Catarsis de lo invisible

Rubén García.

Voy viviendo y recorriendo este camino. Recolectando recuerdos, historias, melodías y pedazos de versos. Algunos inventos. La vida suele ser más placentera en la mente de un creativo: todo lo que vas inventando se torna posible, hasta que llegan la verdad y la mentira.

¡Siempre hay alguien! A menudo me imagino que siempre debe haberlas, personas como acompañantes que te disfrazan la vida haciéndola más fácil de sobrellevar. Si ella imaginara cuánto la quiero. Pero hay mentes que no alcanzan a percibirlo, a tocarlo. Sueño con ser un viajero frecuente y que sea ese amor quien me transporte. Inimaginablemente hay un alguien en mí, una tierna ausencia que taladra mi mente, soy un espectador más de su sonrisa y su luminosa existencia, aunque se nadie me entenderá ni lo sentirá como yo. Me sorprende sobremanera la disfuncional fragilidad a la que nos transforma una ilusión de esta índole, y ya no tengo miedo, he vivido y también he muerto por ella, pero el vacío que deja su sombra ya no me hace resistirme y me dejo caer en la ternura más pura que existe. Ella… ¿qué pensará? Me pregunto si sabrá sobre sus causantes. Hoy, sin duda, estoy más afuera que adentro, resistiendo y aumentando mi fuerza y mi coraje para dejarla ir. Me niego a extrañarle tanto y, al mismo tiempo, odio acostumbrarme a no verla, pero bueno, como si uno tuviera la templanza y la dicha de poder elegir ese tipo de cosas.

Ella hizo de mí la alquimia en sus labios, sus ojos, su aroma. Todo pareció realmente (falso) perfecto, su piel blanca como la nieve, sus largas piernas. Yo sin tocarla y sólo verla, sentía que podría desvanecerme sin importar nada, eran mis ojos tan humanos, que soñaron tanto con ser de ella.

No sé por qué escribo como si ella fuera a leer y le importase y se fuera a dormir incómoda y despertara enamorada. Eso no ocurrirá. Es lo real y ya no hay más palabras que puedan llenarle. Son contradicciones llenas de perpetuidad e invariables despedidas.

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