se han celebrado en Estados Unidos, Canadá, Haití y Costa Rica; el único duelo ganado por las aztecas fue, precisamente, en Cancún, en el Pre-Mundial de 2010, lo que le dio el pase al Mundial de 2011.

Además, Estados Unidos ha convertido 143 goles y permitido sólo nueve. En la cancha, la rivalidad, y la diferencia, es absoluta, pero en el fondo, México y Estados Unidos comparten una hermandad futbolística, por lo menos en la categoría femenil. La Selección Mexicana es una plataforma a la que muchas aspiran, aquellas que no fueron consideradas por la selección norteamericana o que sienten amor por su otra patria.

 
 
 

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