Una lista para ver lo invisible y alejarse de la invisibilidad
- contratiempomx
- 4 feb 2015
- 7 Min. de lectura
Anna Lagos
“Invisible: todo eso que siempre ha estado allí. Invisibilidad: superpoder
que sólo se adquiere haciendo lo mismo durante mucho tiempo y en el
mismo lugar”. -Fernando Rivera Calderón, Diccionario del caos.
Una lista para ver lo invisible y alejarse de la invisibilidad
Existen cosas que no vemos y de pronto, cuando se van, aparecen. Luego, hay otros que comienzan a desvanecerse en su rutina al grado de parecer un mueble más. ¡Qué lástima! Pero, yo no quiero añorar lo invisible, ni acercame, de a poco y por el paso de los años, a ser parte del paisaje habitual.
Por eso, quise hacer esta lista, una nueva para terminar el año con más sueños en el tintero, con algunas sentencias para alejarnos de la invisibilidad, para que la vida no se nos vaya en unas cuatro paredes, frente a una computadora, entre bancos, cuentas o trabajos sin sentido.
1.- Ver lo invisible, aunque la rutina no nos permita ver lo realmente valioso. Hace no mucho me di cuenta que el tiempo había pasado demasiado rápido, me di cuenta porque vi a mi abuelo, mi querido abuelo, sentado en un sillón con un tanque de oxígeno. En ese momento, tuve que hacer una pausa a la vorágine, a las ambiciones, a la rutina aplastante, a mi trabajo, a la escuela, a los pendientes… porque ese hecho me gritaba: ¡Anna, la vida está pasando y te la estás perdiendo! En ese momento, me di cuenta de lo invisible, me di cuenta que nada es para siempre y que mi abuelo, el de siempre: el de la voz fuerte que casi grita, el de las anécdotas interminables, el del humor ácido, el hombre que más quiero en el mundo, el que amaba soldar, podar el pasto, cortanos fruta, hacer comida, enseñarnos a jugar, regañarnos (muy a su manera) porque no estábamos tapados, el que nos preguntaba si estábamos satisfechos, el que salía a la calle a saludar a medio mundo, mi abuelo, está sentado en una silla respirando gracias a un tanque de oxígeno. Ese hecho me puso de frente a la muerte, a los finales y sé que él se irá (quizá yo me vaya antes, de la vida no hay que fiarse) y con él se están yendo las reuniones familiares, la alegría en la casa de mis abuelos, la inocencia de mis primos, la sonrisa de mi abuela, las sobremesas de los domingos que parecían interminables, la vida… se está yendo y no hay nada que hacer contra el implacable tiempo. Por eso, (como dice mi mamá) no queda más que disfrutar cada momento invisible, es decir, las pláticas con los que quieres, las reuniones familiares, respirar profundo, comer la comida de la abuela, cantar hasta que duela la garganta, bailar porque sí… porque, de pronto y de la nada, la muerte te acechará y eso que creías interminable, sólido y firme, será endeble y se te irá de las manos sin previo aviso. Es en serio.
2.- Moverse y hacer cosas diferentes para no poseer ese indeseable superpoder de la invisibilidad. Hay que huir de la rutina como quien huye de un oso hambriento en medio de un bosque embrujado, hay que alejarla, no permitir que nos aplaste, para eso hay algunas fórmulas que me he inventado: probar un nuevo camino, salir a caminar, reunirse con personas que no hayas visto de hace tiempo, cometer una locura de vez en cuando, brincar aunque el resto te mire con desprecio, llorar sin motivo aparente, acudir a museos, cenar algo exótico, creer en el amor, armar un mundo ideal (aunque sea chiquito), leer historias extraordinarias y luego imitarlas… ¡hay tantas cosas que hacer para no parecer un mueble, para no morir de invisibilidad!
3.- No fingir aprender, trabajar, soñar o amar. A ver, a ver, es cierto que la vida es sueño y los sueños, sueños son, pero… no hay llegar a fingir que se siente, ni pretender que se vive. Eso es para los actores y los mejores no fingen nada en absoluto. Si vas a amar, que sea con todo el corazón y entregando todo, si vas a aprender, que sea con los cinco sentidos, si vas a soñar, que sea algo grande, si vas a abrazar, que sea un abrazo entrañable, las cosas no se pueden dar a medias, así no funciona. El momento es hoy y no existe nada mejor que sentir que lo diste todo y que no te arrepientes de nada. Ir a fingir no es sano para nadie y, al final, las personas que rodeamos a los que fingen, nos damos cuenta que fingen y eso no sirve de nada. El que cree que engaña a los demás se está engañando a sí mismo y, no vale nada que no valga realmente, es decir, la vida no pretende ser vida: es. Y entrega sus manjares todos los días, ¿por qué nosotros tendríamos que armar un teatro emulando vivir, amar o soñar, como no queriendo la cosa? Nacimos para vernos y que nos vean, no para ser un holograma descolorido de nosotros mismos.
4.- Cumplir con las promesas de escribir una canción y de viajar por el mundo. Tengo una lista de sueños. En esa lista tenía una deseo profundo: que mi abuelo me enseñara a soldar. Lo dejé para después, porque primero compré un telescopio y luego fui a un país donde hablaran una lengua desconocida, luego me subí a un globo y después cumplí mi deseo de que me pagaran por escribir, y olvidé ese sueño y ahora será difícil cumplirlo. Entonces, no hay que olvidar las promesas, no hay que hacerlos mal y tarde, no hay que renunciar a nuestro sueño de viajar, no hay que renunciar a nada, si seguimos renunciando a las cosas que realmente nos importan, nos toparemos con lo invisible y será ya muy tarde, pero hay cosas que pueden esperar y otras que deberías hacer mañana en la mañana. La vida es corta “y esta flor que hoy sonríe, mañana morirá”.
5.- No perder de vista lo realmente importante. Hace no mucho tiempo le platiqué a mi papá mis planes: terminar mi segunda licenciatura, seguir con la maestría, estudiar inglés, francés e italiano, hacer entrevistas más ambiciosas, viajar, hacer diplomados en periodismo o letras… y él me puso algunos ejemplos de vida que pusieron mis sueños en perspectiva. Me dijo que uno de sus amigos tenía graves problemas de salud, aunque tiene un doctorado y ha viajado por el mundo; otro de ellos se divorció y su vida personal es un desastre, pero está a punto de terminar una importante maestría. Me dijo, en fin, que la vida está en otro lado y que no hay que olvidarse de ella. Él, amante de Los Beatles enunció la mitad de una de las frases más famosas de uno de sus integrantes: “la vida es eso que pasa, mientras…”. Y, creo que tiene razón, no hay que perder de vista lo realmente importante. El éxito profesional, sobresalir en la academia o los títulos valen menos que nada si perdemos la salud o a los que más queremos. Pero, ojo, no hay que perder de vista nuestros sueños personales e íntimos, que las relaciones y la vida se nutren de ellos. Todo en su justo balance.
6.- Hacer una pausa cada vez que sea necesario. “Afilar la sierra”, le llaman. A veces, nuestra vida es un completo desastre, no sabemos por dónde continuar y qué es lo que haremos de aquí en adelante, por eso, es momento de hacer una pausa y organizar todo de nuevo: revisar y cuidar tu cuerpo, tu mente, tu corazón y tu alma. Abandonar un mal hábito, suscribirse a una revista, salir con alguien de tu familia, contemplar una puesta de sol, mantener viva la esperanza, hacer tu lista de deseos, pensar en cómo serás en cinco años, y esas cosas que nos hacen tomar aire de nuevo y reiniciar todo otra vez.
7.- Tener una identidad distinta cada día. ¡Qué aburrido ser uno todos los días! “Yo soy un coctel de personalidades”, dijo Oliverio Girondo, y suscribo. ¿A quién le interesaría ser uno si se puede ser todos? Lo sé, es impráctico, muchas veces difícil y hasta confuso, pero es un gran antídoto contra la invisibilidad, ¡garantizado!
8.- Dejar a los miedos a un lado. No hay nada que temer, hay que ser valientes, el futuro es de los que arriesgan, pues nada han de ganar los que siguen temiendo. Por la dudas, una buena fórmula contra el miedo puede ser la que dejó escrita el bueno de Pessoa: “Espera lo mejor y prepárate para lo peor”.
9.- Empezar de nuevo cada vez que sea necesario. “Con los años no se aprende nada; con la muerte se aprende que nada es para siempre y esa sabiduría se va acentuando conforme el panteón personal se hace más amplio. Cuántas muertes carga cada quien da una aproximación más cierta de la edad verdadera, pues la muerte se va anotando en el carácter y en el ánimo; las muertes son muescas indelebles, cincelazos que atemperan y doblegan, destartalan y calman, todo a la vez. Así se nutre la experiencia”, escribió Óscar de la Borbolla en La libertad de ser distinto y le creo. Yo he sufrido algunas pérdidas que han parecido muertes, que me han dolido tanto que la recuperación de una me llevó poco menos de 10 años y de otra más de un año, han sido pérdidas insustituibles y profundamente dolorosas, que me han invitado a comenzar de nuevo, como si nada y todo hubiera pasado. Comenzar de nuevo cada vez que ha sido necesario es una manera de decirle al mundo que estás vivo y, ahora, puedo gozar del aprendizaje, pero sé que vienen “muescas indelebles” que me harán empezar todo otra vez.
10.- Celebrar la vida y los ciclos que inician y terminan. “Si además de entender el concepto infinito (lo que no tiene fin) supiéramos lo que realmente implica, no usaríamos con tanta frecuencia palabras como siempre, nunca, eternidad, o todo. Porque infinito no es como la palabra perro que, por un lado, se entiende y, por el otro, se puede imaginar el referente. Nadie imagina nada cuando dice: “infinito”; a lo más piensa en “mucho”, que es un término extraordinariamente vago”, dice De La Borbolla en el mismo libro cuando habla de infinitos, y es que es cierto, la vida se trata de ciclos y hay que disfrutarlos mientras duren, aunque uno desearía, en algunas ocasiones afortunadas, que las cosas quedaran estáticas y que la vida fuera tan feliz como en esos momentos mágicos, lo cierto es que todo cambia y hay que estar acostumbrados a ello, al tiempo que celebramos estar vivos y los milagros que presenciamos a cada rato. Pero, hablando de “infinitos”, Óscar termina ese libro con un párrafo memorable:
“Si el inifinito no está al alcance de nadie, ¿no será sensato olvidarnos de él y regresar – como El Principito a su asteroide – a cuidar una flor? Sensato sí; pero no me conformo, pues el único infinito del que no he desertado es el de mi inconformidad”.
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