top of page

No me convenzo de morir

  • contratiempomx
  • 6 dic 2014
  • 3 Min. de lectura

Carlos Manuel Rodríguez Gasca


No sabía que mis rodillas pudieran sudar tanto, aquí hace mucho calor. Mi hiperhidrosis tampoco ayuda. Parece que corrí media ciudad; eso sería bueno, estoy muy gordo. Y sin empleo, eso es lo que más me jode. Mis amigos están en sus trabajos, salen, tienen una vida. Yo estoy en este departamento con la cola sudada y cargando un bebé que no es mío.

Mi horario es fácil: 60% de mi tiempo es ser niñero, duermo un 25% y el resto es para postularme a vacantes de las que nunca recibo respuesta. Si no estuviera tan ocupado preparando leche, seguro sería asaltante o borracho. La mala vida espera por mí. Al menos tendría una clase de vida, esto es más como un limbo. Estoy atrapado haciendo nada. La verdad es que ya ni esperanzas tengo de salir. Supongo que así empiezan los suicidas, aburriéndose porque descubren que la vida no tiene cambios. Si está mal, va a seguir así; si está bien, llegará un momento en que todo se pondrá mal y seguirá así hasta que ya no puedas.

El bebé es mi sobrino, su mamá dijo que no tardaba. Hace una hora que lo dijo. Fue a comprarle jugo, yo necesito un suero. Me pregunto cuán ridículo se vería un reporte forense describiendo que me desmayé mientras caminaba por el departamento, el bebé cayó en un sillón mientras yo me golpeé en la cabeza con la mesita de centro, me desnuqué y morí. La gente imaginaría una escena estilo telenovela barata donde se ve en cámara lenta cómo voy cayendo, el bebé aterriza en el sillón, choco contra la mesita y termino en el piso. Luego viene un charco de sangre, para aumentar el dramatismo. Las personas se preguntarían el porqué de mi desmayo y, después de escuchar que fue por deshidratación, harían un recorte de manga. Necesito pensar algo mejor.

Tal vez electrocutado por la licuadora, un cable pelado que toqué accidentalmente y la descarga me mató. El problema es que nadie va a creerse eso, yo no sé más que prepararme sándwiches, la licuadora es un sofisticado artefacto mágico al que no me acercaría. Y en el improbable caso de hacerlo, ¿para qué? En la cocina no hay fruta, ni leche, ni algo que aventar dentro del vaso. Sería un inútil que murió estúpidamente por curiosear cerca de una vulgar licuadora.

Es obvio que preferiría morir en un acto heroico, algo que la familia presuma con los conocidos y que por dentro envidien porque saben que no tienen el valor para hacerlo. Sobre todo mis primos, esos perros le encontrarían una queja a todo. Digamos que salvo a un niño de ser atropellado, yo lo empujo y el auto me golpea a mí, vuelo diez metros en el aire y los testigos concuerdan en que soy un héroe; mis primos dirían : “¿Por qué chingados no se quitó?”, “Sí le daba tiempo, ni que en las calles de aquí corrieran los de Fast & Furious”.

Si muero “intentando” evitar un asalto, les sería aún más fácil encontrar razones por las que no soy un héroe, sino un estúpido. De pendejo no me bajarían. Tendría que hacer algo casi divino para que les costara trabajo echarme tierra con sus comentarios. Son casi conductores de programa de chismes: para ellos todo está mal, excepto lo que ellos hacen. La gente que a diario mira cómo escupen tanta ponzoña debe tener la autoestima muy dañada o quieren ver que a los famosos les vaya mal porque tienen problemas mentales muy graves y les fascina el dolor ajeno.

Por eso es que luego tienen bebés, para sentirse superiores a alguien y necesitados, porque ven que su vida no tiene valor alguno y, si mueren, ni su perro va a extrañarlos. Algo parecido a lo que pienso de mí, pero yo soy lo suficientemente hombre para aceptarlo. De no estar paseando al bebé, quizá me arrojaría por las escaleras. Ya es lo único que se me ocurre. Me muera como me muera, no voy a dejar satisfechos a todos.




 
 
 

Comments


sigue leyendo
Vuelve pronto
Una vez que se publiquen entradas, las verás aquí.
  • Wix Facebook page
  • Wix Twitter page
bottom of page