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Una historia del diablo

  • contratiempomx
  • 12 feb 2015
  • 2 Min. de lectura

Oliver Neoquínico


“Una historia del diablo”, se presenta en La Caja Fuerte, del Foro Shakespeare todos los jueves a las 21 horas, hasta el 5 de marzo. Escrito por Don Nigro y traducido por la propia actriz, Tato Alexander, el monólogo es un imperdible viaje a través de la multidimensionalidad de la mujer en su intimidad. Dirección de Itari Marta.


María se asoma en el exterior de la Caja Fuerte como quien se busca a sí mismo. Después de una entrada espectacular, se encuentra con todo lo que nosotros ya habíamos visto: una escenografía cuya combinación entre lo tétrico y lo infantil que se convierte en una viva representación de los diferentes niveles de la búsqueda del propio yo.


María es una mujer violinista que tiene una doctrina de vida marcada por una sencilla frase: no cree en Dios, pero cree en el diablo. Éste último es casi todo. Las voces en su cabeza o hasta un perro que le anuncia que algo terrible está a punto de pasar. El perro funge en cierto momento como una referencia goethiana a Nefistófeles: ese perro es el diablo.

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Ella cree que su novio, un director de orquesta iracundo y patán, la ha estado engañando. Así que comienza una búsqueda autorreferencial de sí misma, ayudada por un personaje de trapo, llamado “El señor conejo”, en un ejercicio ventrílocuo que le permite a la actriz demostrar toda su capacidad histriónica. El señor conejo provoca en el público una reacción de ternura que se extiende hacia la propia María. Ella es una mujer encantadora, tierna, dulce, sencilla, espontánea y torpe. Ha sido dotada de una locura adorable que la convierte en una viva referencia de los altibajos emocionales que vive, disfruta y sufre una mujer en la soledad de sus pensamientos.


Sin duda, “Una historia del diablo” es un inmejorable paseo por las inquietudes femeninas, colocado en un personaje que Tato Alexander hace suyo, y cuya belleza solamente es superada por su actuación.


Nunca antes se había dejado tan en claro que, el internarse en los sueños y pesadillas, en los deseos y los miedos de una mujer, se revela toda la creación del demonio en su perfección femenina. Pero quizá María no necesitaba de un hombre que le dijera esto.

 
 
 

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