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¿Qué pasará con el Canal Once?

  • contratiempomx
  • 4 dic 2014
  • 4 Min. de lectura

Omar Lozano // Ipso Facto


El conflicto del Instituto Politécnico Nacional (IPN) ha generado un ambiente de tensión entre sus principales dirigentes y los organismos del gobierno federal encargados de darle solución a la problemática, originada tras la intención de poner en marcha un nuevo reglamento para el instituto.


La molestia y reacción temprana de los alumnos y algunos profesores ha derivado en un movimiento que llamó la atención de los mexicanos y, nuevamente, logró que las demandas estudiantiles ocuparan las primeras planas y minutos de los principales medios nacionales.


Han pasado dos meses y el conflicto aún no encuentra solución; sin embargo, se han puesto varios temas sobre la mesa como la propia autonomía del IPN. Se planteó discutir todas las posturas al respecto en las reuniones entre los representantes de la Asamblea Politécnica y la SEP en los próximos días. Y no es fue hasta ese momento que una figura salió a relucir y se relanzó hacia el interés nacional: el Canal Once.


La presión ejercida por los estudiantes tras el bloqueo de los accesos vehiculares y la toma simbólica del edificio, en septiembre, logró que los directivos aceptaran transmitir el diálogo entre ellos y el gobierno federal. Esta respuesta resulta ser un signo positivo, ya que vislumbra y ratifica que la emisora está al mando del IPN y que debe ser el principal medio en donde corran todas las voces y posturas de lo que ahí ocurra.


A lo largo de sus 55 años de existencia el Canal Once ha estado varios veces a la deriva y en una situación complicada que le ha estado a punto de dejar fuera de la propiedad del Politécnico Nacional. Cabe recordar que el canal surgió y se ha mantenido –al menos en el carácter legal- como un medio destinado a educar y a difundir la cultura y la ciencia, principalmente la hecha por los investigadores del propio instituto.


Durante la década de los años sesenta, era el único canal de televisión público en México que decidió expandir los horizontes y pluralizar los contenidos para satisfacer las demandas de la ciudadanía. Por ello, se apostó por la transmisión de noticieros, documentales y relatos de ficción. De esta manera, el Instituto abrió su programación a un público más amplio.


Sin embargo, al canal siempre se le ha intentado –la gran mayoría de las veces lo han logrado- ver y tratar no como al canal de una institución de educación, sino como a un portavoz de los gobiernos federales en turno para difundir su imagen de forma cínica que violenta los fines máximos de los medios públicos.

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Un ejemplo de lo anterior se dio en 1983. Tras la creación del Instituto Mexicano de la Radio (IMER), el Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) y el Instituto Mexicano de la Televisión (Imevisión) se intentó incluir al Canal Once al último de los institutos junto al 7, 13 y 22. El plan no prosperó y el Once siguió bajo la propiedad del IPN, no obstante, las consecuencias de esa “resistencia”, por parte de los directivos y de algunos expertos, derivaron en la disminución del presupuesto que se le destina al Politécnico exclusivamente para la manutención del canal.


Ya durante los noventa y la primera década de los 2000, la señal se mejoró y sus alcances ya no sólo quedaron en la Ciudad de México y las principales ciudades el país, sino que se expandieron a más pueblos y ciudades en los diferentes estados de la República, principalmente los de la zona centro y el bajío. Pese a ello, las tensiones dentro de la dirección crecían por el despido un gran número de trabajadores de base y de productores que ya habían laborado bastante tiempo en el Canal bajo el argumento de destinar ese presupuesto a la creación de contenido propio. La mayoría de estas tensiones y decisiones se llevaron a cabo en el sexenio de Vicente Fox.


No fue sino hasta el gobierno de Felipe Calderón y su designación de Fernando Sariñana como director de Canal Once que los cambios y el quiebre en el perfil de la programación se hizo evidente. Sariñana cambió casi en su totalidad el tipo de contenidos. Incluyó series de dudosa calidad y de formato telenovelero, introdujo series de televisión estadounidenses que, también, se transmitían por el canal de paga MTV, sacó del aire programas destinados a la divulgación de la ciencia hecha en el IPN y cortó relaciones con una gran cantidad de académicos. Canal Once adquirió un toque más juvenil e “irreverente” frente a su objetivo primordial: la difusión de la cultura y la ciencia.


A pesar de haber doblado el presupuesto y de obtener señales que sirvieran como repetidoras en el país y de su transición al formato digital, el Canal Once no ha podido establecerse como un órgano alejado de las decisiones gubernamentales. Su actual directora no ha hecho grandes cambios que se pronuncien en favor de la comunidad politécnica a pesar de los intentos de meter programas de carácter histórico.


La función del Canal Once y de todos los medios públicos en general resulta primordial en tiempos en donde la multiplicidad de voces se hace cada más evidente. Destinar espacios para que la ciudadanía difunda sus preferencias y gustos así como puntos de vista es algo que los gobiernos estatales y federales deben analizar con mayor profundidad. La problemática actual del IPN puede aprovecharse para que, al fin, el canal del politécnico también obtenga su autonomía y pueda servir como lo que es: el portavoz oficial del Instituto Politécnico Nacional.

 
 
 

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