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La migración

  • contratiempomx
  • 18 ago 2014
  • 3 Min. de lectura

La miseria, el hambre y la violencia social en diversos países ha obligado a que personas arriesguen su vida para salir de su situación.

Francisco Jiménez Rodríguez


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Travesía vienen de trans, (más allá) y jacere (lanzar o tirar), literalmente lanzarse más allá. Quien inicia una travesía sabe que se expone a situaciones imprevistas y muchas veces de alto riesgo. Al hablar de travesías hacemos referencia a una aventura, a una experiencia de naturaleza arriesgada repleta de eventos inesperados.


Podríamos decir que las primeras travesías de la humanidad fueron las que lo llevaron a poblar el planeta hace más de sesenta mil años. A lo largo de esa etapa, los seres humanos se asentaron en pequeños grupos quedando distanciados unos de otros y en muchos casos aislados por los accidentes geográficos.

La curiosidad pudo ser el primer motor que llevo a adentrarse y redescubrir el horizonte. Surgieron así los primeros relatos, héroes que llegaban hasta las más lejanas costas para enfrentarse a criaturas inimaginables como la vivida por Gilgamesh, el viaje de Odiseo, Jasón y los argonautas, Hércules bajando al inframundo, Simbad el marino, etcétera.


Pero fue el comercio quien verdaderamente impulso la exploración del planeta. El mercantilismo y la necesidad de territorios para la explotación hicieron del siglo XV la época de la travesía por antonomasia, pues a pesar de los precarios navíos de la época, la imprecisión de los mapas europeos y la poca higiene con sus consecuentes enfermedades, el ímpetu y la sed por riqueza crecían día a día.

Con cada nueva expedición, el choque entre culturas era inevitable Las crónicas hechas por los expedicionarios y mercaderes como Marco Polo o Cristóbal Colón llegaron a oídos europeos con las más fascinantes historias. Pueblos exóticos llenos de rarezas nunca vistas motivaron el deseo de muchos aristócratas que perseguían un lucro personal. El colonialismo y el turismo nacieron juntos y son parientes.


La ocupación de América y África, la expansión colonial, el surgimiento y desarrollo de las grandes ciudades europeas junto a la explosión tecnológica con la revolución industrial fueron consecuencia de estos viajes y al mismo tiempo el origen de una de las travesías en contra de la voluntad del “mundo subdesarrollado”.


Ahora bien, la migración es una constante del capitalismo, la forma más brutal de la movilidad de la fuerza de trabajo asalariada, un estado de subordinación perpetua al llamado “tercer mundo”.

Desde el dominio absoluto que ejercían sobre las colonias, la migración ha proporcionado enormes beneficios a los países con más poder económico, teniendo consecuencias negativas para los pueblos conquistados debido a las guerras, las enfermedades, el esclavismo y -sobre todo- a la imposición de un sistema económico completamente ajeno a los habitantes de aquellas “nuevas” regiones.


Estos nativos debían aceptar la inmigración de extranjeros que los despojaba de tierras y recursos, en tanto otros eran necesitados como carne de cañón. Las guerras mundiales obligaron a franceses y británicos al reclutamiento masivo de africanos y asiáticos, que pudieron, a costa de su sangre, ganar la guerra.

Para los que somos “ajenos” a los problemas periféricos del capitalismo, las travesías son actualmente por recreación como parte del turismo y la implantación de una estructura turística más global e intercomunicada, lo han convertido en un fenómeno de masas, adquiriendo una naturaleza comercial, hasta el punto de ser discutido si existen o no auténticas aventuras en donde se dispone de todo tipo de medios para el socorro, las comunicaciones o la información.


Pero fuera de los límites de la modernidad, la globalización ha devastado por siglos continentes enteros, cada día hay millones de personas que se ven obligados a desplazarse de sus lugares de origen temiendo la persecución y confinados al exilio.

La miseria y el hambre junto con la violencia social en muchos países subdesarrollados obliga a muchos migrantes a arriesgar su vida (y perderla), con tal de salir de esta situación.

El llamado éxodo rural en el siglo XIX, que involucró a miles de millones de campesinos de todo el mundo para llegar las ciudades industrializadas a trabajar como mano de obra barata, aún no termina, está tomando nuevas formas. Lo que está avalado por el hecho de que las ciudades más pobladas del mundo actual han surgido, precisamente, en países del Tercer Mundo.


El efecto ha sido un aumento atroz de la desigualdad y la concentración de la riqueza en un número cada vez más reducido de personas y empresas. Gente famélica huyendo de grandes hambrunas, el secuestro y la migración forzada, minorías étnicas o individuos perseguidos por causas raciales, políticas y religiosas o pertenecientes al bando derrotado en una guerra. Miles de personas que han sido arrancados de sus lugares de origen para iniciar una nueva vida, casi siempre penosa, en otro lugar del mundo.

 
 
 

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