Fuerzas armadas. Cancerberos de la clase política
- contratiempomx
- 17 feb 2015
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José Mendiola Esquivel

Una de las curiosidades más significativas que surgen cuando uno estudia a las Fuerzas Armadas como actor del sistema político mexicano, es la idea de que el ejército mexicano, es ajeno a la participación política. Dato curioso, si se compara con las realidades de diversas naciones latinoamericanas que se vieron inmersas en una intensa actividad político-militar y que en la gran mayoría de casos culminó con gobiernos autocráticos, que se impusieron por medios violentos suprimiendo de tajo el proceso democrático.
La vejación sistemática a los derechos humanos, la desaparición forzada, la tortura, el encarcelamiento, los asesinatos fueron imágenes que los militares latinoamericanos eligieron para identificar su manera de hacer política.
En el caso mexicano, muchas voces conceden el deleite de unas fuerzas armadas “respetuosas” al pacto democrático, cierto es, que en México no hemos vivido un gobierno militar en varias décadas, sin embargo, las fuerzas armadas fungieron con la misma lógica que en el resto del subcontinente, protegiendo sus intereses y actuando como grupo de choque, en contra del “enemigo interno”.
En Latinoamérica, la politización de las fuerzas armadas se recrudeció en el contexto de la “Guerra Fría”. El surgimiento de posiciones políticas adherentes o simpatizantes con el socialismo, colocaban en riesgo la zona de confort de las naciones capitalistas, estamos hablando de una región altamente rica en recursos naturales y en mano de obra.
Dichos gobiernos militares, tuvieron como misión estabilizar la región e impedir que cambiara de bando. México, siguió la misma tendencia, la diferencia es que en nuestro país nunca se gestó un proyecto socialista que tuviera las posibilidades reales de acceder al gobierno.
Las violaciones graves a derechos humanos, cometidas en México por militares, fueron resultado de tácticas contra la población-enemigo, conocidas por los altos mandos de la SEDENA, como lo muestra el Informe Final de la Comisión de la Verdad del estado de Guerrero.
Es así que, de la Guerra Sucia a Tlatlaya, y de Tlatlaya a Iguala, las vejaciones cometidas por las fuerzas armadas han vulnerado el desarrollo democrático de este país. Sin embargo, la parte más lamentable es el hecho de que en ninguna forma existe sanción a estos excesos, la impunidad que gozan los militares ha sido y será un aliciente para que se sigan consumando estas prácticas.
A casi un año de la reforma que eliminó el fuero militar en relación a los abusos que implicaban a militares con civiles y que era la escusa jurídica de protección en casos de violaciones a derechos humanos, por parte de éstos, de poco o nada ha servido, no hay presencia de procesos iniciados contra militares por abusos contra la población civil, ni por crímenes del pasado ni del presente.
La impunidad apremia. Sin sanciones ni castigos a este tipo de prácticas las violaciones a los derechos humanos seguirán siendo el pan de cada día, siendo latente que en cada momento aumenten su intensidad.
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