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Ellas contra ellos en el futbol

  • contratiempomx
  • 4 ene 2015
  • 5 Min. de lectura

Adrianelly Hernández Vega

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El autobús de ellas llega temprano a la cancha; ellos duermen plácidamente en unas instalaciones pensadas para lo mejor del futbol mexicano: el Centro de Alto Rendimiento (CAR) de la Federación Mexicana de Futbol (FMF). Cuando se trata de la elite nacional del balompié, las mujeres quedan fuera. No es pelea de sexos ni afán por demostrar quién es mejor que el otro, sino la búsqueda por la equidad deportiva.

Desde que el futbol fue ideado por los ingleses, estaba pensado para que fueran los hombres quienes lo practicaran. El desarrollo del deporte no encontró freno, pero siempre fue ejercido por el sexo masculino; cuando las mujeres se interesaron en él, estaban en considerable desventaja con respecto a sus homólogos, no porque fueran incapaces de jugarlo como ellos, sino porque debían adaptarse a una actividad que en todas sus aristas tenía el sello varonil.

Haciendo un cálculo rápido, el empuje al futbol de hombres lleva algo así como 150 años; mientras que el de mujeres tiene poco más de medio siglo de vida y a pesar de ello está avanzando a pasos agigantados.

“El juego del hombre”

Que si el futbol es muy rudo, que si los movimientos son poco femeninos, que si el balón es arma mortal para las partes íntimas de las mujeres, en fin… hay decenas de argumentos contra el hecho de que las féminas jueguen futbol o, por lo menos, todavía no se concibe que una de ellas pueda ser profesional y vivir gracias a lo que hace con el balón.

La mujer ha estado presente en el deporte, prácticamente, desde siempre; si no es como deportista, como aficionada o “madrina” de algún equipo. Entonces, si la presencia femenina ha sido constante en las canchas, pistas y duelas, ¿por qué todavía es cuestionable que una mujer se entregue al deporte y, además, se le limite practicar su disciplina?

La primera diferencia entre el futbol varonil y el femenil, no sólo en México, sino en la mayor parte del mundo, es que el primero tiene décadas de ser profesional, y el segundo está a décadas de poder serlo. Ellos pueden entregar su vida al arte de la patada porque tienen la posibilidad, aunque sea mínima, de que, en un cierto plazo, pueda existir ganancia económica; ellas aman el futbol, pero no pueden dedicarse de lleno a él porque antes deben pensar en ser profesionistas, madres, esposas, hermanas, novias, hijas…

Mientras muchos futbolistas quieren llegar al futbol mexicano por ser uno de los mejores pagados de América, las mujeres buscan salir del país para intentar, por lo menos, vivir de manera decorosa gracias al deporte de la patada.

Los intereses económicos y de poder manejados por los clubes y federativos, sólo aplican para el futbol varonil, relegando a las mujeres futbolistas, que con más corazón que apoyo, saltan a la cancha para defender una camiseta.

El futbol femenil en México no alcanza la profesionalización porque, a pesar de sus logros, sobre todo internacionales, sigue sin representar un beneficio económico para los involucrados en él. No hay sueldos, infraestructura para las futbolistas o, como se mencionó, una liga verdaderamente profesional donde puedan competir, pues durante varios años, Leonardo Cuéllar, bajo el cobijo de la FMF ha declarado que se está “a punto” de iniciar un proyecto de liga, que hasta ahora no se ha concretado.

En España sucede algo similar en cuanto a las diferencias económicas entre hombres y mujeres futbolistas. En 2010, el portal La razón publicó una nota en la que comparaba los sueldos de los cracks del futbol varonil con el femenil. Estos fueron los resultados: Cristiano Ronaldo ganaba 9.5 millones de euros al año, libres de impuestos o cualquier otro descuento; mientras que una de las mejores jugadoras de entonces, Ruth García del Levante U.D., ganaba alrededor de mil euros al mes. Actualmente, muchas españolas están emigrando al futbol inglés, que está apostando porque clubes como Chelsea, Liverpool y Arsenal tengan una filial femenina, lo que da mayor fuerza a estos cuadros.

Otra jugadora española, Laura del Río, goleadora con su selección, emigró al futbol estadounidense para unirse al Indiana F.C. y ganar 24 mil euros anuales; un poco más de la mitad de lo que Cristiano Ronaldo gana, aunque él, por día. Para ponerlo más claro, mientras usted, querido lector, termina este artículo, el astro portugués llevó a sus arcas entre 2 mil y 3 mil pesos mexicanos. Algo que ni en sueños podría darse en el femenil.

La jugadora mexicana tiene pocas posibilidades de sobresalir o intentar vivir del futbol; su mayor aspiración es la Selección Nacional, donde no encontrará aliciente económico, pero sí triunfo personal; sin embargo, lidiará con la competencia que representan las jugadoras que, a pesar de vestir la playera mexicana, han pasado la mayor parte de su vida en el extranjero.

Sin liga profesional y con una Selección basada en una ideología que excluye, en gran parte, al talento nacional, el futbol femenil no pasa de ser amateur. No existe una visión o misión que defina a los proyectos que se vinculan con la Federación; la Liga Mexicana de Futbol Femenil (Limeffe) y la Liga Mayor Femenil (LMF) son intentos de profesionalización, pero siguen siendo del sector aficionado porque no hay apoyo económico y su calidad de juego no es el más óptimo, aunque están por encima que el promedio del nivel futbolístico del resto de las ligas femeniles.

Cuestión de cultura o idiosincrasia. Un abismo de diferencia entre el dinero que reciben hombres y mujeres por jugar al futbol: Humberto Suazo, quien dejó al Monterrey para irse al Colo Colo, el cuadro donde triunfó en Chile, era, en la temporada pasada, el jugador mejor pagado de la Liga MX, se embolsaba más de 150 mil pesos diarios; pero las féminas futbolistas, al no ser profesionales y estar afiliadas sólo al sector amateur, no reciben salario. Sólo alguna ayuda de aquel que “lleve” el equipo, como el caso de Sergio Barrera, dueño del conjunto Real Celeste, del Estado de México, quien paga, aproximadamente, 500 pesos por partido a sus futbolistas.

Las únicas que llegan a percibir alguna “ayuda” son las seleccionadas nacionales, quienes ganan entre 4 mil y 6 mil pesos al mes, apenas el 4 por ciento de lo que Suazo percibía los siete días de la semana. Fátima Leyva, Alina Garciaméndez, Maribel Domínguez, Marylin Díaz, quien jugó seis meses en el Estartit de España, donde ganaba 500 euros al mes (unos 9 mil pesos mexicanos), son algunas de las futbolistas que han recibido un sueldo en el extranjero y que, de esta forma, han podido sostenerse económicamente, aunque lejos de amasar fortuna.

Mucho puede decirse que los combinados varoniles dan más resultados que los femeniles; y en números es cierto, pero debe analizarse en qué contexto y bajo qué circunstancias se desarrolla cada uno.

Un factor de suma importancia es que la mayoría de las familias mexicanas aceptará sin empacho que su hijo sea futbolista, como Hugo Sánchez, Enrique Borja, Rafael Márquez, Luis Hernández o Cuauhtémoc Blanco, pero pocas soñarán con que sus hijas sean la nueva Maribel Domínguez, Charlyn Corral o Nayeli Rangel; en primera porque quizá no sepan quienes son, y en segunda porque ése no es el prototipo de mujer realizada que los padres quieren para sus retoños, antes las querrán ver como doctoras, maestras, abogadas o, simplemente, madres y esposas felices.

@NellyAtlas

 
 
 

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