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Flores de plástico y relicarios

  • contratiempomx
  • 21 oct 2014
  • 2 Min. de lectura

Por: Pedro Camacho

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No puedo esperar un día más. No puedo morir viejo, no puedo morir muerto. Fui testigo de algo grotesco. Una voz se levantaba desde el otro lado de la calle. Decía, "¡Hijo, hijo, más despacio!". Decía, "¡mírame a los ojos!". Y cuando lo decía, toda ella se arrugaba. Y sus manchas se arrejuntaban entre sus párpados y su papada. Y toda ella se ocultaba en capas de crema, maquillaje y polvo para las mejillas.

Sus ropas se abultaban entre lo que sobraba de su cuerpo. Usaba flores en el vestido, y su cabello brillaba como baba al sol. Yo no quería verla, era mucho para mí verla sonreír y revelar sus dientes manchados de labial... amarillos. Pero quería que la viera y lo hice. Aparté mi vista del teléfono celular y fui testigo de algo grotesco. Su insulto fue más bien una rabia contenida porque no entendía ya este mundo. Me explicó cómo es que esas cosas me enajenaban... o sea, me hacían ajeno. Aleluya por eso, porque yo no quería estar ahí.

Después no sé, quizá regresó a su casa a alimentar a sus perros, o a cambiarle el pañal a su marido. Lo que más me afligió era lo feliz que se veía. ¿Seré como ella algún día? Quiero decir feliz... pero también viejo. Y si eso pasa, y yo no lo sé porque tengo la condena de estar feliz, y quizá me haga a la idea… podría ser demasiado tarde.

Yo no quiero ser como esos tipos en el supermercado que usan shorts y sandalias y una tremenda barriga. Yo no quiero decirle "Mi Vida" a mi vida. Yo no quiero ver decepciones en todos mis amigos y todas mis almas gemelas... no soportaría ver a todas mis amigas guapas convertirse en lienzos grises, y a mis amigos, más groseros que brillantes, convertirse en dueños de regaños y refunfuños, o peor... de libros de superación personal y de cómo educar a tus hijos.

Y por otro lado... tampoco me gusta dónde estoy. Es como ver correr un montón de linces al precipicio, estrellarse de cara al suelo y morir. Odiar lo que les fue entregado y anhelarlo al mismo tiempo. Aceptar ponerse la corbata y desear ahorcarse con ella después. Quizá sí sea más fácil llenar vacíos con flores de plástico, el programa de radio de las mañanas, tintes para el pelo, la misma loción de 30 años y relicarios; quizá todo sí cambie y nos hagamos más sabios y ahora no lo entendemos... no lo sé, pero sé que no quiero esperar para averiguarlo.

 
 
 

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